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Honduras-México, hay semejanzas maravillosas

Voces del Director

Desde Filomeno Mata 8

Por Mouris Salloum George

Los detractores del neoliberalismo mexicano sostienen, con pruebas al canto, que el decreciente desarrollo nacional de las últimas tres décadas, ha colocado a México en el rango de los países centroamericanos, no obstante permanecer su economía entre las primeras 16 del mundo.

Por la calidad de la democracia mexicana, los politólogos no engrasados equiparan a nuestro país con las viejas repúblicas bananeras.

Son pertinentes esas dos observaciones ahora que aquí se ha “puesto a caballo” la sucesión presidencial de 2018.

Hace apenas una década, el recurso del golpe de Estado

Nicaragua vive la criticada continuidad del sandinismo. Guatemala pasa por la corrupción pública sin solución de continuidad. El Salvador sigue siendo escenario de violencia atribuida a las bandas de los marasalvatruchas. En fin.

¿Qué tenemos de Honduras? Hace diez años pasó por el golpe de Estado que derrocó al Presidente constitucional Manuel Zelaya para entronizar la dictadura empresarial del golpista Roberto Michelleti.

Entonces, la Organización de Estados Americanos (OEA) condenó aquella acción y expulsó a Honduras de su seno; autorizó su reincorporación en 2011.

Los indicadores socioeconómicos

Para 2013, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, circuló su reporte Panorama Social de América Latina. En esa evaluación, Honduras aparece entre los países con mayores desigualdades: 20 por ciento de la población más desvalida alcanza sólo 4 por ciento del ingreso nacional.

En el mismo reporte, la Cepal informa que en México la pobreza se incrementó de 36.3 por ciento a 37.1 por ciento.

La mano peluda en la sucesión presidencial

Cambio de página: El pasado 26 de noviembre el pueblo de Honduras asistió a las urnas convocado a elecciones presidenciales.

Aunque los contendientes, el presidente en funciones, José Orlando Hernández, y su opositor Salvador Masralla, nominado por la Alianza Opositora contra la Dictadura, se apresuraron a cantar su victoria, los recuentos preliminares de las primeras 48 horas daban al segundo una ventaja de 90 mil votos.

Empezó a actuar, sin embargo, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) y el panorama empezó a cambiar radicalmente. Aunque a finales de la semana pasada los magistrados convinieron en la revisión de cinco mil 174 secciones en los que se detectaron irregularidades, a principios de esta semana empezaron a inclinar la balanza en favor del presidente Hernández, con una irrisoria ventaja de 40 votos: Más al menos seis muertos y más de 300 arrestados en la represión a las protestas poselectorales.

El gobierno del beligerante electoral, Hernández, declaró el Estado de excepción.

El uruguayo Luis Almagro mete su cuchara

Para esas horas, la OEA, dirigida ahora por el uruguayo Luis Almagro, empezó a meter su cuchara, abogando por el reconocimiento de la reelección del presidente-candidato.

Dos raseros diferentes: Almagro -en cuya línea injerencista milita el canciller Luis Videgaray– ha venido descalificando los procesos electorales en Venezuela.

Apenas el lunes, el propio Almagro condenó a la Mesa de Unidad Democrática (MUD) venezolana porque aceptó negociar con la representación del gobierno bolivariano para destrabar el prolongado conflicto político por el que cruza el país.

En Honduras, Almagro avala lo que la oposición denuncia como fraude electoral.

Policías: Hartos de cuidar las espaldas a la clase política

La bandera de la Alianza Opositora contra la Dictadura ha sido tomada por importantes organizaciones civiles. Incluso, los cuerpos policiales se declararon el pasado domingo en huelga de toletes caídos en contra del toque de queda y uno de sus comandantes advirtió que no estaban dispuestos a seguirle cuidando las espaldas a la corrupta clase política.

En estas horas está en agenda la demanda de la Opositora de que se abran y cuenten los votos del total de las 18 mil 103 casillas o que se convoque a una segunda vuelta electoral. Juan Orlando Hernández se resiste.

Se repite, pues, en Honduras, el laboratorio del golpe de Estado de 2006.

Modelo a escala, el hondureño, vale más que los contendientes en las elecciones generales de 2018 en México, vayan poniendo sus barbas a remojar, sobre todo si se invita a la OEA como árbitro electoral.

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