Voces del Periodista Diario

La minería y sus devastaciones

VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George

Vienen por oro/ vienen por todo. Así se condensa la denuncia sobre el neocolonialismo que ejercen las trasnacionales de la minería en aquellos Estados donde son aupadas por gobiernos débiles o cómplices. O las dos cosas.

México ha sido tomado como coto por esas corporaciones extranjeras depredadoras a las que prácticamente, desde el sexenio de Felipe Calderón, se les da todo casi regalado.

Antes de continuar, cabe señalar las compañías que practican lo que técnicamente se denomina minería de tajo a cielo abierto, dispersan en sus procesos de explotación y refinación ácido sulfúrico, cianuro y mercurio, letales para la Naturaleza y la vida humana.

En cuanto a exenciones y beneficios que el gobierno otorga a las empresas mineras, un dato nomás: En fundos donde el oscuro objeto del deseo son los minerales preciosos, uno de los costos de producción se reduce al pago de 5 a 111 pesos por hectárea concesionada. Hay concesiones que abarcan de 15 mil a más de 70 mil hectáreas.

Con el régimen salarial, esas concesionarias no tienen problema. Invariablemente prefieren contratar mano de obra con sindicatos esquiroles que han nulificado lo que constitucionalmente se reconocía como Contra Ley, aplicable a industrias y servicios regulados por la Federación.

Técnicas de Tierra arrasada

En los dominios de las compañías mineras que operan en México no se pone el Sol. No son pocas las denuncias que se refieren al hecho de que los títulos de concesión no se compadecen de la propiedad comunal secular de las poblaciones indígenas, en la que existen centros ceremoniales, que son arrasados.

Hace unos cinco años, por ejemplo, la canadiense Esperanza Silver obtuvo dos concesiones que juntas sumaron casi 40 mil hectáreas en Chihuahua y Morelos. En el segundo estado, el título incluyó el sitio arqueológico de Xochicalco, considerado desde 1999 Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Un caso típico del comportamiento inescrupuloso de las mineras es el Grupo México, regenteado por la familia Larrea Mota-Velasco. En febrero se cumplió otro aniversario luctuoso de la tragedia de Pasta de Conchos, Sabinas, Coahuila, donde yacen aún los  cuerpos de medio centenar de víctimas que la empresa no ha permitido rescatar para entregarlos a sus deudos.

Hace pocos años, también, la mina Buenaventura del Cobre (Cananea, Sonora) propiedad del corporativo citado, provocó un derrame tóxico que afectó a la población, a la ganadería y la agricultura de siete municipios por los que atraviesa el Río Sonora, cuyos afluentes fueron contaminados especialmente por cianuro.

La complaciente secretaría federal de Medio Ambiente y Recursos Naturales dio fe la catástrofe e impuso a Grupo México algunas blandas sanciones reparatorias.

Hace unos meses, la gobernadora de Sonora, Claudia Pavlovich aseguró que la empresa recibió las notificaciones como llamadas a misa y no ha cumplido con los compromisos suscritos con la Semarnat, los gobiernos municipales y las familias afectadas.

Tragedias, pues, que quedan como meros tópicos anecdóticos que no sirven de tema ni siquiera en los montajes donde se anuncian providencias contra los impactos del cambio climático.

Se anuncian nada más, mientras que el territorio mexicano sigue siendo esterilizado por el acido sulfúrico, el cianuro y el mercurio que amenazan con convertir a México en un páramo.

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