Voces del Periodista Diario

La rifa del tigre que se sacó Alejandro Murat

VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George

Hasta hace medio siglo, Oaxaca fue mera estampa de folclor animada por su densidad y pluralidad indígena.
Fue al arribo del indígena Heladio Ramírez López a la gobernación del estado en los noventa, cuando éste denunció que en la entidad habitaban los más pobres entre los pobres de México. Si de marginación se trata, ahí está el más sugerente tema de investigación sociológica.
En el actual sexenio federal, Oaxaca y sus siete regiones son el cuadrante de la lucha social en México sin solución de continuidad. El magisterio es el frente de resistencia más activo.
Sin embargo, en la lucha magisterial convergen movimientos indígenas-campesinos seculares a los que en plena postmodernidad no se les pone atención.
A Oaxaca le debe mucho el gobierno central. Ahí se produjeron desde el siglo XVII los primeros brotes de rebeldía de los pueblos originarios contra el virreinato, precursores de la Independencia de México.
El indígena Benito Juárez y su mentor don Matías Romero; el mestizo Porfirio Díaz, los combatientes hermanos Flores Magón, el educador José Vasconcelos, el escritor zapoteco don Andrés Henestrosa, el pintor Rufino Tamayo, el polifacético aún activo Francisco Toledo; toda una pléyade, merece algo más que una efemérides ritual.
Desde 1950, los terratenientes esclavistas de los valles agrícolas del noroeste mexicano -hasta llegar finalmente al Valle Imperial de California-, han encontrado en Oaxaca mano de obra productiva que ha dado prosperidad a esas regiones donde se les identifica simplemente como oaxaquitas, signo inequívoco del Darwinismo Social.
De acuerdo con diversos estudios demográficos, en las últimas décadas habrían emigrado de su estado unos dos millones de oaxaqueños, pretendiendo huir de la miseria.
Esos emigrantes no han encontrado solución a su destino en el área metropolitana de la Ciudad de México, donde la delegación de Iztapalapa y Ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México, son deprimentes imágenes del transtierro.
Es tal la intensidad del fenómeno migratorio, que se toma como un chiste llamar Oaxacalifornia a los estados limítrofes del noroeste de México y el suroeste de la Unión Americana. De ese tamaño es el drama.
Un legado de anarquía
Al terminar el sexenio -decirle mandato sería una ironía- de Gabino Cué Montiagudo, la escena no puede ser más expresiva: La anarquía convoca a burócrata, indígenas, maestros, estudiantes, transportistas, colonos, etcétera.
Sería esa una nota típica, si no fuera porque a las manifestaciones populares de protesta se suma una cauda de acreedores del gobierno del estado, cuyas empresas están a punto de cerrar por insolvencia a causa de la falta de pagos.
Aunque reportes de la Secretaría de Finanzas estatal hablan una deuda pública de más de 20 mil millones de pesos (contra un presupuesto quebrado), actuarios externos la calculan cercana a los 50 mil millones de pesos.
El gobierno saliente ha hipotecado las participaciones federales a un plazo por menos hasta 2026.
Esa es la rifa del tigre que se sacó Alejandro Murat, quien hoy asumió la gobernación de Oaxaca. Se necesita mucho amor a los paisanos, mucha vitalidad; pero, sobre todo, enorme voluntad política para encontrarle la cuadratura al círculo y enfrentar el desafío.
Creemos que esos atributos, propios de la juventud temeraria, los posee Alejandro Murat. Hacemos votos porque, en bien de los oaxaqueños, salga bien librado de esa hercúlea empresa.

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