El 24 de enero de 2010, la vida sonreía a Salvador Cabañas. Máximo goleador de la Copa Libertadores dos años consecutivos, brillaba en el América, el club millonario de México, y comenzaba a preparar las maletas para defender a la selección paraguaya en el Mundial de Sudáfrica. El presente era brillante y el futuro aún más prometedor. Pero solo un día después de aquel idílico panorama, el delantero veía truncada su carrera al recibir un tiro en la cabeza durante una visita a un local nocturno de Ciudad de México. Con la bala aún alojada en su cuerpo, la entonces idolatrada figura del fútbol paraguayo lucha ahora por salir adelante trabajando en la humilde panadería de sus padres.
Cabañas se había convertido en uno de los mejores jugadores del continente a base de marcar goles con el América y con la selección paraguaya, a la que condujo a la clasificación para Sudáfrica 2010. Sin embargo no pudo ver cumplido su gran sueño de jugar el Mundial porque el 25 de enero de ese año recibió un disparo en la cabeza en el «Bar-Bar», un local nocturno de moda. Un fatídico incidente con un narcotraficante que nunca llegó a esclarecerse debido a las secuelas que dejaba aquella bala en la memoria del prometedor jugador.
Cabañas, con el América
Había acudido en compañía de su mujer un día después de que el América perdiera en el estadio Morelos, el último gran partido disputado por Salvador Cabañas. Aquel bar supuso el fin de su carrera, el inicio de su ruina y el comienzo de la ruptura de su matrimonio. Después de más de un mes ingresado en un hospital, volvió a pisar la calle con la bala alojada en su cabeza porque los médicos no se atrevieron a operar. Cinco años después sigue viajando con ella, pero ya nada es igual.
Arruinado y en pleitos judiciales
La vida se tornó en una pesadilla para Cabañas, que se vio obligado a despedirse del fútbol de élite aunque intentó probar fortuna en clubes modestos y con menores exigencias deportivas. Ahora lucha por salir adelante ayudando en el negocio de panadería que regentan sus padres en Itaguá, localidad a 30 kilómetros de la capital paraguaya. Él es el encargado de repartir el pan a los clientes de la familia. La única vinculación que le queda con el fútbol son las conversaciones que mantiene con ellos cuando realiza las entregas. El balón siempre está presente en ellas.
Y mientras se asegura un modesto salario en un escenario alejado de los campos de fútbol que tanto añora, Cabañas también intenta recuperar el dinero que desapareció de sus cuentas bancarias después de ser tiroteado , así como las lujosas propiedades que pasaron a manos de la que era su mujer. El exjugador denunció que, durante la convalecencia, su esposa se quedó durante con una mansión en Asunción valorada en cinco millones de dólares y con otros bienes gracias a la ayuda de los que eran su representante y su abogado.
Los litigios judiciales se suceden y también intenta conocer el destino del dinero de la indemnización por la rescisión de su contrato con el club América, que, según su actual abogado, desapareció de su cuenta. También ha solicitado a la Fiscalía que se investigue en manos de quién quedaron algunos de sus inmuebles, así como propiedades en Acapulco y Cancún. La desaparición de joyas «de gran valor» ha sido igualmente denunciada.
Cinco años después de la noche del tiroteo, la vida de Cabañas es muy diferente a la que comenzaba en 2010. Alejado de los estadios, se levanta a las cuatro de la mañana para repartir el pan. «Aquí estoy, tratando de recuperarme. Tengo mucha fe a pesar de que perdí todo», explicaba en una reciente entrevista.
Con información de ABC