El presente comentario se publicó, originalmente, en Actualidad RT.
Enrique Peña Nieto entregará un país en ruinas. Endeudamiento desbordado, corrupción desenfrenada e instituciones desmanteladas. La construcción de la Cuarta República no será nada fácil, pero lo lograremos con la participación de todos.
La transición avanza de manera suave, institucional y cordial. Sorprende la manera en que el Régimen, al parecer, ha aceptado su derrota. Andrés Manuel López Obrador ya recibió su constancia de mayoría en el mismo auditorio del Tribunal Electoral donde se consumó el fraude en 2006.
Tanto el Consejo Coordinador Empresarial como Donald Trump han reconocido e, incluso, celebrado el triunfo del tabasqueño. Hasta José Antonio Meade ya acudió a la casa de AMLO para rendirle homenaje al nuevo presidente.
Pero esta fachada de aparente normalidad democrática esconde una terrible realidad. El próximo 1 de diciembre, López Obrador recibirá un Gobierno desmantelado y con las arcas vacías. La deuda pública hoy alcanza casi el 50 % del Producto Interno Bruto. La enorme corrupción e irresponsabilidad de Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto han dejado un legado de un total de 10 billones de pesos en deuda al nuevo Gobierno.
En 2019, López Obrador tendrá que pagar la cantidad criminal de 713.842 millones de pesos —un 2,9 % del PIB— únicamente para cubrir el costo financiero, los intereses de la deuda. Imagine cuántos hospitales, escuelas y carreteras se podrían construir con este recurso. Imagine cuántos niños han fallecido por hambre y por falta de atención médica a causa de los desvíos y derroches del PRIAN.
El mensaje del 1 de julio fue perfectamente claro: ha llegado la hora de que el presupuesto, finalmente, le sirva a la sociedad en lugar de a los amigos y los socios.