Por Luca Pistone. Enviado
CHISINAU, MOLDAVIA (Notimex) 04 de febrero de 2019.- Cada vez que Andrey escucha ese maldito mensaje, tiembla. Se bloquea y se le pierde la mirada en el vacío. Ya pasó mucho tiempo desde que lo recibió, pero todavía no consigue entender el porqué de tanta maldad.
“Ignorancia, frustración o quizás miedo. Realmente, no sé qué pensar”. Así es cómo Andrey Colioglo, de 25 años, periodista y que actualmente trabaja como camarero, trata de justificar el mensaje vocal lleno de insultos y amenazas de muerte que recibió en su celular de un número anónimo.
Está pronunciado en un ruso particular con un acento muy fuerte de Gagauzia, la región de Moldavia de la que proviene el chico.
“Lo menos vulgar que me dice es que soy un homosexual asqueroso. Les evito la traducción del resto del mensaje”, confía.
Después de una vida dedicándose a ocultar su orientación sexual a familiares y amigos, hace dos años Andrey decidió salir del armario.
Se trata de una elección difícil de tomar en un país como Moldavia y, sobre todo, para un chico de Gagauzia.
“Vengo de un pequeño pueblo donde la gente es muy conservadora. Mi padre luchó en Afganistán, mi madre es una devota cristiana ortodoxa. Imagínense cómo se lo tomaron. Preferí hacer las maletas y mudarme aquí, a Chisinau, donde puedo vivir un poco más en el anonimato”, cuenta.
En 2013, por primera vez en la historia de la antigua república soviética, se celebró el Orgullo Gay en la capital. Andrey participó y terminó en las imágenes de los noticieros locales.
“Sabía que corría riesgos, pero no me importaba en absoluto. Tal vez, inconscientemente, buscaba algo que me diera el impulso para salir del armario”, agrega.
Al final, dice, “todos se enteraron de que había participado en la manifestación, y poco después me declaré al mundo a través de las redes sociales. Tuve cierta notoriedad de inmediato, me entrevistaron varias televisiones y, con esto, comenzaron las amenazas”.
Andrey encontró apoyo en Genderdoc-M, la primera y única organización no gubernamental de Moldavia que lucha por la promoción de los derechos de la comunidad LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales).
Fundada en 1998, Genderdoc-M tiene la sede en una hermosa casa de tres pisos en el centro de Chisinau.
Anastasia Danilova es la directora ejecutiva de la ONG.
Relata: “trabajamos en varios frentes. Lo que más nos importa es que nuestros miembros aprendan a aceptarse a sí mismos por lo que son, que se den cuenta de que no hay nada de malo en ser homosexuales, lesbianas, bisexuales o transexuales. Y, sobre todo, que es posible tener una vida feliz en Moldavia”.
“En Moldavia -explica Anastasia- la situación de la comunidad LGBT es muy delicada. Sobre el papel no estamos discriminados, pero la realidad no es así. Por un lado, podemos organizar eventos públicos, pero por el otro nos enfrentamos a un clima lleno de odio hacia nosotros”.
“Personas prominentes como el presidente de la República, que dice no ser el presidente de las personas LGBT, pronuncian discursos y amenazas contra nosotros. Lo mismo ocurre con las diversas Iglesias del país, cuyos líderes afirman abiertamente que somos un peligro para la sociedad moldava”, señala.
A pesar de la evidente discriminación, en los últimos años la situación de la comunidad LGBT de Moldavia mejoró significativamente.
En comparación con las primeras ediciones del Orgullo Gay, en las que las protestas contra Genderdoc-M fueron más intensas y la policía hizo poco o nada para reprimirlas, en las más recientes se respiró un ambiente más relajado y se percibió una mayor protección por parte de las fuerzas del orden.
“El Orgullo Gay es un evento muy importante, un día que nos da una energía increíble”. Maria Semionova, de 28 años, diseñadora, es miembro de la organización desde hace mucho tiempo.
Acepta encontrarnos en su encantador apartamento, no lejos del centro de la capital.
“Ese día todos nos pusimos una camiseta con las palabras ‘Fara Frica’ (sin miedo), llevamos pancartas, hicimos ondear banderas. Pero tengo que decir que la gente sigue temiéndonos, a menudo nos insultan. Pero nosotros no prestamos atención a estas cosas, seguimos nuestro camino”.
Los grupos de extrema derecha son los peores enemigos de la comunidad LGBT.
Afortunadamente, los ataques físicos son raros, aunque cada vez con más frecuencia se registran episodios desagradables en los que los nuevos fascistas nazis, que usan perfiles falsos, se ponen en contacto a través de las redes sociales con personas gays a las que invitan a ir a un lugar específico.
Una vez que se descubre a la víctima, se la fotografía y lo hacen público.
“Hay que ir siempre con mucho cuidado con las redes sociales“. Maxim, de un poco más de 20 años, estudiante de ingeniería, ostenta cierta sabiduría. No tiene ningún problema en hablar en voz alta en un agradable pub del centro.
“En la web hay todo un mundo LGBT ‘underground’. Debemos tener mucho cuidado de exponernos sin terminar en las trampas de los locos fascistas. En Moldavia existe la convicción de que, a diferencia de un hombre gay, una lesbiana se puede ´recuperar´”.
“Hay personas que creen que una mujer es lesbiana porque nunca tuvo ninguna relación sexual con un hombre ´de verdad´. ¿Se dan cuenta?”, se pregunta.
Y añade: “si la gente no habla de ello, parece un tabú. Y en cierto sentido, lo es. Si tienes que presentarte a la sociedad tienes que pensar que eres normal, porque eres normal”.
“Si tienes miedo de hacerlo, no habrá lugar para ti. En Moldavia estamos en una fase de trabajo en progreso, todavía no hemos desarrollado completamente este tema, no tenemos una representación de 360 grados, pero confío en que lo lograremos”, finaliza.
VP/Internacional/EZ