Sólo 70 personas en el mundo han recibido una mano nueva de remplazo, o dos, como en el caso de Ess.
Al despertar después de casi 12 horas de operación, lo primero que recuerda Ess es tener miedo de ver sus manos. “Las llamaba ‘las nuevas’, porque todavía eran extrañas, eran algo nuevo para mí”.
“Recuerdo haberlas mirado y ver esmalte de uñas de color púrpura en el pulgar, eso me hizo aún más consciente del hecho de que le pertenecían a alguien que acababa de morir”, cuenta.
Ahora, dos años y medio más tarde, siente que esas manos son suyas. Pero no ha sido fácil.
Ess, que perdió sus manos debido a una infección, es una de las beneficiarias de un procedimiento quirúrgico futurista. Sólo 70 personas en el mundo han recibido una mano nueva de remplazo, o dos, como en el caso de Ess.
“Esta es la primera vez en la historia que podemos restaurar partes del cuerpo en vez de reconstruirlas”, dice doctor Scott Levin, cirujano de Ess y director del programa de Trasplante de Mano de la Universidad de Pensilvania.
Los trasplantes de mano son poco comunes, y no todo el mundo es un buen candidato. Ellos tienen que pasar por una serie de pruebas para asegurarse de que son lo suficientemente sanos, no sólo para seguir adelante con el procedimiento, sino para poder tolerar los medicamentos inmunosupresores por el resto de sus vidas que evitan que el cuerpo rechace las nuevas partes del cuerpo.
“No puedo ni explicar todas las pruebas que me hicieron”, dice Ess. “Fueron días y días”.
Después de un año de exámenes y de preparación, Ess tuvo la aprobación para seguir adelante con el trasplante. Entonces esperó.
Doce horas, 12 cirujanos
Un día, a finales de septiembre, salió un donante de manos. Ess entró en la sala de operaciones, y con la ayuda de 12 cirujanos salió de allí con un nuevo par de extremidades.
El procedimiento incluye reconectar capa por capa pequeñas piezas de huesos, músculos, tendones, nervios, arterias y venas, con la ayuda de microscopios.
Primero se juntan los huesos, después se restablece el flujo sanguíneo en el miembro sustituido mediante el reacoplamiento de las arterias y venas.
El siguiente paso son los tendones, los nervios y la piel.
Durante años se ha practicado este tipo de microcirugía para recolocar dedos en emergencias. Ahora se utiliza en escenarios más controlados para volver a unir todo un brazo.
Tras 12 horas de delicada reinserción, Ess tuvo dos manos nuevas. “Fue entonces comenzó el trabajo duro”, aclara.
Pasó meses en terapias. Durante cinco horas al día tenía que estirar, doblar y extender las manos, para tratar de estimular a sus propios nervios y músculos a que se fusionaran y crecieran en sus nuevas extremidades.
Al principio, su terapeuta simplemente movía sus manos, mientras que ella intentaba recordar cómo era mover sus propios dedos. “Mucho de esto es mental”, dice Ess. “Porque tus nervios tienen que regenerarse, pero tu mente también tiene que regenerar la idea de mover los dedos”.
Tres meses, dos dedos.
No fue sino hasta tres meses después de la cirugía que Ess logró un algún movimiento de las manos.
“Levanté los brazos para estirarme, y cuando miré hacia arriba vi cómo mi dedo índice y el dedo medio derecho se movieron un poco. Y me asusté”.
“En ese momento pensé que era algo raro, pero lo pude hacer de nuevo, una y otra vez. Esa fue quizás la primera vez que me dije, vaya, estas manos son mías”.
Hoy, dos años y medio después de su trasplante, Ess sigue acudiendo a terapia una o dos veces a la semana durante una hora y media. Cree que probablemente siempre tendrá que ir a terapia, pero considera recuperar el control de su vida es algo que lo vale.
“Se requiere de mucha persistencia y diligencia”, para lograr que este procedimiento tenga éxito. “Se necesita de una buena pelea interna”.
Tener manos ha transformado su vida. “Vivo sola, tengo un perro, conduzco, hago cosas normales”.
“Es posible que estos trasplantes no salven vidas, pero sin duda cambian la calidad de vida”, dice por su parte el doctor Levin.
Todavía hay cosas que Ess no puede hacer con las manos, como recogerse el pelo hacia atrás, o sacar algo de la cartera sin mirar.
“Digamos que puedo sacar una papa frita de la bolsa, pero si se trata de un Chex Mix, no puedo elegir mi favorito”. Eso es algo que asegura llegará con la práctica.
Ess dice que ahora ve las manos como si fueran de ella. Una sensación que en parte se debe a que han vuelto a crecer nervios cruciales que le permiten doblar y flexionar los dedos; y en parte al tiempo que tarda el cuerpo en adaptarse a un nuevo miembro, ya sea prótesis o trasplante.
Investigaciones han mostrado evidencias de que el cerebro puede integrar objetos extraños a la imagen corporal que percibe.
Tal vez el ejemplo más famoso sea la ilusión de la mano de goma, donde los investigadores manipulan el sentido del tacto y de percepción de una persona discapacitada para inducir la sensación de que una mano falsa es la suya. Para aquellos con una mano nueva trasplantada, esa sensación es mucho más convincente.
Levin aclara que es posible que los trasplantes de mano nunca lleguen a ser una opción para todos. “Tiene sus pros y sus contras. Hay prótesis que se pueden romper; y hay trasplantes que se ven y sienten normales, pero que están sujetos a la medicación de por vida para evitar que sean rechazadas”.
La tecnología protésica está avanzando junto con los trasplantes, y algún día los amputados podrán elegir entre muy buenas opciones para sustituir a sus miembros perdidos. “La elección siempre será del paciente”, dice Levin.
Ess confiesa que todavía piensa en la persona que donó sus partes del cuerpo y la ayudó a vivir su vida de nuevo. Pero aparte del toque de barniz de uñas, cuando se despertó, Ess no sabe nada acerca de esa persona, y es probable que se mantenga así.
“Somos muy cautelosos acerca de no revelar la identidad el donante”, explica Levin. “Ella no sabe nada, no es justo que lo sepa”.
Lo que Ess siente más que nada es gratitud. Ella dice que su segundo pensamiento después de despertarse de la cirugía fue “estoy infinitamente agradecida: que haya sobrevivido y que alguien me haya dado tal regalo”.
Y a pesar de que ha sido duro, está feliz de haberlo hecho. “No me arrepiento de nada. En lo absoluto, ni siquiera un poco”.
(Con información de @bbc_ciencia)