VOCES DEL DIRECTOR
Mouris Salloum George
¿ES, EL ESTADO FALLIDO,el que inseminó la economía criminal? ¿O fue, el crimen organizado, la placenta del Estado fallido? Cualesquiera de las respuestas, nos remite al mismo resultado: El Estado nacional quedó expuesto, impotente, a los designios de la criminalidad profesional, y el tejido social fue roto apenas albeando el siglo XXI.
Por delincuencia común, se entiende la de cuello percudido que actúa por instinto o por necesidad de subsistencia. Por crimen organizado, el que practican los delincuentes de cuello blanco, en cuyo caso la codicia desmedida asocia en un mismo fin a agentes particulares y a personeros del poder público.
El Estado, fuente de esperanza y de corrupción
La segunda tipificación penal, se explica porque el Estado administra la riqueza nacional al través de las imposiciones fiscales, participa con un cuarto en el Producto Interno Bruto, es el gestor de la contratación de obras y servicios públicos, el principal generador de empleos y, al través del pago a servicios personales, lubrica el consumo interno.
Cinco billones de pesos en ingreso y gasto anuales, con manejo discrecional por parte del Poder Ejecutivo, colocan al servidor del Estado en el umbral de lo que la conseja popular describe: En arca abierta, hasta el justo peca.
De Madame Calderón de la Barca a Antonio García Cubas
Historia y leyenda, en cinco tiempos. En la primera mitad del siglo XIX, la escocesa Madame Calderón de la Barca, esposa de diplomático acreditado en México, escribió una serie de cartas en una de las cuales relata la experiencia de un incruento asalto en camino real.
Para principios del siglo XX, don Antonio García Cubas documenta “hazañas” de los coloquialmente conocidos en la segunda mitad del siglo XIX como bandidos generosos, algunos de ellos colados en movimientos políticos en busca de su posterior “ascenso social”.
Para la primera mitad del siglo XX, la picaresca mexicana reporta la opción: Compadre, a mí no me des, nomás ponme donde haya. En la segunda mitad, aparecen los que la sociedad rural adopta como bandoleros sociales; los temerarios campesinos que incursionan en la producción y comercialización de drogas, y salpican parte de su rentabilidad a las familias labriegas.
Privatizar las ganancias; socializar las pérdidas
La Economía criminal se instituye al implantarse el modelo neoliberal en la década de los ochenta: Se aplica entonces la fórmula: Privatizar las ganancias, socializar las pérdidas. Ya son hurtos a la alta escuela, cuya herramienta es la ingeniería financiera, disciplina que se aprende en instituciones de altos estudios, de preferencia extranjeras.
Latente el fenómeno de la corrupción pública, Miguel de la Madrid postula la renovación moral de la sociedad. Su sucesor, Carlos Salinas de Gortari, reforma la Justicia Penal para despenalizar los delitos patrimoniales y financieros.
La hidra multiplicó sus cabezas, engrasada por la impunidad. Se cortaba un apéndice y aparecían cientos: Cientos de nuevos plutócratas; docena y media nominados en la lista de los más ricos del mundo. Con la exclusión y la socialización de las pérdidas, 70 millones de mexicanos fluctuantes entre la pobreza y miseria.
Se gestó así la perversa figura, Estado menesteroso–Nuevos Cresos chapoteando en la abundancia mal habida. La Sociología establece una conclusión: Si delinquen Los de arriba y permanecen impunes; Los de abajo emulan, pero aquí aplica la máxima: A los amigos, justicia y gracia; a los enemigos, justicia a secas.
Restauración del régimen de castas: La dorada, dominante
Así se restablece en México el régimen de castas: La dorada,la componen la oligarquía económica privada y sus socios, los servidores del Estado, desde el presidente hasta los mandos medios de la administración federal y su reproducción en los estados.
Retrato de la degradación de la ética republicana y de la moral pública, el dibujado a grandes trazos, para combatirla irrumpió la escena político-electoral el Movimiento Regeneración Nacional, contra el que conspira, como paradoja, la Republica amorosa.
Aplaudimos la primera idea, deploramos la praxis de la segunda. ¿Se enfrenta la sociedad mexicana a un nuevo desencanto de la democracia representativa?
La respuesta está en la democracia participativa. Por hoy, nos parece una quimera; sin embargo, seguimos ejerciendo el beneficio de la duda. Es posible que, al terminar el actual sexenio, aparezca en las marquesinas la obra: No todo está podrido en Dinamarca. Se vale soñar.