LOS CICLOS ECONÓMICOS son fluctuaciones en la actividad económica del conjunto de los negocios, en los países donde dicha actividad está organizada mayoritariamente con base en empresas que persiguen fines de lucro.
Akire Lincho
EN GENERAL, se considera que un ciclo económico se compone de cuatro fases:
(a)LA EXPANSIÓN O RECUPERACIÓN, es la fase de crecimiento de la actividad económica de la mayoría de las empresas y sectores; en esta fase tiene lugar una renovación del capital con efectos multiplicadores sobre la actividad de los negocios, derivando en una etapa de crecimiento económico; (b) EL AUGE,es la fase en que la economía llega al punto más alto de crecimiento involucrando todos los factores de la producción, y da lugar a una sobreproducción que satura la capacidad de absorción del mercado, lo que deriva en una desaceleración de la actividad económica. (c)LA RECESIÓN, es la fase decreciente del ciclo económico que implica una disminución sustancial de la inversión, del empleo y de la producción; cuando la recesión es especialmente brusca se dice que se trata de una crisis; se hace referencia a una contracción de la economía cuando la actividad económica disminuye y se ubica por debajo del nivel mínimo que registró durante la recesión anterior. (d) UNA DEPRESIÓN, es el punto más bajo que alcanza un ciclo, caracterizado por niveles altos de desempleo y una disminución sustancial del consumo, lo que deriva en un congelamiento, o incluso, en una disminución de los precios de productos y servicios, aunque a veces se usa este término sólo para definir una recesión severa donde, por ejemplo, el nivel de desempleo es superior a un 10 por ciento.
Variables
LAS FASES DE CADA CICLO ECONÓMICO se caracterizan y se reconocen por el movimiento de un buen número de variables en un sentido de crecimiento, ascendente o descendente; las variables más comunes son, entre otras, el Producto Interno Bruto, la actividad industrial, la confianza del consumidor, los montos de recaudación de impuestos, las cifras sobre el empleo, el valor y las utilidades de las empresas, los niveles de deuda de gobiernos y corporaciones, el valor de las monedas en relación con otras y las cifras de comercio exterior.
El comportamiento de algunas de estas variables en muchas ocasiones se adelanta al comportamiento de las demás y permite predecir la aparición de un cambio de fase en el ciclo económico que está teniendo lugar.
La última crisis económica global sucedió en el año 2008, con el desastre financiero en el mercado hipotecario, pero los primeros indicios en la tendencia decreciente de algunas variables económicas se comenzaron a observar desde el 2006; oficialmente la recesión inició en diciembre de 2007, alcanzó su nivel más profundo a principios de 2009, y las variables económicas empezaron a moverse en un sentido de crecimiento ascendente hasta 2010, anunciando el inicio de la fase de expansión de la economía.
HOY, AL CUMPLIRSE DIEZ AÑOS de que el mundo se encontró en el nivel más profundo de lo que hoy se conoce como la Gran Recesión, la más grave que se ha vivido desde la Gran Depresión de 1929, vuelven a aparecer indicios claros de que la economía global se acerca a otra recesión severa.
Algunas variables comienzan a anunciar la llegada de otra fase recesiva importante de la economía global. Lo que permite inferir que esta puede ser incluso más profunda que la Gran Recesión, es la lectura de otros indicadores que señalan la presencia de enormes burbujas especulativas en los mercados; a esto hay que sumar el conflicto comercial en el que están enfrentando las dos economías más grandes del mundo.
A fin de facilitar la observación del comportamiento de las variables económicas, frecuentemente éstas se agrupan y ponderan para configurar índices, que nos permiten analizar más fácilmente los movimientos de grupos de variables agregadas en uno u otro sentido.
A mediados del año 2019 se aprecia la confluencia de distintos indicadores en movimiento, en sentido descendente de la actividad económica y con señales del acercamiento acelerado de una fase de recesión. En este contexto es indispensable mantener la atención permanente en el comportamiento de estos indicadores; al mismo tiempo es necesario vigilar de cerca otros parámetros que están alcanzando niveles inéditos de crecimiento especulativo y que van a profundizar severamente la fase recesiva de la economía, pudiendo llegar a sumirla en otra depresión.
Focos rojos
ENTRE LOS indicadores que están encendiendo los focos rojos del comportamiento económico global, se han seleccionado los siguientes que señalan claramente la aproximación acelerada de una recesión económica: (1) El comercio global desde los Estados Unidos, que mide los volúmenes de exportaciones hacia el resto del mundo, hacia países con economías desarrolladas y desde el resto del mundo hacia Estados Unidos. Este parámetro se ubica en su nivel más bajo de los últimos 10 años; de hecho, está colocado en -33 por ciento, nivel que registraba ya en plena recesión a finales del 2008. (2) El nivel de desempleo en la economía estadounidense, que anuncia una desaceleración económica abrupta cuando disminuye por debajo del cuatro por ciento; este índice cayó ya a 3.8 por ciento alcanzando su nivel más bajo desde 1969, incluso por debajo del que registró en los años 2000 y 2007, justo antes de las dos últimas fases recesivas importantes de la economía global. (3) El modelo de probabilidad de recesión de la Reserva Federal de Nueva York, que compara los rendimientos que ofrecen los bonos del tesoro americano a tres meses y a 10 años; normalmente los bonos a tres meses pagan menos rendimiento a sus tenedores que los bonos a 10 años; cuando esto sucede al revés, se dice que el indicador se “invierte”, lo cual se observa sólo e invariablemente antes de que comience la fase recesiva de la economía, como sucedió en 1990-1991, 2000-2001 y 2007-2008; la mala noticia es que este indicador comenzó a “invertirse” en Mayo del 2019, anunciando el inicio de la recesión en el corto plazo. (4) El crecimiento de las ganancias corporativas. Cuando se coloca en terreno negativo, avisa que la economía está entrando en recesión; durante 2017 y 2018 se mantuvo cerca de +20 por ciento, pero en el inicio de 2019 se estrelló con un muro y sólo creció en 1.5 por ciento, alcanzando el mismo nivel que tuvo a finales del 2000 y del 2007; es decir, justo antes de dos fases económicas de caída severa de la actividad económica. (5) El índice de los directores de compras manufacturas en los Estados Unidos (PMI), en los últimos meses cayó a su nivel más bajo desde septiembre del 2009. (6) Los embarques de insumos mayores para viviendas estadounidenses, han caído a -17 por ciento, por debajo del nivel que tuvieron incluso durante finales del 2008 en plena crisis. (7) Los permisos para construcción e inicio de edificación de viviendas en el mercado norteamericano, parámetro que se ubica en el mismo nivel en que se encontraba a finales del 2007, unos meses antes del inicio de la caída. (8) El porcentaje de cambio que sufren las exportaciones de Corea del Sur, que tradicionalmente se considera como un barómetro para medir la salud de la economía mundial, ha venido registrando una tendencia descendente desde principios de 2018, y hoy se ubica en el mismo nivel en que se encontraba a mediados del 2008 en plena recesión profunda.
Por otro lado, se encuentran los índices de los mercados de valores que muestran la presencia de una burbuja especulativa de grandes dimensiones. (9) El índice Dow Jones ha crecido en 200 por ciento del 2009 a la fecha, y (10) El índice S&P 500 ha aumentado en 300 por ciento en el mismo período, del año 2009 a la fecha. Se estima que hoy estos mercados presentan un nivel de sobrevaluación especulativa de los valores negociados tan alto como el que se registraba en el año 1929, cuando la Gran Depresión inició con la explosión de una burbuja como la que están viviendo hoy los mercados. En 1929, antes de la caída, el índice de capitalización bursátil/PIB era de 87 por ciento; en la actualidad es del 203 por ciento.
La deuda
SIN EMBARGO, la burbuja verdaderamente preocupante se puede percibir en los valores de deuda que incluye los instrumentos derivados. Por un lado, se encuentran los valores de deuda representados por bonos gubernamentales y corporativos; por otro lado, se encuentran los instrumentos derivados y los SWAPS de incumplimiento crediticio, junto con otros instrumentos sofisticados emitidos por bancos y corporaciones. La deuda global ha crecido a niveles inéditos que, prácticamente, no dejan margen de maniobra para controlarla.
Solamente la deuda soberana, emitida por los países mediante bonos, sin considerar otros rubros, crece en poco más de un millón de dólares americanos cada tres segundos.
Gobiernos como el de los Estados Unidos acumulan un nivel de deuda equivalente a 109 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) anual; sin embargo, si consideramos dentro de su deuda a los instrumentos derivados, ésta alcanza una cantidad mayor a 3.3 veces el monto de su PIB. El índice de miseria calculado por la CIA para este país es de 32.9; para darnos una idea de lo que significa, este mismo índice era de sólo 27 durante el peor período de la Gran Depresión de 1929. Su banco central, la FED, cuenta con 56 mil millones de dólares en caja, pero debe 22 billones, equivalentes a 77 veces lo que tiene en caja; los informes financieros del Tesoro de los Estados Unidos no dejan lugar a dudas, en el sentido de que este país se encuentra hoy mismo en situación de quiebra.
En su reporte, de enero del 2019, el International Institute of Finance de Washington informó que la deuda global de bonos gubernamentales y corporativos, sin considerar los instrumentos derivados, alcanza la cantidad de 244 billones de dólares, equivalente a multiplicar el PIB mundial por 3.18 veces.
El monto total de esta deuda se integra de la siguiente manera: 65 billones de dólares corresponde a los bonos emitidos por todos los gobiernos del planeta, misma que creció en un 76 por ciento en un período de 10 años; la deuda representada por bonos corporativos de las empresas no financieras alcanzó la cifra de 72 billones de dólares, colocándose casi en el 92 por ciento del PIB mundial; la deuda de los hogares creció 30 por ciento en 10 años, para ubicarse en 46 billones de dólares, impulsada principalmente por su crecimiento registrado en países emergentes como China, República Checa, India, México, Corea, Malasia y Chile, donde ésta aumentó en 20 por ciento sólo entre 2016 y 2018; por último, el endeudamiento del sector financiero creció en 10 por ciento en los últimos 10 años, para ubicarse en 60 billones de dólares.
Lo que no se toma en cuenta en este reporte, son los montos de los instrumentos derivados (calculados en alrededor de 1,500 billones de dólares), y los montos de pasivos sin respaldo (calculados en aproximadamente 250 billones de dólares). Sumando todas estas cantidades, el resultado es que la deuda global total alcanza prácticamente la cantidad de dos mil billones de dólares (esto es un “2” seguido de 15 ceros), equivalentes a multiplicar el Producto Interno Bruto mundial por 26; es decir, que el planeta completo tendría que trabajar durante 26 años sin gastar en nada, ni en comida, destinando todo el producto del trabajo al pago de la deuda.
Es muy claro que una buena parte de la deuda adquirida en estos años, se utilizó en salvar instituciones financieras quebradas durante la crisis hipotecaria del 2008, haciendo lo que hace muy bien el modelo banquero-financierista global; rescatando a los ricos, mientras se embargaban las casas a los ciudadanos de clase media y se ponían en remate.
Dinero sin valor
EL PROBLEMA FUNDAMENTAL de la deuda es que, en teoría, debería pagarse tarde o temprano; pero cuando ésta crece a un ritmo tan superior al del crecimiento de la economía, como ha venido sucediendo en los últimos años, los gobiernos se dedican a imprimir dinero sin valor para cubrir una deuda impagable, y esta situación hoy es de tal magnitud que ya no puede ser resuelta con la intervención de los gobiernos; cuando mucho y hasta cierto punto, éstos pueden impedir que los intereses aumenten para tratar de evitar la explosión inmediata de la enorme burbuja que representa la deuda mundial.
En junio del 2019 la Reserva Federal de los Estados Unidos reconoció que se acerca una fase recesiva de la economía, derivada de una fuerte concentración de empresas sobre-endeudadas; en pocas palabras, sabemos que se acerca una recesión severa y sabemos también que se va a detonar en el mercado de deuda corporativa; ahora la pregunta es ¿Cuándo empieza la caída y qué tan severa puede llegar a ser?
De acuerdo con las encuestas entre los ejecutivos de finanzas norteamericanos, con las señales que presentan los indicadores económicos y con los niveles alcanzados por las burbujas especulativas en los mercados de valores y derivados, podemos prever que la caída comience entre mediados y finales del año 2020.
Por otro lado, las señales son muy claras; los niveles de sobrevaluación de los valores en los mercados, la enorme concentración de deuda impagable sin respaldo alguno, y un escenario de guerra comercial entre las dos economías más grandes del mundo, indican que se avecina un desplome histórico inminente del mercado bursátil, cercano al 70 por ciento de su nivel actual, del que no se van a poder recuperar en varios años.
En esta ocasión, la recesión que viene va a provocar que los países tengan que sustituir el modelo financierista que ha prevalecido en la historia económica moderna, basado en un concepto de crecimiento ilimitado de la deuda dentro de un mundo que sólo dispone de recursos limitados.
Si no queremos que nuestros hijos habiten un planeta donde su nivel de comodidad y de oportunidades sea infinitamente inferior al que conocemos hoy, tenemos que aplicar un modelo conceptual distinto, y tenemos que hacerlo ya.