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Crece la tensión en El Salvador, ante el apretado resultado electoral

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El apretado resultado electoral de este domingo en las presidenciales ha elevado la tensión en El Salvador. El partido derechista Arena, que perdió en 2009 su predominio tradicional del poder, ha denunciado en un tono agresivo un “fraude” en el conteo de votos.

 

Ya con el 100% de los votos escrutados, el partido gobernante, el izquierdista FMLN, supera por una décima a Arena: 50,11% frente a 49,89. A las once de la noche, dos horas después de que el candidato de la derecha, Norman Quijano, echase sobre los comicios la sombra del fraude, el Tribunal Electoral ha atestiguado que la tendencia apunta de una manera “clara” a la victoria del Frente, aunque ha subrayado que no se podrá declarar un ganador oficial hasta que se complete el recuento final, que empezará este lunes y terminará, como muy tarde, el miércoles.

La reacción de Arena ha sido destemplada. Sobre las nueve de la noche, Quijano, de 67 años, dio ante sus seguidores un discurso en el que desautorizó a la autoridad electoral. “No hay tribunal que valga que nos pueda arrebatar esta victoria”, dijo.

Quijano, entre los vítores de sus partidarios, ha llevado su escalada verbal hasta el punto de decir que Arena y sus seguidores están “decididos a defender la victoria si es preciso con nuestras vidas”, y ha advertido de que el Ejército “está pendiente de este fraude”.

Con intención de despejar dudas, el presidente del Tribunal Electoral, Eugenio Chica, detalló en su intervención de las once los resultados provisionales.

Elecciones-El-SalvadorEl FMLN ha obtenido 1.494.144 votos. Arena, 1.487.510. La diferencia ha sido exigua: 6.634 votos de diferencia. El magistrado precisó que aún faltaban por contar 10 actas, si bien no son una cantidad que pueda revertir la tendencia de la victoria del FMLN.

El candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, el excomandante guerrillero Salvador Sánchez Cerén, de 69 años, fue la última figura clave en comparecer, sobre las once y cuatro de la noche. Sánchez Cerén, vicepresidente durante el gobierno del actual presidente, Mauricio Funes, dijo que la tendencia “ya no se modificará” y que se debe “respetar la voluntad del pueblo salvadoreño”.

El candidato del FMLN, un hombre parco, poco expresivo, sonreía pero mostraba cansancio, sobre todo en el tono de voz. Sánchez Cerén reivindicó su triunfo y criticó a Norman Quijano implícitamente por su discurso anterior: “Le quiero decir a aquellos que incitan a la violencia que se equivocan de camino: este pueblo ya decidió continuar por la ruta del cambio, ya no lo detienen a este pueblo, ya no lo detienen. Y entendemos el mensaje del pueblo, que tenemos que buscar el entendimiento con todos los sectores, porque juntos, gobierno, empresarios y pueblo vamos a hacer las grandes transformaciones que necesita El Salvador”.

Más allá de la beligerante reacción de Arena, este resultado provisional ha sido una sorpresa inesperada. Las encuestas pronosticaban que el Frente lograría al menos un 10% más de votos que Arena. El pasado 2 de febrero, en la primera vuelta, a la que se presentaron cinco partidos, el Frente había tenido un 49% de los votos y el partido de la derecha, un 39%. En base a ese precedente y de acuerdo con los sondeos, todo hacía indicar que la izquierda lograría su segundo mandato consecutivo con holgura. Este domingo el voto de los salvadoreños ha desmontado las previsiones, y hasta que finalice el recuento que debe iniciar mañana no se confirmará oficialmente la victoria in extremis del FMLN.

Un país dividido entre dos partidos

El FMLN ganó sus primeras elecciones en 2009 e intenta enlazar su segundo mandato presidencial, lo que certificaría el giro a la izquierda de El Salvador. La derecha, que ha perdido su predominio tradicional, procura regresar al poder desde la oposición.

El Frente fue la guerrilla marxista que combatió en la guerra civil de los años ochenta contra los sectores ultraconservadores de la élite política, militar y empresarial. Tras los Acuerdos de Paz de 1992 se convirtió en partido político, pero las tres primeras elecciones después de la guerra las ganó Arena.

La izquierda llegó al poder hace cinco años con la victoria de Mauricio Funes. Desde entonces el FMLN ha apostado por las políticas sociales. Su plan más significado ha sido darle uniformes, útiles escolares y vasos de leche a los niños de familias pobres para alimentarlos y para que sus familias no los saquen de la escuela para ahorrar.

De los 6.200.000 habitantes de El Salvador, un 34,5% vive en la pobreza. En esta sociedad marcada desde sus orígenes por la inequidad entre minorías poderosas y una masa sin recursos ni educación, el lema del Frente ha sido combatir la desigualdad socioeconómica. Esa política social se ha notado entre las clases humildes y el Frente ha llegado a estas elecciones confiado en el apoyo popular, aunque el desarrollo macroeconómico del país durante su gobierno ha sido limitado: en 2013 su crecimiento fue de 1,7%, el tercero menor de Latinoamérica.

Arena se ha presentado como la opción natural para impulsar el mercado, pero se ha cuidado de prometer que también hará políticas sociales. Lentamente, la derecha ha ido asumiendo que debe regenerarse si no quiere fosilizarse, y todavía dentro de su esquema neoliberal y ultrareligioso, ha ido matizando el discurso.

Eso ha hecho Quijano en lo económico y también en lo relativo a la inseguridad: dado que el Frente ha apoyado una tregua entre pandillas, que ha atenuado la epidemia homicida, el candidato de Arena empezó su campaña anunciando que se enfrentaría a las bandas solo con mano dura pero luego ha ido cambiando hacia una propuesta de prevención social del delito.

Dos décadas después del final de la guerra El Salvador sigue siendo una sociedad polarizada entre izquierda y derecha, pero la trayectoria de ambos bandos, la del Frente, una izquierda ya institucionalizada, y la de Arena, con un pie en el pasado y otro que se estira hacia la centroderecha, abren la esperanza de que la reconciliación nacional del país se concrete pronto en un escenario político de diálogo, en una domesticación democrática de sus impulsos de confrontación.

 

(Con información de El Páis Internacional Imágen de

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