El Papa Francisco criticó el “vaticano centrismo” en la Curia Romana, aseguró que muchos jefes de la Iglesia son narcisistas y que “la corte es la lepra del papado”.
Las críticas fueron hechas en la entrevista que dio el pontífice el pasado 24 de septiembre al fundador del diario “La Repubblica”, Eugenio Scalfari, y que el rotativo publica este martes.
“Los jefes de la Iglesia a menudo han sido narcicistas, halagados y malamente excitados por sus cortesanos. La corte es la lepra del papado”, precisa Francisco.
Acota que “el verdadero problema (del narcisismo) es que los más golpeados por esto son las personas que tienen mucho poder. A menudo los jefes son narcicistas”.
Reconoció que en la Curia Romana, conformada por los organismos que auxilian al Papa en el gobierno de la Iglesia, existen “cortesanos” pero sostuvo que la estructura en su conjunto en realidad es “otra cosa”.
Comparó a la Curia con las intendencias de los ejércitos, es decir, la sección que administra los servicios que sirven al funcionamiento de la Santa Sede. “Pero tiene un defecto: es vaticano-céntrica”, advirtió.
“Mira y cuida los intereses del Vaticano, que son aún, en gran parte, intereses temporales. Esta visión vaticano-céntrica abandona el mundo que lo circunda. No comparto esta visión y haré de todo para cambiarla”, reveló.
“La Iglesia es o debe volver a ser una comunidad del pueblo de Dios y los presbíteros, los párrocos, los obispos, están al servicio del pueblo de Dios”, añadió.
Scalfari relata en la entrevista cómo se puso de acuerdo con el Papa cuando éste le llamó por teléfono y miró en persona su agenda para establecer fecha y hora del encuentro.
El líder católico también reflexionó sobre diversos temas, desde los santos hasta el bien y el mal, pasando por la mística y la misión de la Iglesia.
Sostuvo que el proselitismo religioso es una “solemne estupidez”, que “no tiene sentido” mientras lo importante es “conocerse, escucharse y hacer crecer el mundo que nos circunda”.
Dedicó una frase a los teólogos de la liberación, los cuales “ciertamente daban un seguimiento político a su teología”. Estableció que “muchos de ellos eran creyentes y con un alto concepto de humanidad”.
Para el pontífice los más grandes males que afligen el mundo en estos años son la desocupación de los jóvenes y la soledad en la cual son dejados los ancianos.
Lamentó que los jóvenes vivan “aplastados por el presente” y cuestionó: “¿Se puede vivir aplastado por el presente? ¿Sin memoria del pasado y sin el deseo de proyectarse en el futuro construyendo un proyecto, un porvenir, una familia?”.
“Para mí es este el problema más urgente que la Iglesia tiene ante sí. Estos problemas no hieren sólo los cuerpos, también las almas. La Iglesia debe sentirse responsable tanto de las almas como de los cuerpos”, apuntó.
Criticó el clericalismo y señaló que cuado se encuentra con un clerical se convierte él mismo en anticlerical inmediatamente. “El clericalismo no debería tener nada que ver con el cristianismo”, ponderó.
También relató una experiencia personal de cuando fue elegido Papa por el Cónclave y pidió retirarse por algunos minutos a la habitación junto al balcón que da a la plaza de San Pedra.
Confesó que en ese momento su cabeza estaba totalmente vacía y una gran ansia le había invadido.
“Para hacerla pasar y relajarme cerré los ojos y desapareció todo pensamiento, también el de rechazar el encargo, como el procedimiento litúrgico permite. Cerré los ojos y no tuve más alguna ansia o emotividad”, contó.
“A cierto punto una gran luz me invadió, duró un instante que me pareció larguísimo. Después la luz se disipó y yo me alcé y me dirigí a la habitación donde me esperaban los cardenales y la mesa en la cual estaba el acto de aceptación. Lo firmé y después en el balcón se anunció el Habemus Papam”, describió.