Este 23 de enero, Donald Trump se alzó con la victoria en las Primarias republicanas de New Hampshire, venciendo a Nikki Haley, quien representa, en esta compulsa, a los elementos residuales del antiguo establishment del Partido Republicano y, por si fuera poco, también está aliada con algunos grupos demócratas del globalismo financierista.
Con esta derrota, la exgobernadora de Carolina del Sur reduce a la imposibilidad su chance de arrebatarle a Trump la nominación republicana. Ciertamente, nunca, frente a Trump, tuvo alguna probabilidad de conseguir ese objetivo porque el presidente 45° de los Estados Unidos mantiene una alta popularidad dentro de la población estadounidense; inclusive, está cinco puntos por arriba del actual inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, en las elecciones generales de noviembre.
La siguiente estación republicana será en Nevada con las elecciones primarias y el Caucus republicanos que se realizarán el 6 y el 8 de febrero respectivamente. También en esas competiciones, Trump ganará inapelablemente.
La contundencia ganadora de Trump, con una diferencia de dos dígitos sobre su retadora, confirmó que el expresidente sigue controlando el Partido Republicano y que continúa su marcha hacia el retorno al Salón Oval, aumentando la preocupación de las élites rivales que procuran mantener la “Pax Americana” en el orden global.