Ese cambio de ánimo fue confirmado este sábado por la ministra británica de Cultura, Nicky Morgan, a la emisora Radio 4 de la BBC, cuando declaró que ‘la música ambiental que rodea conversaciones entre el Reino Unido y la UE sobre un potencial acuerdo para el Brexit parece positiva’.
Aunque aclaró que todavía hay muchos detalles y algunas posiciones encontradas en las que trabajar, según la funcionaria ‘no hay dudas de que las cosas lucen prometedoras’.
De su lado, el presidente de la Consejo Europeo, Donald Tusk, declaró ayer desde Chipre que había recibido señales muy alentadoras del primer ministro irlandés.
Por supuesto, no hay garantías de éxito y el tiempo apremia, pero hay que aprovechar cualquier oportunidad, aseguró Tusk, en tono cauteloso, pero muy diferente a sus dichos de apenas unas antes, cuando anunció que estaba dispuesto a poner fin a las conversaciones.
Mientras tanto, los jefes negociadores del Brexit, el británico Stephen Barclay y el europeo Michel Barnier, acordaron ayer en Bruselas intensificar las pláticas en los próximos días, con el objetivo de sellar un pacto antes del 31 de octubre.
El Reino Unido debió abandonar la UE el 31 de marzo pasado, después que el 52 por ciento de los británicos votó a favor del Brexit en el referendo de 2016, pero la negativa del Parlamento británico a apoyar el acuerdo firmado por la entonces primera ministra Theresa May obligó a posponer la fecha para abril, y luego para octubre.
La controversia alrededor de una salvaguarda introducida por la alianza para evitar el establecimiento de una frontera física entre ambas Irlandas mantiene estancado el proceso de salida, aunque Johnson asegura que su país dejará el bloque en la fecha fijada, sin excusas ni pretextos.
El gobernante conservador, cuyas amenazas de un Brexit duro podrían verse coartadas por una ley doméstica que lo obliga a solicitar un aplazamiento de la ruptura si no consigue un nuevo pacto antes del 19 de octubre, hizo la semana pasada lo que llamó su oferta final a la UE.
La propuesta introduce algunos cambios al llamado backstop irlandés, en el sentido de que la provincia británica de Irlanda del Norte abandonaría la unión aduanera junto con el resto del Reino Unido, pero seguiría dentro del mercado común por al menos cuatro años.
Johnson asegura además que los controles fronterizos físicos, los cuales son la principal preocupación de la UE, serían mínimos, y en todo caso, lejos de la línea divisoria y sin mucho papeleo, pues se harían de forma electrónica.
La alianza considera, sin embargo, que la oferta contiene algunos puntos problemáticos que deben ser aclarados por el gobierno británico antes de firmar un nuevo tratado de retirada.
Cualquier eventual acuerdo sobre el Brexit deberá ser sometido a la aprobación del Parlamento, donde el gobernante Partido Conservador perdió la mayoría, y la oposición, liderada por los laboristas, se pronunciaron en contra de la propuesta de Johnson.
Existe también una creciente presión para que el pacto sea sometido a un referendo confirmatorio, que incluya además la opción de mantener al Reino Unido dentro de la UE.