Por José Luis Avendaño C.
A María Eugenia (la) Pastrana
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¿Me da para mi calaverita?
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Temporada de brujas. Pero, por la cercanía geográfica y, sobre todo, por el tratado comercial entre México y Estados Unidos, encontramos que conviven fantasmas y espantos, brujas y calacas, unas peludas y otras pelonas, que las tenemos de los dos lados de la frontera.
Flores de cempasúchil con calabazas chimuelas, que aquí se vuelven dulce. Calaveritas literarias y también de azúcar, amaranto y chocolate.
Es cuando se pasea entre nosotros La Llorona, que clama por sus hijos, y que, por la pandemia, somos todos nosotros, o nos encontramos su lista.
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Para un día como hoy, Eduardo Galeano dice:
“En México, los vivos invitan a los muertos, en la noche de hoy cada año, y los muertos comen y beben y bailan y se ponen al día con los chismes y las novedades del vecindario.
“Pero al fin de la noche, cuando las campanas y la primera luz del alba les dicen adiós, algunos muertos se hacen los vivos y se esconden en las enramadas y entre las tumbas del camposanto. Entonces la gente los corre a escobazos: ya vete de una vez, ya déjanos en paz, no queremos verte hasta el año que viene.
“Es que los difuntos son muy quedados.”
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Es una tradición que ha hecho que el Día de Muertos (en realidad, dos días: el 1 y 2 de noviembre), que viene de tiempos prehispánicos, haya pasado a ser Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
En la cosmogonía mexica dominante, Mictlantecuhtli es el señor del inframundo –Mictlan—, que reina junto con su esposa Mictecacihuatl.
Esta pareja gobernaba los nueve ríos subterráneos por donde se dirigían las almas de los difuntos.
El dios tenía la finalidad de cuidar y vigilar todos los huesos de los muertos, mientras que la señora del Mictlan era la encargada de presidir las fiestas dedicadas a ellos, como estos días.
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Es cuando las brujas comparten con la Catrina, altiva y emperifollada, que en realidad, brujas y Catrina, se multiplican: son muchas, todas.
Temporada en que reaparecen películas de horror/terror (allá las de Chucky y Freddie Krugger, aquí la clásica de El Vampiro, sin olvidar las de El Santo) y series de televisión (memorables los capítulos de Los Simpsons dedicadas al Halloween, Jalogüín).
Macario, ¿película de horror?
Hasta salió, en pleno Zócalo de la Ciudad de México, como emergiendo del Templo Mayor –o del inframundo, del Mictlan—, para aparecer al principio de una película del 007, ya sin Sean Connery, y que hoy lo trae de la mano, y él le dice: My name is Bond… James Bond.
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En Estados Unidos, los niños salen a pedir dulces.
Allá, el dilema infantil: Trick or treat (treta o trato).
Pero, este 3 de noviembre, ¿para quién será, entre Trump y Biden, la treta?
Halloween, para ambos, será casi eterno.
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¿Qué decir de nuestra tradicional ofrenda de muertos, verdadero altar, cuando son convidados los muertos a nuestras casas a compartir sus alimentos y guisos preferidos, sin olvidar las bebidas: aguas frescas para los niños, tequila y mezcal para los mayores, es decir, el alipús o chínguere.
8
La muerte nos pela los dientes.
Los mexicanos tenemos, desde tiempos ancestrales, una relación especial con la muerte.
La muerte, un hecho natural –consecuencia del paso del tiempo, culminación de la vida misma—, la hemos convertido en una relación festiva, relajienta, terminando por vestirla y transformarla en la Catrina, tal como la plasmó José Guadalupe Posada.
También, aparece en forma de calaveritas, con los nombres, no sólo de los muertos, y que pueden ser lo mismo de azúcar, chocolate o del nutritivo y revalorado amaranto (hautli), alimento prehispánico, prohibido por los conquistadores y evangelizadores, pero que constituyen nuestras alegrías.
De cualquier manera, la muerte es nuestra fiel compañera.
9
Se fueron las brujas y llegan, sonrientes y hambreadas, las calacas. Alguna brujita se queda para pedir su calaverita.
Es el día (¿o la noche?) en que sale La Llorona, cuando se nos aparece o se escuchan sus gritos… por sus hijos, que somos nosotros, hijos de La Chingada, diría Octavio Paz.
“… no vale nada la vida…”, canta José Alfredo.
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¿Y qué hay de las ofrendas? Nadie se va del todo, en tanto alguien lo recuerde. De ahí que las ofrendas sean un tributo a nuestros muertos, que regresan ese día para convivir con nosotros. El papel picado, las flores de cempasúchil, el olor a copal y los retratos, acompañan a la comida y bebida que les gustaba.
Para el desempanze, un pulquito pa’l camino y que regrese contento.
¡Salud!
En especial este año, en que se nos ido uno que otro, algunos, unos cuantos, un chinguerío…, dejándonos momentáneamente el corazón desocupado.
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“Salías del templo un día llorona cuando al pasar yo te vi.
Hermoso huipil llevabas llorona que la Virgen te creí.
En el cielo nace el sol llorona y en el mar nace la luna y en mi corazón nace llorona.
Quererte como ninguna
Aunque me cueste la vida
No dejaré de quererte”
(de La llorona zapoteca)
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En la ofrenda se resume nuestra relación con la muerte; la relación que tenemos vivos y muertos, los vivos con los muertos, con nuestros muertos.
En nuestro panteón particular, en el que se encuentran familiares o amigos, se agregan otros personajes, con los que nos identificamos, y que, por tanto, también son nuestros muertos, que habitan el panteón artístico cultural.
Una amiga pone en su ofrenda la imagen de Che. Un Che que, en última carta a sus padres, desde Bolivia en octubre de 1967, no cita a Marx, ni siquiera a Martí, sino a El Quijote.
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“Las madres juntaban los huesos de sus hijos
como los triángulos conocen
que las orquídeas son para las redes
oscuras
del crepúsculo.
Y sin embargo fueron asesinadas las preguntas”.
Así lo escribió Ramón Martínez Ocaranza, en noviembre de 1968, recordando el 2 de Octubre.
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En el recuento, ¿cuentan también los muertos de la extensa tumba clandestina en que se ha convertido el país, después de más de cincuenta años de violencia de Estado y la del llamado crimen organizado –la misma violencia, recargada—: más de 66 mil asesinados en lo que va de este sexenio.
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— ¿Entonces, qué pelona: me llevas o no me llevas?”, canta Eugenia León.
— Al ratito.
(JLAC)
* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Voces del Periodista.