Voces del Periodista Diario

2018: Los androides al ataque

Foto amplificada de don Abraham García IbarraEl lecho de Procusto

Por Abraham García Ibarra

En 2000 se activaron todos los decibeles para anunciar que el PAN echó de Los Pinos al PRI, sin cuestionar la eventualidad de que Ernesto Zedillo haya usado a Vicente Fox como ariete para cumplir con la cláusula democrática que desde la década anterior exigían instituciones multinacionales de las que México es Estado parte.

No todas las instituciones multinacionales, vale acotar. Principalmente, las que tienen la sartén por el mango a la hora de liberar préstamos internacionales.

Zedillo ya había dado un abono a ese compromiso desde las elecciones de 1997, cuyos resultados animaron a algunos cenáculos intelectuales a proclamar el advenimiento de la transición democrática.

Indicio de esa manipulación de Zedillo fue que, el 3 de julio de 2000, en los desolados territorios del Comité Nacional del PRI, se escucharon mentadas de madre al Presidente después de su aparición en las pantallas de televisión.

Ese tipo de análisis se lo dejamos a la autoridad de los politólogos. Nuestro oficio apenas nos da para abordar otros asuntos más prosaicos.

Del 3 de julio al 30 de noviembre de 2000 otra fue nuestra percepción. Hasta 1994 en que el PRI, con sus tres denominaciones, había sumado doce triunfos al hilo en elecciones presidenciales, la mayoría de los participantes en la vida pública exhibían el tatuaje con la palabra priista.

En el otoño de aquel año observamos que los trabajadores de base del gobierno no sudaban calenturas ni propias no ajenas. Sentían asegurada su continuidad laboral al amparo del Servicio Civil de Carrera.

Muy otra fue la actitud de los mandos medios y altos de la burocracia. Cuando vimos a algunos de estos cuadros, aún colocados en sus puestos, haciendo fila en el hotel donde despachaba Fox solicitando audiencia a los reclutadores de personal para próxima administración, a la pregunta de ¿no que muy priistas?, la respuesta fue: “¡Qué te pasa! Nosotros somos servidores del Estado. No estamos al servicio de ningún partido”.

Una vertiente de esos conspicuos y promiscuos priistas que lograron acomodarse en el Congreso de la Unión, se lanzó de inmediato a promover la ley del Servicio Profesional de Carrera. Una vez lograda la legislación, faltó personal al Tribunal Federal de Conciliación para resolver tanto litigio iniciado por los que, con toda legitimidad, defendieron la chuleta.

No es extraño por ello que, abandonada la bandera ondeada por Fox, de combatir la corrupción, en algunos enclaves de la nueva administración los operadores tanto del sector central como de las empresas estatales fueran personajes que tenía abultado escalafón desde los tiempos del priismo. Ellos sabían como hacerlo.

Aquellos sedicentes priistas pasaron airosos por las dos administraciones panistas y los panistas se reciclaron en la administración del PRI renacido en 2012. El carrusel está bien engrasado para 2018.

Lo que nos dejó el fáctico Pacto por México

La cumbre de ese proceso logró su más alta curva en la convocatoria y operación del fáctico Pacto por México que dio curso a la segunda generación de reformas neoliberales.

A las dirigencias partidistas que abrazaron esa alianza legislativa no se les puede acusar, en estricto rigor, de traición. Desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, practicantes de un pragmatismo mercenario se habían venido meciendo en la hamaca de un ecléctico centro. No más geometrías políticas.

Sólo nos ponemos quisquillosos cuando leemos el artículo 41 de la Constitución que enuncia que los partidos políticos tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática, contribuir en la integración de los órganos de representación política y, como organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de éstos al ejercicio del poder público.

Las líneas siguientes son las que vale rescatar: Esa obra democrática de los partidos debe acometerse, de acuerdo con los programas, principios e ideas que postulan. (Hagamos abstracción de… mediante el sufragio universal, libre secreto y directo).

Son, por supuesto, las representaciones legislativas de los partidos políticos las que votaron afirmativamente el artículo constitucional citado.

Una sola vocación: El pragmatismo mercenario

Al pragmatismo mercenario nos referimos antes. Lo repetimos, sólo para recordar que, hasta hace poco, solía tipificarse a los acuerdos electorales de partidos nominalmente disímbolos, como matrimonios anti natura, pretendiendo sugerir que en esos ayuntamientos hay algo de incestuoso.

Acaso por eso, entre los productos del Pacto por México, se ven algunos engendros monstruosos.

La cuestión nos viene a tema ahora que es nota de todos los días el acaramelamiento de Alejandra Barrales, Ricardo Anaya Cortes y Dante Delgado Rannauro, que atan al PRD, PAN y Movimiento Ciudadano a un pacto para marchar juntos en la pugna de 2018.

Puesto que especialmente el azul Anaya Cortés subraya que el frente es circunstancialmente electoral y las candidaturas serían asunto de otra ronda, no queda aun al alcance del electorado cómo los tres partidos meterán en el mismo  saco los principios y las ideas a los que se refiere el artículo 41 constitucional.

Al doctor Mancera la repugna la Política

Pragmatismo mercenario decimos por tercera vez.

Pongamos retrato a esa tipificación. El doctor Miguel Ángel Mancera anunció recientemente que en unos días se separará de la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México para buscar la candidatura a la Presidencia de México.

Mancera llegó a ese puesto nominado por el PRD. Es mero supuesto que al asumir su candidatura protestó lealtad a programas, principios e ideas que postula el partido del Sol Azteca. Sin embargo, hasta la fecha no ha aceptado integrarse nominalmente a este partido.

La vieja sociología política identificaba a esos remisos como francotiradores; aquellos que capitalizan las ventajas de una posición sin hacerse cargo de responsabilidades y contraprestaciones a los partidos políticos que, dicho sea paso, la Constitución codifica como entidades de interés público. Esto es, instituciones del Estado, en cuyo centro y fin está el hombre.

En su promoción personal a la candidatura presidencial y en sus comerciales para el quinto informe, Mancera deslinda su gestión entre actos de gobierno y la política. ¿Qué es lo que le asusta de la Política al doctor Mancera? ¿Quiere decir que él está hecho para la burocracia, no para correr los riesgos que se le imponen al zoon politikon en su relación de servicio con los gobernados? Echémosle otra palada a la memoria de Aristóteles.

Sepultada la Revolución, ¿ganó la alternativa católica?

Retornemos a la forma en que los partidos políticos llevarán al pueblo al ejercicio del poder público mediante sus “principios e ideas”.

Para obtener el registro legal, entre otras cosas, los partidos políticos están obligados a presentar sus documentos básicos, entre los que se incluye una declaración de principios. En sus documentos fundacionales y fundamentales, el PAN los acreditaba como  Principios de doctrina.

El propio PAN llegó a ser identificado como la alternativa católica al proyecto revolucionario postulado por el PRI, acaso por eso prefería ofrecer opciones doctrinarias a las ideológicas del partido en el gobierno.

A mayor abundamiento, cuando en los sesenta se legislaron los diputados de partido, sus explicadores quisieron identificar entre aquellos surgidos de votación mayoritaria de los acreditados por el voto ideológico.

Aun en las candidaturas plurinominales se observan resabios de aquel criterio legislativo que aboga por la representación de las minorías.

Entre doctrina (más familiarizada con las religiones) e ideología, algunos estudiosos la describen esta como “ideas en acción” con objetivos estratégicos para dirigir una nación y emancipar a los sectores menos favorecidos de la sociedad.

Hace 20 años, camino a la XVII Asamblea Nacional del PRI, el presidente de la Fundación Colosio, Agustín Basave Benítez recogió demandas del priismo regional que exigían retomar los orígenes ideológicos del Partido de la Revolución y el regiomontano subrayó tres principios requeridos para la cohesión: Nacionalismo, libertad y justicia como sustanciales al compromiso de defender la soberanía, la democracia y la justicia social.

Contra esas ideas fuerza han bregado los exegetas del neoliberalismo. Sólo los ignorantes suponen que esta visión de gobierno carece de ideología.

Citamos a Basave Benítez, porque en los ochenta, militante del PRI, lo hacía desde los nichos de la Secretaría de Divulgación Ideológica. Cambio de casaca, hace unos meses presidía el Partido de la Revolución Democrática.

Hallazgo de Barrales: La gente no come ideología

En estos días de frentismo recalentado, al ex priista se le ve retratado cerca de Alejandra Barrales.

Hace unos días, la señora Barrales, tratando de justificar su apareamiento con el PAN, de su ronco pecho decretó que la cuestión de izquierdas y derechas en un asunto rebasado. Y para los bronces: La gente no come ideología… ¡Oh, descubrimiento!

Progresista y libertario son las prendas esenciales que identifican la oferta del PRD, a decir de Barrales: Derechos sexuales de la mujer y diversidad sexual. No, pues si.

Sería imposible pedir a las burócratas de los partidos que conozcan a Dolores La Pasionaria Ibárruri o Rosa Luxemburgo. Son figuras exóticas al medio vernáculo. Pero en estos días está viva la memoria de doña Josefa Ortiz de Domínguez, la conspiradora de Querétaro. La matriarca pensaba en obra mayor, no en la diversidad sexual. Es cuanto.

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