Voces del Periodista Diario

2020: México a orillas del hoyo negro

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

Cuando -a bordo de nuestra estrella- le hemos dado ya 80 vueltas al Sol, uno empieza, apenas, a cavilar sobre el sentido de la vida. Ensimismados, iniciamos el repaso en retrospectiva. ¿Qué acontecimiento reciente ha sacudido nuestras fibras vitales?

No dudamos en seleccionar el 1 de julio de 2018. Nos sumamos a la conclusión de que ese día se registró una Revolución electoral pacífica. Si, teóricamente, la soberanía reside, esencial y originariamente en el pueblo, deduciríamos que el pueblo se pronunció en 2018 por la restauración de la nación. En Política, un asunto muy terrenal; nada metafísico.

La descomposición y desintegración de las naciones

Esa idea-fuerza nos remite a Ernest Renán (1882):  La construcción de la Nación, es un plebiscito de todos los días. En democracia, ahí donde de veras la hay, nada se edifica de una vez y para siempre. Los estudiosos de la Ciencia Política sugieren que el pensamiento de Renán es una aportación al diseño del modelo nacionalista.

Damos un salto de medio siglo y nos encontramos con don José Ortega y Gasset. En 1921, el filósofo universal dio a prensas su obra España invertebrada.

Europa humea sobre los escombros de la Primera Guerra Mundial. Ortega y Gasset se circunscribe a su Patria desde una perspectiva histórica y acusa las tendencias a los particularismos, de lo que sigue la descomposición y desintegración de las naciones.

Un siglo después (2015-2019), España ha pasado por cuatro procesos de elecciones generales. La semana pasada, Pedro Sánchez (Partido Socialista Obrero Español) logró destrabar precariamente su investidura; apenas con dos votos de diferencia, logró mayoría simple con 167 votos. Votaron en su contra 165 y 18 se abstuvieron: 183 sufragios en plena latencia.

Aun fragmentada, la derecha española, sobre todo la derecha extrema, le sigue metiendo baza a la formación de gobierno.

Circulando por las venas abiertas de América Latina

América Latina sigue siendo fiel a su espejo diario: El imperio no le concede tregua. Con el arribo de Donald Trump a la Casa Blanca, la Organización de Estados Americanos (OEA), bajo la conducción del uruguayo Luis Almagro, ha confirmado su papel de lacayo de la Casa Blanca.

Almagro dividió la membresía de la OEA al promover y lograr en agosto de 2017 la formación del Grupo de Lima, con 14 gobiernos de los 35 Estados miembros, con un solo objetivo: Derrocar al régimen bolivariano de Venezuela que, “sin embargo, se mueve”.

Venezuela está en el tríptico latinoamericano más asediado por Washington, junto con Cuba y Nicaragua, sometidos los tres gobiernos a incesante desestabilización por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

La crisis de la región se aclimató durante 2019 en Chile, Perú, Brasil y Ecuador, y se profundizó en Bolivia con el golpe de Estado contra el líder indígena Evo Morales en noviembre pasado. Uruguay pasó su prueba de elecciones presidenciales, pero en Argentina Alberto Fernández no logra remontar la resistencia de la reacción trasnacional.

La guerra de litio traza una nueva geografía del conflicto

La liebre le saltó a Washington en Colombia, donde el pacto narcopolíticos-políticosnarco está siendo desafiado por activos movimientos de insurgencia popular que han acorralado al neoliberal fondomonetarista Iván Duque.

Del paralelo 16 a La Patagonia, la pugna por el litio impone una nueva Geografía del conflicto. En la competencia por el mineral, los Estados Unidos y Canadá, Asia y Europa, han instalado ya sus bunkers. A lomo del Trópico de Cáncer hacia el norte, los tentáculos de las trasnacionales amenazan con asfixiar nuestra zona septentrional.

El primer trofeo logrado por esos corporativos extranjeros es la cabeza del ya nombrado Evo Morales.

En Centroamérica, de los siete estados componentes, Honduras, El Salvador y Guatemala son asolados por la crisis humanitaria, devenida conflictos internacionales, exacerbados por la Casa Blanca, que han tenido su expresión más explosiva con el masivo éxodo de población rumbo al norte.

Entre la libertad y el miedo, 670 millones de iberoamericanos

En la América insular, La eterna mártir, Haití, como si no le faltaran los lacerantes traumas de las prolongadas y bárbaras tiranías, no logra aún reponerse de los estragos desencadenados por los terremotos de 2010, que dejaron un saldo de 300 mil muertos y más de un millón de damnificados. Ya tenemos en territorio mexicano legiones de haitianos.

Ese es el desgarrador paisaje humano en Iberoamérica, poblada por 670 millones de seres; quien sabe cuántos millones de almas muertas. Cinco siglos de Conquista y Colonia nos contemplan.

La espantosa realidad socioeconómica de los Estados Unidos

Una obligada mirada hacia el norte: Los Estados Unidos tienen una población de 327 millones de habitantes. Es el país más endeudado del planeta: 18 160 427 millones de euros.

Blasona el imperio un producto per cápita anual de poco más de 53 mil euros, pero sobre cada habitante, incluso el que esté por nacer, pesa ahora mismo una deuda de 55 mil euros. En el reparto de la renta nacional, la ecuación tiene estas proporciones: 1 por ciento versus 99 por ciento. El 1 por ciento pertenece a unos cuantos plutócratas, imposible de hartar.

Desde mediados del siglo XX, ese brutal desequilibrio socioeconómico no lo resuelve el voto electoral. Desde 1964, los estadunidenses han acudido a las urnas, para elección presidencial, 13 veces. En noviembre lo harán de nuevo.

Dos Kennedy asesinados, Nixon dimitente, Bush fraudulento

En 1963 fue asesinado por la mafia el presidente John F. Kennedy. En 1968 fue ejecutado Bob Kennedy, perfilado desde las primarias como eventual candidato presidencial demócrata. En 1974, por fisgón, Richard M. Nixon fue obligado a renunciar. Bill Clinton fue puesto en remojo. Al iniciarse el siglo XXI, la Suprema Corte aupó el fraude electoral de George W. Bush.

En 2016, Donald Trump perdió el voto popular, pero ganó el de los selectos delegados electorales. Ahora cruza por el trance del juicio político. Dejamos el desenlace entre corchetes.

Nuestro México, emparedado entre dos sombríos polos

México está emparedado entre los dos polos continentales; como el pescado, entre la sartén y el fuego. Parafraseando a Ortega y Gasset, desde la transición del régimen posrevolucionario al Estado neoliberal, nosotros hemos empleado la figura, República desvertebrada. Ya para la pasada década se nos diagnosticó como Estado fallido.

El signo más visible de nuestras patologías, es la ruptura del tejido social por los impactos, primero, de las políticas económicas de choque y luego, por la violencia criminal y la crisis de seguridad pública, que han dejado más de 500 mil víctimas, entre muertos, desaparecidos y desplazados. (No incluimos los transterrados en los Estados Unidos.)

Hoy optamos por otro enfoque: Desde que, en 1946, se implantó lo que se denomina coloquialmente la dictadura perfecta, detentada por el PRI, contra el mandato constitucional se ha atentado sistemáticamente contra el Pacto federal, que tiene como soporte la frágil soberanía de los estados. El centro tiene la costumbre de mover el pulgar hacia abajo.

Profundas grietas en nuestro régimen republicano

De 1946 a 1982, once gobernadores fueron defenestrados. Durante el periodo neoliberal, quedaron sin gobernador, así sea transitoriamente, más de 20 estados. Si bien algunos mandatarios fueron reclutados a cargos públicos federales, la mayoría fue obligada a renunciar. Otros fueron cesados de manera fulminante.

Un caso representativo, es Michoacán. En 29 años, el solar nativo del general Lázaro Cárdenas del Río ha tenido 11 gobernadores y un comisionado con poderes plenipotenciario sobre los poderes constitucionales estatales. El promedio de gestión, es de menos de tres años.

Los territorios no recuperados del dominio de los cárteles

Recientemente, se pretendió la declaración de desaparición de poderes en tres entidades federativas. Se cuecen aparte los gobernadores que “dejaron” su encargo acusados de corrupción, la marca de la casa de nuestro sistema. Ahora mismo, El caso Bonilla, de Baja California, prefigura una nueva crisis de relación institucional entre las provincias y el centro.

En otro casillero aparecen los territorios en los que el crimen organizado se ha sobrepuesto al poder del Estado nacional.

Larvada y sorda la ominosa tentación del separatismo

Al menos desde los años ochenta, en cinco estados mexicanos ha asomado la cabeza el sentimiento separatista con la ominosa proposición de Repúblicas independientes. Incluso, no sin cierta malicia, se habla del Tex-Mex, significativo de la amenaza tejana sobre nuestro país. El gobierno de Texas tiene su “embajada” propia en la Ciudad de México para la gestión de asuntos petroleros. ¿Subyace o no la figura de República desvertebrada?

En décadas recientes, hemos conocido una nueva tipología política: La democracia líquida. Quienes la estudian, sostienen que el ciudadano común no se siente suficientemente atendido por los poderes públicos ni representado por sus legisladores.

Encuestas de agencias foráneas especializadas informan que, en el caso de México, sólo 3.4 por   ciento tiene mucha confianza en el Congreso: 38 por ciento cree en la posibilidad de la democracia sin Poder Legislativo. Sólo la Suprema Corte de Justicia de la Nación da pasos, en serio, para cumplir con el combate a la corrupción y el nepotismo.

A mayor abundamiento, la Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (2102) da como resultado que 65 por ciento de los ciudadanos tiene poco interés en la política.

De ahí la acusada tendencia de desviar la representación y la intermediación políticas de los partidos hacia las nuevas organizaciones sociales emergentes. Lo que entraña una amenaza al sistema de partidos. Para colmo, la democracia líquida carece de liquidez financiera. De liquidez ética, ni hablar.

Cuando un Estado muere; muere por suicidio

En obras sobre Sociología y Sicología del Gobernante, encontramos esta advertencia: Cuando un Estado muere, no hace falta la autopsia. Murió por suicidio. En esta peliaguda tesitura estamos parados en 2020. ¿Valen los riesgos y costos de exponer el mandato presidencial a consulta popular en 2021?

Las notas anteriores son nuestro saludo de Año Nuevo. Lo sentimos mucho. Es cuanto.

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Redacción Voces del Periodista