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Por Mouris Salloum George (*)

En 2013, en ocasión del primer centenario de la fundación de la Reserva Federal de los Estados Unidos, la revista El Horizonte (Monterrey, Nuevo León) publicó una serie de investigaciones y crónicas sobre los crímenes del gran dinero bancario.

A propósito de Abraham Lincoln, se recuerda que, para resarcir la economía de la Unión Americana devastada por la guerra civil, el Presidente exploró la posibilidad de créditos europeos. Los Rothschild se los ofrecieron a intereses de entre 24 y 36 por ciento anual.

El gobierno de Lincoln opto por imprimir su propio dinero. Diversos historiadores sugieren que fueron aquellos banqueros quienes fraguaron el asesinato del Presidente.

El presidente estadunidense James Abram Garfield fue reputado como experto fiscal. Se declaró contra el sistema bancario. El 2 de julio de 1881 fue baleado en la estación de trenes de Washington. A causa las heridas falleció el 19 de septiembre del mismo año.

Woodrow Wilson. Involuntariamente he arruinado a mi país

En 2000, Sadam Hussein anunció la cotización del petróleo iraquí en euros y no en dólares: Hussein fue derrocado y ahorcado en 2006.

El coronel Muammar Al-Gadafi, mandatario de Libia, impulsó una iniciativa para instituir una moneda común, el dinar de oro, respaldada por el metal africano. En 2011 fue capturado y ejecutado por “insurgentes” apoyados por los Estados Unidos y la OTAN.

El 23 de diciembre de 1913, al presidente Woodrow Wilson correspondió firmar el Acta de la Reserva Federal. En 1919 pronunció este mea culpa: Soy el hombre más infeliz. Involuntariamente he arruinado a mi país… el crecimiento de nuestra nación y por lo tanto de nuestras actividades, está en manos de unos pocos hombres.

Crónicas para ilustrar nuestro optimismo: En Dios confiamos, dice la leyenda impresa sobre el dólar estadunidense.

Cada año, en algún solar paradisiaco de México, el poder político se reúne con los banqueros. Si se hubiera cumplido la mitad de los compromisos que en esas convenciones se anuncian, nuestro país fuera ya una gran potencia económica. Quién sabe si a la par con sus socios de América del Norte. La promesa se acaba de reciclar hace unas semanas.

En su reporte correspondiente a 2017, el Banco Mundial, samaritana institución de la ONU, analiza la participación bancaria en el financiamiento de la inversión en los países parte.

El apoyo del crédito bancario al sector privado en Dinamarca representó el 165 por ciento del Producto Interno Bruto. En Chile, 79 por ciento. Leerlo bien: En África subsahariana 28 por ciento.

En nuestro México lindo y querido un máximo histórico: 27 por ciento. Seis veces menos que en Dinamarca. Casi un tercio que en Chile.

El bajo financiamiento a la economía productiva pretende explicarse por una relativamente baja captación en ahorros y depósitos. Y ¿a qué depositar a cambio de tasas de interés de 3.60 por ciento anual?

Ya vendrá la convención bancaria de 2020, segunda de la nueva era. Se vale soñar.

(*) Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

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