Voces del Periodista Diario

Burocracia dorada en la Secretaría de Gobernación

Sinfonía Telúrica

Por Abraham García Ibarra

Teóricamente -no más allá- en México tenemos un Atlas de riesgos. ¿Lo tenemos actualizado?

La acotación pertinente es que, en tratándose de riesgos, los temblores, sismos y terremotos, son difíciles de predecir. No así, los fenómenos meteorológicos.

Por el litoral del Pacífico, se da por iniciada la temporada de huracanes el 15 de mayo, con extensión hasta el 30 de noviembre. Por el Atlántico -días más, días menos- es el mismo calendario.

Hechos a orillas del Pacífico, ponemos atención a las alertas tempranas en la materia. Consignamos una, de palpitante actualidad: Científicos estadunidenses advierten ya que el Covid-19 violentará y dificultará las acciones de atención a contingencias por el temor al contagio en la movilización masiva que se origina en las zonas devastadas por los embates meteorológicos.

Sólo se cuenta con el eficaz resguardo del Plan DN-III-E

Para suerte de los mexicanos en desgracia, está instituido el Plan DN-III-E en que se coordinan la Secretaría de la Defensa Nacional y la Fuerza Aérea Mexicana, con oportuna y probada eficacia en observancia del artículo primero de su Ley Orgánica.

En la lectura de manuales de auxilio correspondientes, encontramos dos aplicaciones: 1) En desastres naturales, y 2) En fenómenos antrópicos.

Del segundo concepto, tenemos trastornos generado en el desarrollo de actividades del ser humano: Las consecuencias que desencadenan procesos ejecutados por personas sobre el medio ambiente.

A propósito del coronavirus, abundan ahora hipótesis -derivadas de investigaciones científicas- que informan que enfermedades provocadas por la contaminación del aire hacen más vulnerables a la epidemia a personas con historial clínico por cáncer en los pulmones y otros males en las vías respiratorias; cardiovasculares, etcétera.

Al menos en la Ciudad de México, particularmente en algunas alcaldías, no todas -en las regiones indígenas por antiguas formas comunitarias de cooperación- vemos ocupado en tareas de sanitización para contener los contagios, a personal civil reclutado en diversas áreas de la administración pública, no necesariamente capacitado previamente para esas faenas.

De mera epidemia, al rango de desastre-catástrofe social

El Covid-19, según algunas interpretaciones del fenómeno sanitario, pasó de su condición epidemia a pandemia; de pandemia, a desastre. Cuando se visualiza una crisis humanitaria, ya se habla de catástrofe.

Nos detenemos en el rango de desastre, de ahí que en la entrada de esta entrega nos hayamos referido al Atlas de Riesgo.

Con reproducciones nominales de la estructura administrativa de la Federación en los estados, encontramos dos entidades púbicas adscritas a la Secretaría de Gobernación: El Centro Nacional de Prevención de Desastres y la Coordinación Nacional de Protección Civil. Aleatoriamente, la Comisión de la Megalópolis para la atención de contingencias ambientales.

En los dos primeros entes federales, existe una acusada tendencia burocrática a estar cerca del Fondo Nacional de Desastres (Fonden), cuyos recursos no pocas veces han sido objeto de malversación. Incluso, en reciente iniciativa de ley para desaparecer fondos y fideicomisos, dicha tesorería ha sido incluida como candidata a la extinción.

En casos de perturbaciones naturales y sociales -sismos y huracanes- no acaba de pasar un fenómeno, cuando ya los gobernadores están pidiendo declaraciones de emergencia o de desastre, para que el gobierno federal les remita dinero del Fonden, no siempre sobrado de liquidez.

Los que nadan de muertito en cada tragedia nacional

En el caso de las embestidas ciclónicas o huracanadas sobre el macizo continental mexicano -2005 fue de record histórico-, los funcionarios de las coordinaciones nacionales de Prevención de Desastres y Protección Civil ven los toros desde la barrera metropolitana, esperando que los responsables del Plan DN-III-E les remitan el recuento de los daños.

Es hasta entonces cuando viajan con la parafernalia televisiva a las escenas de la tragedia a “informar” de los alcances de la destrucción material y a contar víctimas mortales, y damnificados

Repetimos: Frente a la propagación del Covid-19, vemos cuadrillas y brigadas civiles de la Ciudad de México, jugándose, literalmente, la vida, atendiendo tareas de sanitización, incluso de instalaciones citadinas de la Guardia Nacional. Ni por casualidad, se registra la presencia de personal federal, salvo, obviamente, el heroico de la Secretaría de Salud. No funciona aquello de todos, a jalar parejo.

Nos quedamos, pues, con las alertas tempranas que ya se están emitiendo desde los Estados Unidos sobre lo que ocurrirá en la región frente a la ya activa temporada de huracanes: La difícil, en grado de imposible acaso, operación de auxilio por miedo al contagio de la pandemia.

¿Y “Prevención” de Desastres y “Protección” Civil? Si saben de su paradero, agradecemos información. Es cuanto.

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