Voces del Periodista Diario

Correlación de fuerzas en tiempos de crisis

APUNTE

Jorge Guillermo Cano

  • Sigue en pie la polarización entre riqueza y pobreza en México

De crisis a crisis

EN LA BÚSQUEDA de la credibilidad indispensable en estos momentos de crisis, una condición insalvable es hablar con la verdad, reconocer los errores y no pretender disfrazar una realidad que rebasa todo intento discursivo, pero tampoco es el fin del mundo.

Sucede que las causas de origen de la crisis social (coronavirus aparte) permanecen; que las grandes asimetrías sociales están ahí y que las fuentes de la legítima inconformidad: inequidad mayoritaria y privilegios selectivos, continúan inamovibles.

En consecuencia, las probabilidades reales de cambio, en tanto el modelo neoliberal siga operando (a contrapelo de lo que se diga y repita), con todo lo que implica y de sobra conocido, son escasas.

Sin embargo, la nueva correlación de fuerzas políticas, en un contexto todavía claramente dominado por AMLO, abre expectativas de transformaciones sobre la base de modificar el modelo económico y establecer nuevas relaciones democráticas en el país.

Con la especulación en ristre

La necesidad de los cambios efectivos parece ser una idea que cada vez cobra más adeptos, probablemente porque todos (o casi todos) estamos convencidos de que de su aceptación o rechazo depende la conservación del pacto social en México.

La derecha empresarial insiste en que México vive una “crisis de confianza”, además de la que ha ocasionado la pandemia, y los “hombres de negocios” (los que mandan, que no son sus delegados en las corporaciones patronales) parecen apostar a que las cosas se pongan peor.

Si bien hay un descontrol en las variables económicas, en un movimiento del centro a la periferia mundial, los cuestionamientos al programa económico se encierran en un círculo vicioso, con nuevos embates especulativos.

El piso no está parejo

El peso se ha devaluado casi un 25 por ciento en efecto, y la inversión en el aparato productivo no se da en la medida que se requiere; se pierden cientos de miles de puestos de trabajo, y el consumo naturalmente se retrae. Algunos rubros, como el turismo, sufren la crisis en mayor grado.

Pero en las crisis no a todos les va igual: pierden más las clases desprotegidas; los grandes capitalistas, en el mediano y largo plazo (algunos en el corto) terminan ganando y el costo de mantener sus “umbrales” es pagado por los más pobres.

Ahora bien, la crisis, qué duda cabe, está impactando a todos los sectores de la vida nacional. Su proporción y peso, sin embargo, es distinto, inequitativo y asimétrico. No es igual la carga que soportan los trabajadores de la ciudad y el campo que la de los grandes empresarios.

No hay compartición del peso de la crisis cuando la exigencia es que se garantice la ganancia, en primer término. En el colmo, la merma en el “umbral de utilidades” se presenta como “pérdida” efectiva y cualquier paliativo salarial, o de prestaciones, se nulifica por el “impacto derivado de los costos”.

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¿Sálvese quien pueda?

La pandemia es un hecho, pero el problema se debe abordar racionalmente. No puede ser la única realidad, ni su carácter irremisiblemente fatal. Al presentarlo así, se está abonando al pánico social y las consecuencias, coronavirus aparte, se están viendo.

Muchos medios no están contribuyendo al enfoque racional que urge y el bombardeo de la tragedia “inevitable” ya está ocasionando ataques de pánico que no debieran darse.

Con el encierro de la población, casi única “estrategia” de gobiernos incapaces, se multiplican otras enfermedades y padecimientos. Tampoco habrá manera de enfrentarlos.

A ese paso, la enfermedad, cualquiera, se aposentará en los hogares sin solución a la vista.

Y no se acaba

Desde luego, hay otras corruptelas mucho mayores, pero sin duda lo que sigue es botón de muestra de la forma que se convierte en fondo.

Entre enero y septiembre del año pasado, de acuerdo con datos de la Condusef, las reclamaciones de los clientes contra los bancos, y el sistema financiero en general, sumaron 5 millones 855 mil 400.

Esa cantidad hace de nuestro país uno de los que más quejas y reclamos registran en el mundo, con el agravante de que muy poco, prácticamente nada, se logra corregir sustancialmente.

El número de quejas y reclamos justificados sería mucho mayor si el sistema bancario cubriera la totalidad del país, lo que no sucede sencillamente porque la banca se instala donde hay rentabilidad, para ellos.

Dicho sea no tan de paso, hace falta integrar a muchísimas comunidades del país a la red bancaria, cuyo uso, plagado de abusos, se ha vuelto obligado.

Nadie los para

La Condusef informa que, durante los tres primeros trimestres del año pasado, se impusieron 8 mil 17 sanciones, por un monto de 379 millones de pesos. La proporción entre el número de sanciones y denuncias es enorme, lo que significa que en la gran mayoría de los casos, nada se hizo.

Los bancos con más reclamaciones son: Banamex, un millón 262 mil 507; Santander, un millón 105 mil 17; Banorte, 932 mil 306, y BBVA, 759 mil 490. Los más grandes y los que mayores ganancias obtienen.

En la pasada convención bancaria, en Acapulco, al igual que en la anterior, los banqueros se comprometieron a bajar comisiones y cobros extras, lo que siguen haciendo sin que nadie les ponga coto. A ver hasta cuándo.

¿NO SE VE NI SE OYE?

No está demás, pero en estricto, no se requiere de elaborados análisis de esta política que ves para corroborar que las cosas en el país, en lo que toca a las formas de hacerla, el pragmatismo exacerbado, las alianzas y los arreglos a trasmano, están igual que antes, y en algunos aspectos, peor.

Lo mismo pasa con las dinámicas que el régimen anterior mantuvo: los privilegios del gran capital, los abusos de bancos, aseguradores, telefónicos y prestadores de servicio en general. La corrupción, hemos dicho y repetido, sigue ahí, sin merma.

Ver y escuchar, sopesar realidades y argumentos antes de la descalificación, es lo que procede. Todavía hay tiempo y la esperanza sigue firme. No defraudarla.

En el tintero

–La inseguridad está alcanzando niveles no antes vistos. Guardia Nacional, Ejército, Marina y demás, rebasados. En los estados, como Sinaloa, los gobiernitos casi de adorno, para la pose y la declaración manida. Que es el coronavirus, van a decir.

–En la Ciudad de México, en clínicas privadas, diez mil pesos, de entrada, para atender a sospechosos de coronavirus. En todo el país, haciendo su agosto (quizás hasta allá llegue) la medicina privada. Hay de crisis a crisis.

Correo: cano.1979@live.com.

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