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Covid-19: Hora de escapar de supersticiones neoliberales

Ruta México

Por Álvaro Aragón Ayala

A como iba la cuarta transformación al agotar el primer cuarto del sexenio, requiere de 30 años para reconstruir todo lo que destruyó en el mismo periodo el Estado Neoliberal, cuyos diseñadores armaron proyectos transexenales y se ocuparon de dejar una generación tecnocrática para encomendarle la continuidad del modelo.

Lo que pretendemos señalar, es que la tecnocracia neoliberal se montó sobre la crisis económica recurrente para romper con el viejo régimen y emprender reformas estructurales que condujeron a México a su actual situación. Como sea, el principio es, la crisis es también oportunidad… de repensar y rectificar.

Sin recurrir a experiencias extralógicas, conviene sin embargo recordar que al presidente Franklin D. Roosevelt le tocó desde su primer periodo lidiar con los demoledores impactos de la Gran Depresión de 1929.

El relanzamiento del sector agrario después de la Gran Depresión

Del Nuevo trato de Roosevelt se destacan invariablemente sus reformas del sistema bancario-financiero, pero otro renglón que se atacó con la misma energía estatal fue la atención al sector agrario, abatido por problemas seculares y en esa época por la restricción del crédito.

Si bien la Autoridad del Valle de Tennesse tuvo como prioridad la gestión de la gran infraestructura hidroeléctrica, su extensión favoreció a la agricultura en los siete estados de la cuenca y, por extensión al resto del territorio rural. Ahora mismo, el sector es considerado motor de la economía productiva de los Estados Unidos, protegida con una permanente política de subsidios públicos.

El Nuevo trato es aún sometido a una crítica constructiva y, sobre todo, a la reflexión.

Coronavirus: Zonas metropolitanas, caldo de cultivo

Ahora que México es asolado por los efectos de la pandemia de coronavirus, observamos al mapa mundial e investigaciones actualizadas de dos agencias de la ONU: La Organización Mundial de la Salud y la Organización para la Agricultura y la Alimentación.

De la lectura de esos estudios se desprende una línea convergente: Sobre todo en los Estados Unidos y países de Europa, la pandemia ha descargado sus efectos en las áreas metropolitanas densamente pobladas.

Un resultado de las observaciones consultadas, es que en esas zonas los altos índices y horarios de ocupación profesional obligan a las personas al consumo de alimentos procesados, fuente de males como la diabetes y la hipertensión, que hacen de esos consumidores el sector más vulnerable debido a la falta de defensas orgánicas, que los hacen más susceptibles al contagio.

Ensayos empíricos informan que las regiones donde la agricultura se especializa en la producción de alimentos naturales, particularmente donde se practica la agricultura de autoconsumo, las familias generan sus propias defensas, aún en aquellas comarcas donde falta la medicina preventiva a cargo de las instituciones de Salud pública.

Imperativo impostergable: Combatir la comida chatarra

El registro de casos del coronavirus se está dando en las zonas urbanas de México, invariablemente por viajeros al extranjero que han importado el vector. Hasta ahora, el padecimiento no se reporta en las regiones con alta densidad indígena y campesina.

Lo que se nos ocurre es plantear por qué el Estado, en momentos de tensión social pero también de oportunidad, no vuelve los ojos al campo para relanzar la política agrícola y combatir el consumo de comida chatarra que ha alterado la cultura alimentaria de los mexicanos, exponiéndolos a crisis de salud como la que estamos viendo.

Saturar y exacerbar el humor social con estadísticas y más estadísticas y multiplicar las fases de contingencia pueden dar resultados temporales. Permitir que los mexicanos recuperen su salud alimentaria podría tener resultados de más largo alcance. Es cosa de reflexionarlo sin caer en la trampa de las supersticiones neoliberales.

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Redacción Voces del Periodista