Voces del Periodista Diario

Crisis integral de perversidad política

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

La ecuación, visible y humillante, se repite en cada reporte que evalúa, con independencia de la fuente, la situación del Estado de derecho en México: 33 millones de delitos al año; 99 por ciento impunes, de lo que sigue un proceso acumulativo año tras año, hasta el infinito.

Lo peor de ese asunto, es que el drama de la sociedad mexicana se reduce al mero guarismo estadístico, que nos retrata el retorno a la edad del orangután. Ahora reparamos que no hemos pedido perdón a ese primate, que, comparado con el hombre, nos resulta una dama de la caridad.

Desde lo alto se ve a la mexicana como una sociedad masoquista

El tema no admite matices. Pongámoslo en blanco y negro: Bajo el supuesto de que cada delito lo comete un individuo y de ello resulta una víctima (cuestión que encubre el hecho de que hay crímenes tumultuarios y las víctimas suelen ser múltiples), tendríamos 33 millones de salvajes y 33 millones de personas agraviadas, Suma: 66 millones. La mita de la población mexicana.

Desde la poltrona visión de la autoridad, tenemos que, a las víctimas de la violencia organizada, la criminal y la institucionalizada que sucumben en fuego cruzado, se les remite al casillero de daños colaterales y dicha autoridad se lava la sangre de las manos.

Una de las encuestas que aplica periódicamente el Instituto Nacional de Estadística y Geografía se enfoca a detectar el estado de satisfacción de los mexicanos. Con base en sus resultados, se publicita optimistamente que el mexicano vive feliz en su situación actual; luego se multiplica el adjetivo.

Desde la observación clínica, cualquier siquiatra documentaría que, aún el peor criminal, llega a tener destellos de su mala conciencia; de lo que se colige que no es precisamente feliz.

Vista la sociedad victimizada en su conjunto, asegurar que la mayoría está satisfecha de su circunstancia denotaría en el conglomerado un síndrome de sadomasoquismo. No compartimos la hipótesis. Hasta aquí una parte de nuestras consideraciones.

La toma de conciencia no es una reacción que le quite el sueño a la mayoría que detenta responsabilidades de Estado o de gobierno. A lo sumo, cuando los funcionarios públicos las comentan, encuentran a los culpables en el pretérito. Una salida por peteneras, pues, sobre un fenómeno sabido, cuando precisamente se aceptó el encargo para superar el estado de cosas que queda a su cargo; no para buscar coartadas.

De la Pax corrupta al saqueo del patrimonio nacional

La expresión crisis integral de perversidad política con la que titulamos esta entrega, nos lo apropiamos de un texto con el que el Fiscal General de la República, doctor Alejandro Gertz Manero debuta hoy como colaborador en las páginas del diario La Jornada, en una sección bajo el rubro En defensa propia.

El doctor Gertz Manero, reputado hombre de Academia, tiene un currículum cargado de experiencias en materia de Seguridad Pública desde que en 2000 aceptó de Vicente Fox la titularidad de la primera secretaría federal en la materia.

El autor disecciona, desde la primera década de gobiernos posrevolucionarios, la Pax corrupta mexicana. No le faltan elementos de prueba. Los suscribimos.

Pasando por el corte de 1968, en que el sistema es puesto bajo escrutinio y enfrentado, la narrativa del doctor Gertz Manero conduce la estrategia de saqueo del patrimonio nacional, el petróleo y sus productos, la electricidad, el agua y cualquier riqueza comunitaria que pudiera ser botín en disputa.

Si hablamos de conocimiento de causa, por nuestra parte podemos concluir que el saqueo de la renta petrolera se potenció precisamente en el sexenio de Vicente Fox.

Lo destacable y saludable en el tema en cuestión, es que un alto mando del Estado, desde el territorio de autonomía que legalmente favorece a la Fiscalía General de la República, dé el rostro y su voz para entrar al debate público sobre uno de los grandes problemas nacionales, y no asuma la posición del avestruz, que ha sido característica de los hombres de Estado en el último medio siglo, en que han preferido contratar picos de ganso en determinadas cajas de resonancia para que les limpien la cara.

En Defensa propia, nos parece buen título editorial para que se sepa que, en la polémica política, no siempre se le pega a un manco. Por asociación de ideas, desviamos la mirada a otro título: En legítima defensa.

Parte de la colección de Estampas de un sexenio fallido, el título aludido lo suscribe la abogada Ana Katiria Suárez, defensora de la joven Yakiri Rubio, en diciembre de 2013 secuestrada y violada por dos individuos; después de que uno de ellos trató de asesinarla, acabó matándolo.

Dolorosa y humillante experiencia, ambas vivieron su drama casi en solitario. A Las Licuadoras, movimiento femenino de apoyo a esas dos heroicas protagonistas, no se les vio intentando quemar las puertas de Palacio Nacional para hacer protagonismo mediático. Es cuanto.

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