Voces del Periodista Diario

El Estado neoliberal se niega a morir

Sinfonía Telúrica

Por Abraham García Ibarra

Al menos hasta el 5 de febrero de 1982 (Hospicio Cabañas/ Guadalajara, Jalisco) José López Portillo rogaba, literalmente, a los buenos mexicanos, compartir la responsabilidad de mantener a flote  a la Nación.

Era la celebración onomástica de la Constitución y el Presidente incluyó a los hombres de negocios más conspicuos en la quinta y última Reunión de la República a la que, en las anteriores ediciones, sólo se invitó a la clase política priista.

López Portillo entraba a la fase crepuscular de su mandato y en su mensaje de ese día quiso explicar, filosóficamente, un compromiso asumido semanas antes: Defenderé como un perro el peso mexicano.

Señor Presidente: Nos hizo sentir orgullosamente mexicanos

El mismo día, al anochecer, López Portillo asistió a la inauguración de un hotel privado. Después de cortar el listón, el presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, en alusión al discurso matinal, le expresó al mandatario: Señor Presidente, nos hizo sentir orgullosamente mexicanos.

Las bóvedas de la banca privada continuaron vaciándose y los ríos de dólares siguieron fluyendo hacia el extranjero.

El secretario de Hacienda, Jesús Silva Herzog Flores trataba de disimular la hondura de la crisis económica: Es un problema de caja.

Para el siguiente verano -principios de agosto- en sesión dominical en Los Pinos, el Presidente se encontró con las representaciones de la comunidad empresarial para advertir que la situación era ya insostenible. La respuesta de sus interlocutores fue la exigencia de que se cesara en pleno a los miembros del gabinete económico, asunto de cuya lectura resultó la intencionalidad de un golpe de Estado blando.

JLP: Ya nos saquearon, no nos volverán a saquear

Tres semanas después, en Sesión de Congreso General, López Portillo cimbró al auditorio decretando la Expropiación de la banca: Ya nos saquearon; no nos volverán a saquear.

 A los días, se desencadenó la campaña México en la libertad, acaudillada precisamente por el presidente del CCE, el citado empresario agroindustrial sinaloense.

Instalado en Palacio Nacional, el presidente Miguel de la Madrid instruyó a su gabinete económico y a la Secretaría de Gobernación diseñar una estrategia de Economía de guerra. Introdujo al Congreso una iniciativa de reforma a la Constitución, por la que se restituyó al sector privado un tercio de la tenencia accionaria del sistema de banca y crédito estatizado.

No obstante esa concesión regresiva, en el marco de la agenda de México en la libertad, delegados de las cúpulas empresariales incursionaron a principios de 1983 por los Estados Unidos, para denunciar ante sus pares norteamericanos que la elección presidencial de 1982 le fue robada al PAN y se clamaba por la intervención internacional para evitar que el Estado cayera en manos de anarquistas y de administradores sin solvencia profesional.

1984: LESA anuncia la compra de todos los entes públicos

En el primer semestre de 1984, se hizo del dominio público que una nueva denominación social: Libre Empresa, S. A (LESA) negociaba con una Secretaría de Estado (presuntamente la de Programación y Presupuesto) la compra de todos los entes empresariales gestionados por el Estado. Las más rentables; obviamente.

Ese proceso se acometió en la segunda mitad del sexenio de De la Madrid. Su acción más disolvente, sin embargo, se emprendió en mayo de 1990 en que la banca estatal fue “desincorporada” y entregada a firmas particulares que “pagaron” las adquisiciones con papeles chatarra.

Con esa carta de navegación sentó plaza en México el Estado neoliberal, que en la primavera de 2020 se niega a morir. Es cuanto.

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