Voces del Periodista Diario

El Plan de Desarrollo Integral, asignatura pendiente

Voces del Director

Desde Filomeno Mata 8

Por Mouris Salloum George (*)

El pasado 1 de junio rindió su protesta como Presidente de El Salvador, Nayib Bukele. Juramentó convertirse en gobernante de todos los salvadoreños.

A las pocas horas, Bukele dictó uno de sus decretos más trascendentes políticamente: Ordenó retirar la placa de un cuartel militar con el nombre del teniente Domingo Monterrosa.

Una Comisión de la verdad de la ONU encontró a Monterrosa culpable de la masacre en El Mozote, en la que, entre el 11 y el 12 de diciembre de 1981, fueron pasados a plomo 985 salvadoreños, entre ellos 434 adultos y 12 mujeres embarazadas.

Fue, el anterior, uno de los episodios más bárbaros del genocidio perpetrado durante el periodo de la ultraderechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena), aupada por Washington.

La guerra civil en El Salvador dejó un saldo de más de 75 mil muertos e inició la gran diáspora de salvadoreños hacia el norte de Centroamérica. El éxodo no sólo continúa; crece exponencialmente en nuestros días.

Fuerzas Especiales de El Pentágono van sobre Centroamérica

“Casualmente”, en las horas en que asumía Bukele, El Pentágono dispuso la movilización de cuerpos de élite de las Fuerzas de Tarea con Propósitos Especiales, Marinas, Aéreas y Terrestres.

Según la coartada del Departamento de Defensa estadunidense, esos cuerpos de élite tienen entre sus “misiones” la asistencia humanitaria.

Las fuerzas especiales, están adscrita al Comando Sur de El Pentágono, que opera en aguas del Océano Atlántico y el Caribe, y acechan 31 países latinoamericanos.

Los marines de avanzada van sobre territorios de El Salvador, Guatemala, Honduras, que están expulsando ríos humanos hacia México y los Estados Unidos, así como de Belice. Más al sur, de Colombia, Perú y Brasil.

La convulsa cintura del continente está a tiro de misil del Comando Sur.

México despliega seis mil elementos de la Guardia Nacional

“Casualmente” también, en las mismas horas el gobierno mexicano dispuso la movilización y emplazamiento en la frontera con Guatemala de seis mil activos de la nueva Guardia Nacional. En la vanguardia estarían en vías de mientras 400 agentes federales en apoyo al personal del Instituto Nacional de Migración y corporaciones policiales de los estados fronterizos.

En términos de estrategia militar, las poblaciones de los cuatro países centroamericanos citados quedarían, al sur y por las costas, copadas por las fuerzas especiales del Comando Sur. En el norte, por los contingentes de la Guardia Nacional mexicana. Emparedadas, pues.

¿Somos o no somos “tercer país más seguro”?

En el discurso público, nuestro gobierno se resiste a aceptar el estatuto de tercer país seguro exigido por Washington. En la práctica, por la operación de despliegue de la Guardia Nacional, todo indica que la consigna de Trump está en marcha.

Esos ominosos signos aparecieron en el marco del conflicto de los aranceles sobre artículos y productos mexicanos. En el acuerdo del pasado fin de semana, no hay un indicio de que Washington se esté haciendo cargo del Plan de Desarrollo Integral propuesto por el gobierno mexicano para distender la crisis humanitaria de Centroamérica. Grave asunto.

(*) Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

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