Por Gastón Pardo
“Hay más cosas en el cielo y sobre la tierra que en toda la filosofía”. Esta frase de Shakespeare resume todos los problemas que plantea la parapsicología, de la cual nos interesan por su mayor desarrollo en México, y para información del público, los aspectos contenidos en la práctica esotérica. Creemos que no es fortuita de ninguna manera que la trascendencia del secreto y las sociedades secretas esté situada en el inicio del conocimiento sociológico de acuerdo con Georg Simmel, si prescindimos de la sociología precursora que fue sólo conceptualizada por Augusto Comte sin que se hubiese ocupado de alguna formulación de naturaleza sociológica.
La Asociación Internacional de Trabajadores o Primera Internacional, y Georg Simmel, el primer sociólogo de la historia son contemporáneos. En esa organización revolucionaria en la que convivían una multitud de partisanos como los comunistas, anarcosindicalistas, anarcoindividualistas, socialistas franceses y británicos; a todos les atraía con igual entusiasmo la actividad clandestina, secreta. Mencionemos como ejemplo a la transformación paulatina de la Liga de los justos y la Liga de los iguales en Liga de los comunistas.
En México se establecieron ramificaciones de la Primera Internacional en varias partes del país. El desenlace de la influencia anarquista condujo a la formación de la Casa del Obrero Mundial y a la consecuente fundación de la CROM, para ser puestas al servicio de la acción revolucionaria de la burguesía por medio de las fuerzas militares que derrotaron al movimiento campesino en la arrasadora guerra civil de 1915. Apareció entonces una clase política mexicana que concentra desde su nacimiento un poder exagerado con el cual la sociedad (es decir, la nación) ha estado de acuerdo.
En Francia un miembro de la oligarquía terrateniente, Francisco I. Madero, adoptó el espiritismo como orientación vital
El primer grupo de socialistas europeos en México llegó acompañando a Maximiliano de Hasburgo, y por ese motivo Juárez condenó al socialismo y persiguió acusando de traidores a quienes sostenían esa ideología. A la vez muchos vieron con desconfianza las actividades del anarquista Plotino C. Rhodakanaty y sus discípulos Francisco Zalacosta y Santiago Villanueva, fundadores de la Sección Mexicana de la Asociación Internacional de Trabajadores o Primera Internacional. Numerosos comunistas y anarquistas como Mijail Bakunin, Marx y Engels habían fundado en 1864 esa organización internacional que no tardó en implantarse en México entre las ramificaciones esoteristas que algunos grupos socialistas sostenían y que repercutieron en la Casa del Obrero Mundial de principios del siglo XX.
Juan Mata de Rivera, agente de Sebastián Lerdo de Tejada, confrontó la influencia del general Porfirio Díaz, promotor del Gran Círculo Obrero. Pero de la organización mexicana en tanto sección de la AIT dio cuenta el historiador soviético I. Vizgunova, autor del libro “La situación de la clase obrera en México” en el que sostiene la importancia de Rhodakanaty en la formación de la sección mexicana.
En 1876 empezaron a circular los periódicos “El hijo del trabajo” y “La Internacional”, de factura anarquista. Por su parte Rhodakanaty encauzó a “La Social” como sección de la AIT. Este personaje nació en Atenas, Grecia en 1828. En 1848 los húngaros se sublevaron contra el dominio austriaco, y sin que haya registro de cómo, Rhodakanaty apareció en Hungría. De aquí viajó a México al amparo de la Ley de Colonias Agrícolas, promulgada por el presidente Ignacio Comonfort, con la que se pretendía atraer a europeos que desarrollaran amplias zonas del país. Rhodakanaty prefirió “cultivar espíritus” con una extraña mezcla de cristianismo, socialismo y anarquismo. Algunos decían que el griego era agente húngaro o polaco y otros que servía al Vaticano.
En 1861 publicó la Cartilla Socialista, que empezaba con estas palabras: “Hace 18 siglos, la humanidad se conmovía al escuchar la voz elocuente y sublime de doce pescadores inspirados que predicaban la doctrina de Jesús. Esa doctrina era el socialismo…”. El domicilio de la sección mexicana de la AIT era, en 1872 un local en la Plaza de San Salvador el Seco número 14, entre Izazaga y Fray Servando Teresa de Mier, desembocando en la calle Bolívar de la capital mexicana.
Durante el reinado del general Porfirio Díaz, en los años 1881, 1884, 1889, 1890, 1891, 1895, 1906 y 1907, están registrados movimientos de huelga en varios puntos del país, y aunque recibieron el apoyo moral de las organizaciones obreras, no ocurrió, como era de esperar, que los obreros que no tardarían en ser captados en la Casa del Obrero Mundial, participaran en la lucha armada. El finado astrólogo “Aaron Aray Amat”, difunto hijo del dirigente de la COM, Rosendo Salazar, nos señaló el hecho de que cuando Venustiano Carranza y Alvaro Obregón pensaron en echar mano a esa primera central obrera para formar con sus elementos varios batallones rojos que combatieran a los villistas y zapatistas en la larga confrontación entre ambas tendencias, que se avecinaba en 1915, los obreros resistieron al alistamiento porque simpatizaban con la causa agrarista. Hubo que manejar el mensaje esotérico para hacerles cambiar de opinión.
No es posible abordar con seriedad el estudio de las tendencias intelectuales llevadas por el movimiento socialista a todos los rincones del planeta, México incluido, sin pasar la mirada investigadora por el libro “La masonería en la presidencia de México. 1717-2018)”, obra fundamental para la comprensión de los actores en los grandes capítulos de la lucha de clases en los últimos doscientos años. Su autor es el abogado veracruzano Wenceslao Vargas Márquez. Las páginas de su libro dan nombre y apellido de los protagonistas en los momentos culminantes de México; lo cual no es poco.
Los Flores Magón
El ingeniero Norberto Aguirre Palancares escribió una estupenda “Síntesis biográfica de Ricardo Flores Magón”, que conocemos publicada en 1964 por Ediciones de la Sociedad Agronómica Mexicana. Dice ese autor que los incansables conspiradores anarquistas se proponían levantar en armas a una parte de los mexicanos el 1 de septiembre de 1906. Como preludio de la guerra civil es declarada la huelga de Cananea, dirigida por Manuel M. Diéguez, Esteban Vaca Calderón, Lázaro Gutiérrez de Lara, cuyo centro conspiratorio estaba encabezado por Plutarco Elías Calles.
De los conspiradores magonistas los que actuaron con mayor eficacia fueron los veracruzanos.
Aguirre Palancares aclara: “Respondiendo al complot, algunos alcanzaron a levantarse en armas, entre ellos Hilario C. Salas, en Acayucan. Juan de Dios Avellaneda en guerrero y Michoacán. Los sucesos de Río Blanco en Veracruz dibujan el alcance de los del Partido Liberal, con los Flores Magón a la cabeza… Manuel Ávila, José Neira y otros magonistas se formó el Gran Círculo de Obreros… Hubo alrededor de 400 muertos.
En cuanto al levantamiento en Acayucan ocurrido el 30 de septiembre de 1906, Rafael Carrillo Azpeitia, autor del opúsculo “Ricardo Flores Magón”, que fue editado en 1956 por el Sindicato Mexicano de Electricistas. Este libro dice: “Uno de los grupos importantes del Partido Liberal de la República, a fines de 1906 era el encabezado por Hilario G. Salas y Cándido Donato Padua. Allegándose elementos con miles de sacrificios se lanzaron a la insurrección… Salas atacó Acayucan el 30 de septiembre, resultando gravemente herido, lo que causó la desorganización de sus huestes”.
En cuanto fue sofocada la rebelión de los trabajadores de Río Blanco, el gobierno porfirista contrató a los soplones que comandaba Thomas Furlong, asociado a la agencia Pinkerton y a detectives de Los Ángeles. La mayor parte de los conspiradores fueron fusilados o se “suicidaron”. Algunos como Miguel Alemán, padre del presidente de la república del mismo nombre, vivieron a salto de mata hasta que en 1910 se incorporaron al maderismo.
Madero
Alfonso Taracena, acucioso historiador, dice en su “Biografía de Francisco I. Madero” que antes de la partida de Francisco Ignacio y su hermano Gustavo a Europa, fue necesario traerlos a Parras donde se suscitó un curioso incidente.
Fue el caso de que, en el hogar de un compañero de Francisco Ignacio, el festivo Ernesto Fernández Arteaga, los presentes en la reunión idearon divertirse invocando a los espíritus para conocer el destino de cada quien. Acertó a asomarse por allí en esa ocasión Francisco Ignacio y se interrogó al médium sobre su porvenir. Por una travesura de alguien “hubo una respuesta del más allá” diciendo que el visitante sería un día presidente de la república, y aunque la respuesta provocó hilaridad, no faltó quien afirmase que Francisco Ignacio quedó muy impresionado y que toda su vida recordó la profecía.
Don José Vasconcelos en su libro “Don Evaristo Madero” señala:
“A fines de 1892 regresan a Monterrey los estudiantes de París, Gustavo y Francisco. Habían pasado cinco años en colegios de Francia y Bélgica, perfeccionándose en la carrera comercial. Francisco, muy dado a toda clase de lecturas dedicó largas horas al estudio de cuestiones religiosas y filosóficas. Su temperamento místico se dejó seducir fácilmente por la filosofía indostánica que comenzaba a ser divulgada en Europa gracias a los estudios de los filólogos ingleses y alemanes.
“La lectura del Baghabad Gita dejó una fuerte impresión en el ánimo del futuro combatiente por las libertades. En apuntes dados a conocer más tarde, el joven Francisco Madero se plantea el problema del Bien y el Mal, según las reflexiones del príncipe Arjuna. Su moral religiosa prohíbe matar, pero sus deberes como jefe de Estado lo obligan a defender los intereses y las libertades de sus súbditos ante un agresor injusto. El príncipe Arjuna resuelve que es menester que es menester combatir por la defensa del Bien.
“Por la misma época y comprobando la amplitud de su curiosidad el estudiante mexicano en París dedicó una temporada al estudio fervoroso del espiritismo. Eran los tiempos de Allan Kardec. Todavía las experiencias de charcot, de Richet y demás hombres de ciencia que han puesto en su sitio los fenómenos que hoy se catalogan con el nombre de metapsíquicos no habían sido publicados. No debe llamar la atenci{on en consecuencia que la novedad de esos estudios atrajese la atención del joven Madero en forma quizá excesiva. Muchos en su época pasaron por la misma etapa de ilusión, dedicados a interrogar a la Ouija y a escuchar el parloteo de los médiums hipnotizados”.
The Making of Modern Mexico, obra de “Frank Brandenburg”, escritor fantasma
En los años setentas y ochentas del siglo XX hubo en México una proliferación de ensayistas de nivel doctoral graduados en numerosas universidades estadounidenses, que se dieron el nombre de “mexicanólogos” para referirse a su interés académico por las peripecias de los sectores activos de México incluidos los políticos, militares, de hombres de negocios y miembros de la iglesia dominante, la católica romana. Destacó de entre ellos el ex sargento de Marines Roderic Ai Camp, quien recibió el encargo del Departamento de Estado, administrador de la diplomacia estadounidense, de ocuparse en profundidad del tema de los sectores activos del país del sur.
Cumplió Camp con su tarea al pie de la letra, pero sus tesis elaboradas bajo el imperio de los hechos (los hechos son sagrados, dice el “profesor” Montana Jones) cayeron como castillo de naipes cuando el poder de la iglesia católica demostró a la clase política emanada del Plan de Agua Prieta; del partido oficial de 1928; del sexenio olvidado calificado así por el investigador israelí Zvi Medina), que corrió de 1928 a 1934, y que fue ocupado por tres tendencias masónicas del partido oficial, quien era la que mandaba en México a finales del siglo XX; la iglesia católica por supuesto.
El poder masónico a pesar de la fuerza que le reconoce Brandenburg, cayó a tierra en el año 2000 cuando con la bendición del presidente traidor Ernesto Zedillo, el PAN, partido de la oposición leal ocupó el poder.
Otro mexicanólogo destacado fue “Frank Brandenburg”, cuyo nombre pongo entre comillas porque ese autor no es conocido, ni era conocido en la etapa que menciono, en ninguna universidad estadounidense. Y nunca se averiguó su procedencia académica ni su nombre contante y sonante. No obstante, y quizá por ello, el libro salido de la pluma de “Brandenburg” es quizá el más importante salido del campo de la “mexicanología”, disciplina pseudocientífica. “The Making of Modern Mexico” es un libro único, porque hoy, a varias décadas del colapso de la clase política inepta que maneja a México con una crueldad ejemplar hasta la fecha, sigue atrayendo, aunque sea en pequeña escala, a nuevos lectores.
Se puede decir del libro que comentamos que no sólo es un análisis de México a través de sus últimos dos siglos de historia, sino que impone la obligación a reflexionar en ciertas reformas no sólo de la masonería con el Estado, sino en las relaciones del Rito Escocés Antiguo y Aceptado con el Rito Yorkino, el Arco Real, donde la influencia anglosajona es determinante.