La primera víctima de la guerra de los twitter, es la verdad. En ese duelo cibernético entre los presidentes Enrique Peña Nieto y Donald Trump, nadie sabe quien es quién en eso de la cancelación del encuentro entre ambos mandatarios programado para el próximo 31 de enero. Como sea, la suerte está echada.
Sería cómico ese sainete mediático, si no fuera por la gravedad que entraña colocar las relaciones bilaterales a punto de una declaración de ruptura.
Sin embargo, en esa estridente lucha entre paralíticos y epilépticos a la que conducen los cambios súbitos, suele verse el árbol y se pierde la vista el bosque.
La miopía que se congela en la instantaneidad del espectáculo, no permite ver a nuestros dirigentes políticos actos que marcarán el destino de la Nación.
Desde que asomó el fracaso de la Reforma Energética y al implantarse el fenómeno Trump, los responsables de la conducción del Estado mexicano han confesado paladinamente que no han pensado en un Plan B, ni para lo uno ni para lo otro.
Primer Plan Energético para América
Lo otro es lo grave, porque tiene su origen y morbosa consecuencia en la falta de previsión en el examen de la situación internacional, cuya visibilidad se puso a los ojos de todos desde hace al menos dos años.
Pongámoslo de este tamaño: La quiebra de la economía nacional y de las finanzas públicas parte de la crisis de los precios petroleros, cuando los más grandes productores de Medio Oriente decidieron incrementar su producción a límites fuera de lo normal. El mercado mundial de oferta se sobregiró.
La OPPEP dio esa respuesta cuando en los Estados Unidos las grandes corporaciones petroleras dieron prioridad a la exploración, explotación y producción del shale oil y el shale gas en su propio territorio. Por esta opción, el mercado estadunidense logró incrementar sus reservas y su autosuficiencia.
Ante esa política, los movimientos ecologistas se alzaron frente a Barack Obama, quien contestó con una serie de iniciativas restrictivas para proteger el medio ambiente y la gestión de los recursos hídricos.
Ahora, parece obvio que, desde la campaña electoral, los estrategas del candidato republicano hacían oficio de tinieblas para revertir aquellas acciones del Presidente demócrata.
Tan es así que, aun antes de la toma de posesión de Trump, trascendieron desde Wall Street algunos indicios de lo que sería la política energética del nuevo inquilino de la Casa Blanca.
En la ofuscación provocada “por el muro”, el gobierno mexicano no acierta a darse cuenta de que Washington ha puesto a caballo el Primer Plan Energético para América. Para la Casa Blanca, “América” es todo el continente, concepción del Destino Manifiesto.
Pues bien: La reversa a la política de Obama tiene en las carátulas de sus dossiers: Plan de Acción Climática y Ley de Aguas, expuestas ahora a su revisión.
¿Inversión extranjera? Pueden esperar sentados
Por esas iniciativas, que van por la desregulación ambiental y territorial, debe entenderse, contra toda advertencia sobre los devastadores impactos del cambio climático, el aceleramiento de la extracción de combustibles fósiles: Carbón, petróleo y sus modalidades shale oil y shale gas.
El potencial ya en activo, sólo de los shales, es de cuatro millones de barriles de crudo al día, el doble que toda la producción mexicana. Es un hecho demostrado que este proceso es más costoso que los sistemas tradicionales, pero más rentable.
¿De qué estamos hablando?
Los diseñadores y fallidos ejecutores de la Reforma Energética a la mexicana hicieron la apuesta en la inversión extranjera. Incluso, en las rondas de subasta de zonas exponibles al sector privado, han permitido el retorno de las corporaciones estadunidenses que litigaron contra la Expropiación Petrolera de 1938.
Es absolutamente previsible que, ante el método de la zanahoria y el garrote de Trump, y las inciertas expectativas de ganancias en México, esas trasnacionales privilegien las opciones que en el interior de los Estados Unidos se les están abriendo, so pena de resentir los latigazos fiscales que se están asestando ya a la industria automotriz.
En esa sombría perspectiva y específicamente en ese neurálgico sector, México se queda colgado de la brocha.
Esa es la gran cuestión, con independencia del valor que la autoridad hacendaria mexicana asigne al recibo de remesas de los transterrrados mexicanos en los Estados Unidos.
Las remesas ya están en sistema de pagos y es probable que ahí continúen. La ansiada inversión en el petróleo desnacionalizado, está apenas en la prueba del ensayo y el error. Asfixiante asunto.