Por Salvador González Briceño
*Bretton Woods II, obligado para el nuevo “gran acuerdo” tras el derrumbe imperial
El Estado como control de libre mercado para el desarrollo, mecanismo obligado para consolidar el naciente orden multilateral.
Por lo visto, el 2020 no será tanto de disyuntivas como definiciones. Lo que sigue es una revisión prospectiva. O se impone el Nuevo (viejo) Orden Mundial estadounidense bajo peores formas autoritarias conocidas durante la guerra fría, o se consolidan las bases del Nuevo Orden Mundial, Multilateral plural y democrático, con nuevas reglas. Otras normas de convivencia a las del decadente imperio.
Como año de la pandemia, el 2020 es el año bisagra. Con el Covid-19 se pretexta la crisis económica, pero es un hecho que el hundimiento de la economía estadounidense es por sus propias deficiencias, el yugo de la financiarización de su economía, el control monopólico y las políticas del Tesoro y la Reserva Federal.
Una crisis que llevará al viejo imperio a su decadencia y pérdida de hegemonía en un mundo que regenteó desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Incluso más allá, la crisis —con fuerte dosis de catástrofe— será el principio del fin del predominio de las llamadas potencias occidentales, así como de “Occidente” tal y como lo conocemos hoy.
Es decir, que cualquier cantidad de pasos que den los estadounidenses más allá del 2020 y 21, será de inevitable agonía, de caos, desatinos, desprestigio, de exhibir sus propias confusiones, internas y hacia afuera en el escenario global. La administración de Joe Biden tiene frente a sí el gran reto para mostrar lo contrario.
Digamos que esa suerte de bisagra histórica por la cual está atravesando el mundo, con EE.UU. de primer actor ahora con la pandemia, tiene hacia atrás una realidad decadente, pero hacia adelante un auto con motor encendido.
Tiempo de cambios acelerados, como ocurre en algunas coyunturas históricas y ésta es una de ellas. Tras la agonía el amanecer será el nuevo orden global. Es probable que la principal señal del hundimiento se dé con la caída del dólar, el viejo garante del comercio mundial, desde la guerra fría, el toque de campana del caos.
Sin la fortaleza del dólar los cambios vendrán en cascada, y será entonces cuando los países promotores de la multipolaridad asuman sus funciones, en el contexto de nuevas circunstancias por edificar. Con la multipolaridad en acción habrá otros parámetros, nuevas reglas para el comercio, con otras monedas y relaciones internacionales renovadas.
Caos bursátil, bola de nieve
Resta decir que la caída de EE.UU. será mayor al “gran derrumbe” de Brzezinski, en referencia a la caída de la URSS en 1991. Porque el hundimiento de EE.UU. será superior al de otros imperios, incluso el romano. Éste caerá de manera estrepitosa, pero con amenazantes y peligrosas secuelas.
La propagación del caos, como bola de nieve inundará los mercados bursátiles y los gigantes todos —empresas, administradoras de pensiones y comercializadoras— se derrumbarán. Por el control financiero de la economía de EE.UU. nadie tendrá para donde correr.
Claro que los más tratarán como ratas de salvarse del naufragio: inversionistas que salten a opciones “seguras” de inversión como los metales preciosos y los bienes primarios, a medios alternativos como las criptomonedas, con el bitcoin a la cabeza.
A la pérdida del poder dominante estadounidense seguirá la hegemonía de China al frente del Nuevo Orden Multilateral. Será el fin de las guerras permanentes del siglo XX maquinadas por la supremacía imperial de la guerra fría contra la humanidad, donde esta pandemia, del Covid-19 es clara muestra.
También, que China encabezará la multipolaridad y la nueva geopolítica mundial. Tras la “guerra bacteriológica” vendrá la reconstrucción, bajo nuevas reglas. Será necesario la versión alternativa o “Bretton Woods II”, por el conjunto de países de la multipolaridad naciente.
Entonces los aliados geopolíticos serán más importantes que nunca. Se impondrá el Nuevo Orden Multilateral, y el NOM imperial será enterrado. Nada funcionará como en el pasado. Ni las reglas ni las instituciones serán más. Las políticas e instrumentos del pasado se quedarán como parámetro para evitarlos después.
Bajo otro escenario internacional las llamadas estructuras internacionales serán distintas. Por ejemplo, tanto los viejos organismos financieros como los bancos centrales perderán influencia, y desaparecerán una vez que el dólar se vuelva polvo y las deudas de terceros se reconozcan, ahora sí, incobrables.
No más guerras para robar recursos de terceros, como tampoco atizar el tráfico de drogas por altos rendimientos. No más concentración de la riqueza en pocas manos que alienta la descomposición social. Lo contrario, el rescate de la población de la pobreza con trabajo digno y remunerado.
Regresa el Estado-Mercado
Para esos menesteres y otros más, el equilibrio Estado-Mercado estará de regreso. Se terminarán, casi por decreto las políticas neoliberales de la globalización, que llegaron hace medio siglo bajo la consigna de destruir al Estado, y lo lograron al desplazarlo de su participación en la economía y generar un desastre social ampliado.
Al regreso del Estado y el mercado no habrá más predominio de uno sobre otro en la planeación. Si la globalización metió en desuso al Estado-Mercado en favor del “libre mercado”, habrá que rescatarlo en busca de la igualdad de oportunidades y en términos de los recursos de cada país.
Se trata que con la multipolaridad haya equilibrios. Revertir los daños generados por el neoliberalismo y la globalización será un enorme reto para todos: para el Estado, las sociedades, la política, la seguridad de los países, todo con la asistencia de instancias creadas ex profeso.
La regulación del comercio mundial, por ejemplo, estará bajo reglas nuevas y el mundo será otro en tanto se sacuda los lastres del pasado, como las grandes diferencias entre países “ricos” —saqueadores, invasores y asesinos— y “pobres” —saqueados, invadidos y explotados.
Por tanto, uno de los principales retos, más allá de los “ismos” —o una vez superados—: capitalismo, terrorismo, socialismo, fascismo, populismo, feminismo, etcétera, será perseguir el crecimiento con desarrollo, donde los Estados-Nación sean los principales promotores del bienestar de una sociedad cada vez más equilibrada en términos de trabajo, ingresos, salud, educación, recreación, cultura, etcétera.
Ahora bien, si el modelo neoliberal occidental destruyó el equilibrio Estado-Mercado y casi lo dieran por muerto, será precisamente a la inversa en el orden multilateral, porque el Estado siempre ha sido el punto de partida para cualquier país en su participación en el mercado mundial.
Es por ello que para la multipolaridad es importante el rescate del Estado-Mercado, en su fortalecimiento hacia adentro para una mejor proyección hacia afuera, en el marco de unas relaciones internacionales renovadas.
Un Estado-Mercado fortalecido tendrá como soporte una solidaridad mayor entre su población, con mayores compromisos entre sus integrantes, como mejores relaciones políticas y en la sociedad en general, como mecanismos de participación abierta, plural y democrática.
Una democracia en consolidación desde abajo, desde los cimientos tal y como se edifica la igualdad y construye la libertad.
Retomar las funciones de los Estados, donde se cultiven valores de unidad e identidad para enfrentar cualquier reto por venir, siempre en beneficio de un mejor país con igualdad de oportunidades, independiente de las tareas que cada cual realice dentro de la sociedad; político, maestro, educador, trabajador, médico o cineasta, etcétera.
No precisamente “Estado de bienestar”, malinterpretado “populista”. Cuando un Estado para el desarrollo, en igualdad de circunstancias ante los demás.
11 de marzo de 2021.
VP/OPINIÓN/sgb.