La Piedra en el Zapato
Por Abraham García Ibarra
Eran ellos, los que sufrían la inhumanidad de los privilegiados, la codicia de los competidores, la usura de los avaros, la esclavitud de los opulentos y los adinerados.
Pero, ¿quiénes eran ellos? Los grupos más bajos de la sociedad, que se debatían en una situación miserable y calamitosa.
No son líneas tomadas del Manifiesto comunista o de -aún indescifrable para muchos- El Capital. Son argumentos suscritos por el papa León XIII bajo el texto de su encíclica Rerum Novarum, en cuyo núcleo está la iniciativa de un Nuevo orden social cristiano.
En un enriquecedor estudio dado a prensas en México con motivo del primer Centenario (1991) de aquel mandato pontificio, don Manuel Ceballos Ramírez documenta ampliamente el proceso social y religioso en Europa que antecedió la promulgación de la encíclica.
Sólo retomamos una cita, del cardenal de Westminster, Henry Manning: En parte alguna son tan extremas la riqueza y la pobreza como en Inglaterra (…) la condición de esos desgraciados clama al cielo. Nuestro Morelos había propuesto un régimen político para moderar la opulencia y la miseria a principios del siglo XIX.
La opción política avasalló el imperativo social
Conocida en México la encíclica, algunos ministros religiosos acometieron quedito intentos por organizar sociedades obreras. A la Rerum siguió la Graves de communi, que marcó las líneas para la institución de la Democracia Cristiana, cuya puesta en marcha estará a cargo de los congresos católicos.
Para ese efecto, en los años siguientes hubo tres congresos convocados por los arzobispos. La cuestión obrera parecía haber pasado a segundo plano. Hacia 1904 la prioridad de los católicos de la Ciudad de México, Morelia y Puebla era lograr la venia de Porfirio Díaz para poner en acción el Partido Católico Nacional (PCN).
Díaz, que tenía casi tres décadas contemporizando con el clero, consideró que la solicitud era inoportuna. Fue hasta meses antes de ser derrocado cuando autorizó la licencia al PCN, que se convirtió en ariete contra la presidencia de Francisco I. Madero.
En 1910, el arzobispo José Mora del Río le había dado línea al presbítero José María Troncoso para crear organizaciones de obreros y empleados con la idea de crear la Unión Católica Obrera.
Se cita el nombre de Mora y del Río, porque fue de los primeros en pronunciarse después contra la Constitución de 1917. Después lo haría contra la llamada Ley Calles. Mora del Río era de Michoacán. En Morelia se había establecido una de las tres primeras cabezas de playa del Partido Católico Nacional.
Vencido Victoriano Huerta, en cuyo gobierno participaron conspicuos socios del Partido Católico, algunos de ellos se exiliaron y otros pasaron a la clandestinidad.
Quinteta de ases en el tapete mexicano
Toribio Esquivel Obregón: Intelectual de la escuela eurocentrista e hispanista. Fue ministro de Hacienda de Victoriano Huerta, el asesino de Francisco I. Madero. Murió en 1946 siendo candidato a senador por el partido Fuerza Popular, creado por sobrevivientes de La Cristiada.
Jesús Guisa y Acevedo: Estudió en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Simpatizó con Los cristeros. Entre sus obras están El pensamiento político de la reacción e Hispanidad y germanismo.
Rodolfo Brito Foucher. Rector de la UNAM 1942-1944. Antes de serlo, comandó una expedición punitiva contra el gobernador de Tabasco, Tomás Garrido Canabal, reputado como El Anticristo por su represión a la Iglesia católica en aquella entidad.
Teófilo Olea y Leyva. Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, gran amigo del sinarquismo.
José Vasconcelos. Militante del maderismo. Primer secretario de Educación Pública. Rector de la Universidad Nacional de México. Candidato presidencial derrotado en 1930. Una de sus obras más publicitadas, es La raza cósmica.
Vasconcelos fundó y dirigió en 1940 la revista Timón, publicista de las potencias de El Eje. En esa publicación escribía un tal Francisco Struck. En uno de sus artículos presentó a Hitler, como la escoba de Dios: Barría en el planeta todos los males que dañaban a la humanidad.
¿Qué amerita reunir esos cinco nombres de una sola vez y en una cuartilla? Los cinco eran hombre ilustrados y se presentaban como profesantes del credo católico. Al menos de uno de ellos era descendiente de hacendados de El Bajío.
En la Primera Junta Nacional de Jefes Sinarquistas
En septiembre de 1939, casualmente mes y año en que se fundó el Partido Acción Nacional (PAN), en una casona de Tacubaya -avenida que hoy se llama José Vasconcelos-, aquellos ilustres personajes fueron presentados como “miembros distinguidos de La Base” en la Primera Junta Nacional de Jefes Sinarquistas.
Fueron los cinco citados, conferenciantes en ese encuentro, junto con Manuel Gómez Morín, fundador del PAN, y Miguel Estrada Iturbide, otro cuadro distinguido de dicha formación de la derecha político-confesional.
La Base, como lo recordamos en entregas anteriores derivó de la denominada Unión Popular, devenida Unión y reducida al logo U. Algunos apologistas de la Unión Sinarquista identifican a la Unión Popular como pivote de la Guerra Cristera.
Unión Nacional de Padres de Familia y Mora y del Río
La U tendría sus raíces en la Unión Nacional de Padres de Familia, (UNPF), formada en Guadalajara, Jalisco, en 1917 -año en que se promulgó la Constitución de Querétaro-, para defender el monopolio del espíritu que pretendió detentar la Iglesia Católica en México.
Los fundadores de la UNPF, que fueron cercanos al arzobispo Mora y del Río, se habrían inspirado en la lucha de los católicos alemanes e irlandeses en el siglo XIX.
¿Qué sabían las masas miserables de fascismo y nazismo?
En última lectura, lo que sabemos del Movimiento Sinarquista (algunos de sus jefes llegaron a blasonar de la afiliación de más millones de mexicanos), es que el reclutamiento se concentró en las regiones más empobrecidas de México, con un alto grado de analfabetismo y presas de un inducido fanatismo religioso con Cristo Rey como símbolo.
Desde esa perspectiva, los abogados del diablo argumentan que el pobrerío analfabeto de la UNS poco pudo saber del fascismo o del nazismo como para vincularse a sus causas ideológicas y sus tácticas armadas, sobre todo si Europa les era ignorada.
Lo que está al reverso de esa inocente página nos informa que el primer financiero del Sinarquismo fue José Antonio Urquiza, criollo hijo de españoles de vieja residencia en México, y dueños de magníficas propiedades urbanas y rurales en Querétaro…
Urquiza sí sabía leer en los signos de los tiempos: Lázaro Cárdenas andaba repartiendo las haciendas.
Todos proletarios, no; ¡todos propietarios!
Urquiza fue el de la idea de dotar la idea del Sinarquismo (orden) a la Unión Nacional. No aceptó su jefatura nacional, pero avaló la designación de José Trueba Olivares, integrante de una poderosa familia burguesa de Guanajuato que controló por mucho tiempo la Universidad de ese estado y negocios de la judicatura estatal.
Con los cinco prominentes intelectuales nombrados antes y los auspicios financieros citados, por supuesto no es posible atribuir a las masas miserables la convocatoria a poner de pie el alma nacional para defender la auténtica mexicanidad y, frente “al grito comunista”, todos proletarios, oponer todos propietarios. Buena rima, Tacho, buena rima.
Esa es la cuestión de fondo. Si los miserables desconocían de Benito Mussolini y Adolfo Hitler, el tanque pensante del Sinarquismo sí y sabía que los hermanaba la lucha contra el comunismo soviético. Si el soviet atacaba la propiedad privada y Cárdenas expropia haciendas y reparte la tierra, ergo: ¡Es comunista! Vamos a tumbarlo. Es cuanto.