La Piedra en el Zapato
Por Abraham García Ibarra
En 1988 se fracturó una mayoría electoral hegemónica, cuyo lubricante había sido la unidad orgánica. Se abrió campo fértil a la fragmentación de la sociedad política -de por sí estratificada en lo socioeconómico-, de suerte que las minorías aisladas se enfrascaran en una guerra entre sí, en la que juegan a la vez el papel de victimarias y de víctimas.
La Nueva Sociología encuentra en ese proceso, inducido desde el poder, el impedimento a toda iniciativa de transformación.
Como toda democracia representativa, de naturaleza restrictiva, la de México tiene en aquel fenómeno un deliberado vacío estructural en el que el grupo dominante halla su inexpugnable fortaleza. Es cuando los sociólogos recomiendan la pedagogía del encuentro, para ensayar una democracia participativa desde la base social misma.
La revolución electoral pacífica de 2018 dio al sistema una nueva oportunidad de reconstruirse en la reconciliación. Sin embargo, la nueva mayoría electoral, emanada de un movimiento espontáneo movido por el hartazgo del régimen, carece hasta hoy de una estructura orgánica con futuro en el mediano y largo plazos.
Ni de lejos, se ve un acuerdo político nacional
En lo que toca a este tema, las anteriores consideraciones valen para subrayar una grave y rezagante omisión en la “nueva” era. Se está aplazando la convocatoria a un acuerdo político nacional que acompañe a lo que algunos analistas denominan la Cuarta República.
Se ha tratado por separado a las parcialidades de la sociedad, partidistas, económicas, sociales y culturales de tal manera que una oposición unificada no encuentre espacio ni eco para converger en apoyo o en resistencia al nuevo proyecto de nación. Lo segundo, aún más grave que lo primero.
No hablemos de un marco rector a una ingente gran Reforma del Estado que le dé su propio sello a la transformación. Para el caso, no existe todavía ni siquiera una iniciativa consolidada de la específica Reforma Político-Electoral. Se dan sólo expresiones legislativas inspiradas, más que nada, en el protagonismo mediático personal.
Generosos en campaña; mezquinos en la derrota
Viene el asunto a tema, porque hace unos desde Palacio Nacional se lanzó a la rosa de los vientos la iniciativa de que los partidos políticos nacionales renuncien a un porcentaje de sus prerrogativas económicas como entidades de interés público, asunto que implica una revisión a la Constitución y específicamente a su artículo 41.
En algunos partidos de oposición se reaccionó como si se hubiese mentado la soca en casa del ahorcado. Así de deprimente es la situación financiera en la que quedaron después de los remesones de julio del 18.
Obviamente, la insidia orienta sus reacciones al supuesto de que se pretende favorecer al movimiento electoral que se quedó con todas las canicas a partir del 1 de septiembre del año pasado.
¿Qué tiempo hace que los partidos ahora remolones sostenían otra posición, muy diferente, dictada por el oportunismo electora
Ya estaba a caballo el proceso de las elecciones generales de 2018. En septiembre de 2017 los terremotos dejaron devastados por lo menos siete estados y parte la Ciudad de México, con millones de damnificados.
Entonces, apenas dos días después de aquella tragedia, un partido propuso no sólo ceder los recursos de los subsidios públicos pendientes de 2017 y los próximos de 2018 a la reconstrucción, sino eliminar de una vez por todas las diputaciones y senadurías de representación proporcional, para que el Congreso de la Unión se pusiera con su cuerno.
Tres partidos de oposición, entre ellos el PAN, elevaron su puja: Reducir los topes de campaña, entregar el 100 por ciento del financiamiento público de 2018 a la obra samaritana. El sostenimiento de los partidos, se dijo, no debe provenir de los impuestos, sino de las cuotas de miembros y donaciones de simpatizantes.
La renuncia a las prerrogativas, se cuantificó, significaría un ahorro de más de 20 mil millones a las tesorerías electorales.
Ahora, duele más el cuero que la camisa
Unas y otras proposiciones implicarían la reforma a la Carta fundamental y a sus leyes secundarias. Sólo han transcurridos 23 meses desde aquellos terremotos. Todavía en Chiapas, Oaxaca, Morelos y en la Ciudad de México miles de familia reclaman el apoyo sistemáticamente diferido. Los generosos dirigentes de los partidos de ayer, hoy están en las cámaras del Congreso de la Unión. Han cambiado el tono y la dirección de su discurso.
Con independencia del riego que entraña dejar el sistema de partidos a expensas del financiamiento privado, el punto es que se pretende hacer la reforma electoral en abonos y en retazos. Desde esta perspectiva, cada acémila jala el mecate como mejor le acomoda.
Unidos en lo esencial, se decía otrora en horas de crisis. Ahora lo esencial, por un lado, parece ser no dejar a la mayoría que ganó en 2018 hacer gobierno; y, desde el gobierno, dejar que las minorías sigan haciendo sus guerritas. Así, las dictaduras nacen, crecen y se desarrollan como pez en el agua. Es cuanto.