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La sombra de Santa Anna sobre la sucesión del 18

EL LECHO DE PROCUSTO

Por Abraham Garcia Ibarra

En nuestra entrega de ayer, uno de los datos que expusimos fue en sentido de que -según registro en obras de investigadores mexicanos estudiosos de las relaciones con los Estados Unidos-, desde principios del siglo XIX se empezaron a detectar expediciones gringas en nuestro territorio septentrional.

Señalamos que algunos de esos expedicionarios mapearon la región y censaron población y recursos naturales. La región, obviamente, estaba escasamente poblada y carente de defensa militar.

Hoy citamos a uno esos filibusteros: Zacarías Taylor. Para 1846, este general ya figuraba entre los hombres de confianza del presidente Polk. Fue encargado de movilizar tropas rumbo a los ríos Nueces y Grande, para repeler ataques de tropas mexicanas.

En mayo de aquel año, Polk presentó los incidentes como un una invasión mexicana de los Estados Unidos. México ha derramado sangre americana en suelo americano.

Las traiciones que condujeron a la pérdida de la mitad de México

Nativos de Mazatlán, en nuestras mocedades reporteriles tomamos como fuente a algunos cronistas locales que documentaron aquella época.

Al tiempo, algunos historiadores paisanos rescataron la figura del general Rafael Téllez, responsable de defender las Californias, ya bajo el acoso del Ejército estadunidense. En el puerto, Téllez sublevó sus tropas contra el gobierno central.

La traición mayor, sin embargo, corrió a cargo de Mariano Paredes y Arrillagas, comandante del Ejército mexicano, con la encomienda de enfrentar el avance de Taylor sobre Texas.

Paredes se pronunció para ocupar la presidencia de México. Aquí actualizamos la fuente de información con una cita del general Pedro María Anaya, entonces secretario de Guerra, después célebre por la defensa de México contra la invasión.

Por (mensaje) extraordinario, dice Anaya, ha recibido el gobierno  el plan más anárquico, antisocial y abominable que hasta ahora se haya visto. Ni se necesita más que pasar rápidamente los ojos por él para distinguir a qué punto llega la perfidia de hombres que, volviendo la espalda cobardemente al enemigo extranjero, se decidieron a cubrir su ignominia, a rasgar despiadadamente las entrañas de la patria que los alimenta, y entregarla de una vez a la dominación de un señor extranjero

La venta de México por un plato de lentejas

La nueva fuente fue en su momento, el senador sonorense Alejandro Sobarzo, autor de la investigación presentada bajo el título Deber y conciencia/ Nicolás Trist, el negociador norteamericano en la guerra del 47. La edición (Diana) data de 1990.

Recomendada la obligada lectura de ese libro, nos remitimos primero a un dato: Vis a vis con México, la población mexicana era de ocho millones de habitantes; la de los Estados Unidos, 21 millones; la economía del otro lado estaba solvente y su fuerza militar era literalmente incontestable del lado mexicano.

El entonces ministro del gobierno estadunidenses en México, Waddy Thompson, en la perspectiva de la guerra de despojo, hizo este humillante símil: será un encuentro entre una débil mujer y un hombre fuerte y armado.

Sobarzo recuerda el pedido de 30 millones de dólares a cambio de definir una nueva frontera común.

Aparece el indispensable Antonio López de Santa Anna

Con misma fuente retratamos a los confesos implicados en la conspiración contra México. Antonio López de Santa Anna se encontraba exiliado en Cuba.

Textual: “En febrero de 1846 el coronel Alejandro Atocha, español de nacimiento pero naturalizado norteamericano, le había hecho una visita a Polk para plantearle un proyecto que, sin decirlo abiertamente, no era sino un mensaje que enviaba Santa Anna desde su exilio en Cuba, al presidente.

Aunque Polk desconfiaba de los modales excesivamente corteses y afectados de Atocha, lo escuchó con atención. Le dijo Atocha que nada convenía más a los intereses de los Estados Unidos que el regreso de Santa Anna al poder y que éste era partidario de un nuevo tratado de límites”.

A renglón seguido se propone la compensación de los 30 millones de dólares para el pago de deuda mexicana. (Al firmarse el Tratado Guadalupe Hidalgo, el pago se redujo a la mitad.)

El argumento era que México podría mejorar su Ejército y mejorar la economía. El planteamiento aparentemente extravagante, no era, sin embargo casual ni gratuito. Santa Anna, como se vería después, resultó el hombre providencial.

Poblado el oeste de los Estados Unidos por la migración norteamericana hacia los estados de Idaho, Oregón y Washnigton, la Casa Blanca entró en conflicto con Gran Bretaña. Polk le propondría un tratado para modificar los límites territoriales entre las montañas Rocallosas hacia a la costa del Pacífico.

En ese punto, Polk dispuso que la Armada mantuviera el acecho sobre los puertos mexicanos de California, especialmente San Francisco, para el caso de que México declarara la guerra.

Al mismo tiempo, la Secretaría de Guerra invitaba a los californianos a unir su destino al nuestro; serán recibidos como hermanos siempre y cuando esto pueda hacerse sin brindar a México una causa justa de guerra. Hasta aquí las líneas retomadas de la obra de Sobarzo, quien en varias páginas denuncia el expansionismo de los Estados Unidos desde sus años fundacionales.

¿Qué nos da ocasión para continuar con el tema? La rencarnación de Polk en la persona de Donald Trump.

Hace un mes, en Tijuana, Baja California, se reunieron “a debatir” cuatro candidatos a la Presidencia de México. Uno de ellos ex secretario de Relaciones Exteriores.

Ahí están las reseñas del encuentro. Frente al peligro como catedral que señorea sobre la soberanía mexicana, no se requiere de una imaginación esotérica para ver la mutilada sombra de Santa Anna sobre el escenario de la sucesión presidencial de 2018. Es cuanto.

 

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