Por Diego Pappalardo (*)
Zimbabue vuelve a ser noticia mundial por el golpe de estado efectuado contra su primer mandatario, Robert Mugabe, quien ocupa la primera magistratura desde el año 1980.
Más allá de la dinámica interna del país, con sus respectivos actores, factores y situaciones objetivos que alimentan el golpe militar, en el escenario zimbabuense se tienen que ponderar las maniobras geopolíticas como elemento clave de lo que está ocurriendo en ese país.
Estamos en un tiempo en el cual hay mucho movimiento de proyectos y piezas geopolíticas, cada uno con sus propios programas y planes de acción y, por consiguiente, el país africano no puede escapar de dicho proceso.
El actual territorio de Zimbabue pertenecía, junto a la geografía de Zambia, a Rodesia, botín histórico del supremacista británico Cecil Rodes, es decir, el Poder Británico.
Tras sucesivas conflagraciones políticas-económicas-militares, obtiene formalmente su independencia a fines de la década de 1970, después del pacto suscrito en el Lancaster House, mansión situada en la ciudad de Londres. Debido a ese acuerdo, además de la ya mencionada independencia, la élite blanca de raíz anglosajona mantendría determinadas prerrogativas y múltiples beneficios -políticos y económicos- como también lo harían -y obtendrían- los líderes de la lucha por la liberación, pese a divergencias internas que siempre las hubo entre los últimos.
Robert Mugabe, uno de los vencedores de la guerra civil junto a Emmerson Mnangagwa, ex vicepresidente acusado de conspirar contra Mugabe y su esposa, Grace Mugabe, se constituyó en Primer Ministro en 1980, conformando con sus antiguos compañeros la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico o ZANU-PF.
La convergencia antes descrita, se modificaría, gradualmente, a medida que Mugabe y su facción fuesen haciéndose fuertes en los resortes del poder doméstico, dando mayor peso a la orientación socialista e identitaria racial del clan Mugabe y mostrando reticencias a la visión del mundo unipolar.
Las élites británicas, con el objetivo de seducir al ahora derrocado mandatario zimbabuense y mantenerlo como aliado permanente, orquestaron una campaña para que en 1994, Mugabe obtuviera un título honorífico de Su Majestad Británica, el cual le fue revocado en 2008, luego de ser acusado de violar permanentemente los derechos humanos.
Antes de esa revocación, el gobierno británico hizo una intensa campaña para bloquear el financiamiento externo al país africano a través de las inversiones extranjeras. Por entonces, la Unión Europea ya llevaba a cabo sanciones contra el gobierno de Mugabe y los poderes atlantistas dominantes en los Estados Unidos arremetían contra la imagen internacional de Mugabe.
Una crisis monetaria, producida por medidas gubernamentales y por la injerencia internacional, dejó al país sin la posibilidad de poder importar alimentos a inicios de la década del 2000 y se incrementó la quita de los beneficios de las minorías blancas anglosajonas con el programa de reforma agraria zimbabuense, implicando la expropiación de grandes extensiones de tierras fértiles que estaban en manos de la minoría blanca de raíz anglosajona.
Recientemente, Mugabe se había acercado geoestratégicamente, y de manera positiva, a Rusia, y había acordado ampliar la cooperación con China.
Aprovechando una crítica situación económica y la voluntad de Mugabe de que su esposa sea la candidata a presidente en 2018, por la alianza gobernante, se agudizó el rechazo y la confrontación contra su proyecto, tanto en el seno de la propia clase dirigente gubernamental como en la oposición.
En el campo de ZANU-PF, se disputan los espacios, los faccionalismos liderados por Grace Mugabe (llamado G40 y que cuenta con pocos veteranos de la guerra por la liberación) y por Emmerson Mnangagwa (llamado Lancaster, con muchos combatientes históricos en sus filas).
El grupo Lancaster tiene como estrategia trabajar junto al líder opositor Morgan Tsvangirai, acordar con las minorías blancas anglosajonas para que, de ese modo, se levanten las sanciones internacionales y lleguen al país, sin impedimento alguno, las inversiones extranjeras del capitalismo occidentalista y una nueva aproximación a Gran Bretaña y a los Estados Unidos con previa eyección del clan Mugabe de las zonas del poder interno.
(*) Analista argentino. Director de Consultora Universum