Por Diego Pappalardo (*)
La percepción objetiva de la realidad expresa que la inmigración masiva del islamismo sunita que sufre Europa es una táctica del planeamiento de las élites transnacionales para liquidar lo que queda de los Estado-nación, de la raza blanca, y borrar del mundo físico lo que aún permanece de las raíces de la Europa Cristiana y de la civilización grecorromana.
La perversidad del esquema panglobalista hace que la entrada, la presencia y la protección del flujo de la población extraeuropea-islamista sea una invasión planificada que se vale del caos político, las turbulencias económicas, las asimetrías sociales y de las ideologizaciones nefandas que ocurren en los países africanos y asiáticos. También contribuyen, en ese sentido, el accionar político-cultural-medial de las facciones continentales europeas que tienen afinidad con la Súper Élite Internacional.
En ese plan, Libia era y es un punto geoestratégico importante para facilitar el acceso de inmigrantes irregulares a Europa, siendo esa causa, entre otras, por la que se instigó la guerra internacional contra Muamar el Gadafi. Desde la caída de Gadafi, Libia se convirtió en el puente número uno de los inmigrantes africanos a Europa. Internamente, antes del estallido de la guerra civil, provocada desde el Poder Internacional, el país estaba diferenciado étnica e históricamente. Disparidad que generó la formación de tres grandes bloques regionales (occidental, oriental y sur) que continuaban manteniendo las diferencias específicas entre sí, pero que reconocían el liderazgo político de Gadafi y obedecían la gestión de su sistema de gobierno.
En el escenario post-Gadafi, Libia es insertada en el proceso de partición real pero, al parecer, ese movimiento convulso y divisorio está siendo revertido. Esta situación peligrosa se está modificando por la propia dinámica interna del país y por la actuación de las esferas de otros centros de poder que no estuvieron presentes cuando acaecieron el derrocamiento y el asesinato de Gadafi.
En la zona oeste, está la administración del primer ministro Fayez al-Sarraj, reconocido como autoridad legítima por los Estados Unidos y las Naciones Unidas. Con sede en Trípoli, el intitulado Gobierno de Unidad Nacional, surgido en 2016, pugna por el dominio político frente al Parlamento situado en Tobruk. Fayez al- Sarraj pretende extender su autoridad en todo el espacio nacional y ha mostrado su intención de evitar que los migrantes irregulares pasen a Italia y analiza repatriarlos a sus lugares de origen. Sería en el marco de la reanudación del tratado de amistad, asociación y cooperación que habían firmado una década atrás en Benghazi, Gadafi con Silvio Berlusconi, por entonces primer ministro de Italia.
En relación a ello, el ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini, le extendió su colaboración a Fayez al- Sarraj, proponiendo la creación de centros de inmigrantes en el sur de Libia con la cooperación de la Unión Europea y de las Naciones Unidas, el levantamiento del embargo de armas a Libia para que las autoridades del país del Magreb puedan combatir a los mercaderes del tráfico humano y se reactive la economía del país con inversiones extranjeras directas.
En la franja este del país, está la jefatura del General Jalifa Haftar, antiguo partidario de las fuerzas comandadas por Gadafi, que en 1969 derrocaron al rey Idris I. Es un militar de profesión con entrenamiento en la extinta Unión Soviética y con doble ciudadanía libia y estadounidense. En la confrontación entre el llamado gobierno nacional y el parlamento, el General se inclina por el congreso asentado en Tobruk. Haftar, enemigo implacable del terrorismo islamista, está más próximo a Putin, ya que ve que Rusia cuenta con recursos y la predisposición política para ayudar en la estabilización de la situación, la unión territorial y el funcionamiento estatal. El Ejército de Liberación Nacional comandado por el Mariscal de Campo, Haftar, anunció a fines del mes de julio que se liberó el 90% del país.
En el sur, el ambiente continúa signado por la lucha étnica y todo hace pensar que la tensión y el conflicto proseguirán en el lugar por un tiempo más.
De ejecutarse el ordenamiento cuasi total de Libia, será un duro golpe para los desarrolladores de la Élite Mundial, quienes ya están hablando de readaptaciones para persistir en su determinación de hacer prosperar en Europa la guerra racial-étnica-religiosa que le propiciará a la Super Élite su dominio.
(*) Comunicador e internacionalista argentino. Director de Consultora Universum.