Voces del Periodista Diario

Los jinetes del Apocalipsis todavía están aquí

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

Los crímenes de Estado en su triple dimensión, 1) La acción directa que culmina con el asesinato de protagonistas de primera línea, documentable en México desde mayo de 1993, 2) La operación neoliberal excluyente al través de las políticas públicas, básicamente las económicas, y 3) El caótico combate al crimen organizado, que desembocó en la ruptura del tejido social, cuyos impactos subyacen hasta nuestros días presentándonos como Estado fallido, hacen que cada noche sea de pesadilla.

El laberinto nos atrapa en un proceso circular sin solución de continuidad, que postra y a la vez indigna a la sociedad en su conjunto, atenazada entre la subversión interna, rigurosamente prefabricada, y las odiosas acechanzas externas, maquinadas desde Washington, que porfía tercamente en dar a nuestro país la condición de un protectorado.

Aquí no se salva ni Dios: Ha sido asesinado

Después de monitorear los macabros sumarios de los noticiarios nocturnos de los medios electrónicos metropolitanos, nos sobrecoge aquella advertencia de don Pedro Ferriz: Un mundo nos vigila. Y la familia tan indefensa.

Peor aún: A la escucha del valenciano Francisco Paco Ibáñez, quien musicaliza poemas de célebres escritores españoles y latinoamericanos, nos estremece el dictamen forense: Aquí no se salva Dios/ ha sido asesinado.

De algunas lejanas horas en Camagüey, Cuba, recordamos, a la vista del cambio climático, la voz de Nicolás Guillén: ¿Puedes venderme el aire, que pasa entre tus dedos y te golpea la cara y te despeina? ¿Tal vez venderme cinco pesos de viento, o más, quizá venderme una tormenta? ¿Acaso aire fino me venderías; el aire (no todo) que recorre en tu jardín corolas y corolas; en tu jardín para pájaros, diez pesos de aire fino? El aire gira y pasa en una mariposa, Nadie lo tiene… nadie.

Así con el cielo, la lluvia, la tierra: La tierra tuya es mía, todos los pies la pisan. Nadie la tiene. Nadie. Pero Guillén es un poeta: No adivinó la globalización salvaje, dueña y señora de todos los elementos. En su imperio no se pone el Sol.

A los mexicanos sólo nos queda un escape: Los sueños  

El relajante menú musical de media noche-madrugada de algunas estaciones radiofónicas de Estado, sin embargo, abre las rendijas a optimista sueños.

Sueña uno que el Tren Maya podría disponer de plataformas-cisternas para transportar las abundantes y bravas aguas de los ríos Grijalva y Usumacinta hasta las áridas regiones del México del norte, para reverdecer potreros e irrigar las parcelas ejidales, y no darla de dado para satisfacer el consumo de los tejanos.

Uno sueña que las secretarías de Agricultura y Ganadería y de Medio Ambiente, convienen en retomar el Proyecto Hidráulico del Noroeste, para represar y canalizar el recurso a fin hacer florecer hasta el Desierto de Altar y darle a la región su vieja condición de Granero de México.

La minería, la industria de la muerte que nos avasalla

Podría soñar uno, quizá, que México rescata el dominio de la mitad de territorio que nos dejaron los gringos después de la guerra de despojo de 1847-1848, donado ahora en concesiones a las corporaciones trasnacionales, que hacen de la minería la industria de la muerte.

Uno se siente con derecho a soñar que los títulos de posesión otorgados a las comunidades indígenas por los reyes católicos, son reivindicados y nuestros pueblos originarios ejercen, conforme la Constitución vigente, su derecho a la libre determinación; esto es, su autonomía, para decidir sus formas interna de convivencia y organización social, económica, política y cultural.

Dulce ilusión: Desarrollo para la equidad y la independencia

El sueño raya en el delirio: ¿Es posible, en México, que todas las personas tengan el derecho a recibir educación y mejor aún, que toda persona tenga derecho a la protección de la salud y a ninguna podrá impedirse que se dedique a la profesión, industria, comercio o trabajo que mejor le acomode? Porque eso dice la Constitución: Que nadie podrá ser obligado a prestar trabajos personales, sin la justa retribución.

El sueño llega al extremo: El Estado organizará un sistema de planeación democrática del desarrollo nacional que imprima solidez, dinamismo, competitividad, permanencia y equidad al crecimiento de la economía para la independencia y la democratización política, social y cultural de la Nación.

El sofocante calor de la madrugada interrumpe los sueños. Cuando uno despierta, cae en cuenta que los Jinetes del Apocalipsis neoliberal -Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto-, todavía están aquí. Es cuanto.

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