Por Cnl My (R) Gabriel Camilli
Los estrategas tradicionales sostienen que la operación Kursk fue diseñada para obligar a Rusia a alejar a las tropas rusas de élite del frente del Donbass, donde están logrando avances importantes. Era de suponer que esto frenaría la ofensiva rusa, basada en el desgaste, y que cambiaría la dirección de la guerra. Pero, si éste era el plan, fracasó estrepitosamente.
Las tropas ucranianas en Kursk fueron contenidas. El uso de tácticas de maniobra al estilo de la OTAN para invadir Kursk no ha frenado el avance de Rusia, que ahora está a punto de tomar la ciudad clave de Toretsk y también se están acercando a Pokrovsk (el principal punto de detención de las fuerzas ucranianas en el este).
Estas áreas están fuertemente defendidas con trincheras de largo alcance, pero Rusia las está cruzando.
Las líneas más allá de estas ciudades son delgadas o inexistentes, por lo cual Ucrania se vería inmediatamente obligada a negociar un alto el fuego.
Durante las últimas dos semanas, la prensa occidental ha estado anunciando sobre la incursión ucraniana en Kursk, con declaraciones un tanto grandilocuentes, que afirmaban que este podría ser un punto de inflexión en la guerra. En realidad, la temeraria medida de Zelensky está destinada a ser contraproducente.
La campaña de desinformación sistemática se “nos vende” de forma espléndida desde el principio. Para cualquiera que conozca mínimamente las realidades de la guerra en Ucrania, seguramente no es ningún secreto que Ucrania no “parece estar perdiendo la batalla” en absoluto. La está perdiendo en todo el frente, y muy mal.
De hecho, no era ningún secreto para cualquier observador mínimamente informado que la guerra, desde el punto de vista del régimen de Kiev, ya estaba perdida y de manera irreparable.
Pero de repente, según el New York Times, la CNN, The Washington Post, la BBC, ITV, Channel 4 News, The Guardian, The Telegraph, The Financial Times, Le Monde, El País (y en nuestro país casi todos los medios) y muchos otros medios de comunicación famosos, todo está de repente patas arriba. Hasta algunos personajes, opinólogos, hablan de “una tercera invasión de Rusia en su historia (que ahora sí será derrotada)”. Evidentemente, un disparate que ofende la razón del lector.
SIMILAR A LA FICCIÓN
De repente, Ucrania ya no estaba perdiendo la guerra con Rusia, sino que, por el contrario, la estaba ganando. En innumerables programas de televisión se mostró a sus tropas avanzando hacia el interior del territorio ruso, aparentemente sin ninguna oposición significativa.
Se los vio riendo o sonriendo, como si estuvieran en una especie de picnic. Ocupando innumerables aldeas del lado ruso de la frontera, arrancando banderas rusas e izando en su lugar banderas ucranianas.
Pero en Kursk, siguiendo la Niebla de la Guerra 2.0 se nos muestra el engaño occidental sobre Rusia: cuando la narrativa oscurece la realidad.
La propaganda de guerra y el engaño son tan antiguos como las montañas. Nada nuevo.
Sin embargo, lo verdaderamente nuevo es que la guerra de información ya no es un complemento de objetivos bélicos más amplios, sino que se ha convertido en un fin en sí mismo. Occidente ha comenzado a creer que “apropiarse” de la narrativa ganadora –y presentar la del Otro como incómoda, disonante y extremista– es más importante que abordar los hechos sobre el terreno. Desde este punto de vista, dominar la narrativa ganadora significa ganar.
Así, la “victoria” virtual triunfa sobre la realidad “real”. De esta manera, la guerra se convierte más bien en un escenario para imponer un alineamiento ideológico a través de una amplia alianza global y hacerlo a través de unos medios de comunicación complacientes.
Este objetivo goza de mayor prioridad que, por ejemplo, garantizar una capacidad de producción suficiente para apoyar objetivos militares.
La elaboración de una “realidad” imaginada tuvo prioridad sobre la configuración de la realidad sobre el terreno.
Esto nos recuerda a la película: ‘Wag the Dog’ (titulada en español: La cortina de humo -en España-, Mentiras que matan -en la Argentina- o Escándalo en la Casa Blanca -en el resto de Hispanoamérica-), que es una producción estadounidense de 1997, dirigida por Barry Levinson, escrita por Hilary Henkin y el prestigioso dramaturgo David Mamet.
Sus principales protagonistas son Dustin Hoffman, Robert De Niro, Anne Heche, Willie Nelson y Denis Leary.
En ella, un asesor del gobierno decide construir una guerra ficticia contra Albania, esperando que los medios de comunicación se concentren en eso. Así, se pone en contacto con un productor de Hollywood, Stanley Motss (Dustin Hoffman), para “crear la guerra”, con un tema musical y una falsa filmación. El engaño es inicialmente exitoso, con el presidente ganando terreno rápidamente en las encuestas. Pero… las narrativas de la Guerra de Ucrania, muchas veces me recuerdan esta película.
TRAMPAS FALSAS
La cuestión es que este enfoque crea trampas de falsas realidades y falsas expectativas, de cuales salir (cuando es necesario) se vuelve casi imposible, precisamente porque el alineamiento impuesto ha osificado el sentimiento público. El efecto acumulativo de una “narrativa virtual ganadora” conlleva el riesgo de deslizarse gradualmente hacia una “guerra real” no intencionada. Tomemos, por ejemplo, la incursión orquestada y equipada por la OTAN en la simbólicamente significativa región de Kursk. En términos de una “narrativa ganadora”, su atractivo para Occidente es obvio: Ucrania “lleva la guerra a Rusia”.
Si las fuerzas ucranianas hubieran logrado capturar la central nuclear de Kursk, hubieran tenido una importante carta de negociación y podrían haber retirado las fuerzas rusas de la “línea” ucraniana, cada vez más colapsada, en el Donbass.
Y lo que es más, en términos de guerra de información, los medios occidentales estaban listos y alineados para mostrar al Presidente Putin “congelado” por la incursión sorpresa y “tambaleándose” por la ansiedad de que el público ruso se volviera contra él por su ira y humillación. Bill Burns, jefe de la CIA, señaló que Rusia no ofrecería concesiones a Ucrania hasta que el exceso de confianza de Putin fuera desafiado y Ucrania pudiera demostrar fuerza.
Otros funcionarios estadounidenses añadieron que la incursión en Kursk por sí sola no llevaría a Rusia a la mesa de negociaciones; Sería necesario organizar otras operaciones audaces para sacudir los nervios de Moscú.
Creemos que el objetivo general era mostrar a Rusia como frágil y vulnerable, en consonancia con la narrativa de que, en cualquier momento, Rusia podría desmoronarse. Obviamente dejando a Occidente como ganador.
De hecho, la incursión en Kursk fue una enorme apuesta para la OTAN. Pero la apuesta se perdió. (Al cerrar este articulo el 5 de septiembre de 2024 leemos en El País: “Alarma en Ucrania por el rápido avance de Rusia en el frente de Donetsk. Arrecian las críticas contra Zelenski, que confía en que la ofensiva en la provincia rusa de Kursk termine por forzar al invasor a frenar su empuje, algo que por ahora no está ocurriendo.
No es difícil ver cómo esta visión unidimensional del mundo puede haber contribuido a que los Estados Unidos y sus aliados malinterpreten el impacto de la actual “atrevida aventura” de Kursk en los rusos comunes y corrientes. Kursk tiene una historia.
En 1943, Alemania atacó a los rusos en Kursk para rectificar su frente y eliminar un peligroso saliente soviético, luego del desastre de Stalingrado, pero finalmente fue derrotada en una batalla que representó la primera derrota alemana en una ofensiva de verano.
El regreso del equipamiento militar alemán a las proximidades de Kursk debe haber dejado a muchos boquiabiertos; el actual campo de batalla alrededor de la ciudad de Sudzha es el mismo lugar donde, en 1943, los ejércitos 38º y 40º soviéticos acecharon al 4º ejército alemán para frenar su avance.
Efectos cercanos y recientes: el 2 de septiembre el Financial Times tituló: ‘Los votantes de Turingia y Sajonia votaron por el fin de la guerra en Ucrania’.
Los votantes se sintieron atraídos tanto por el AfD como por el BSW debido a su oposición a la guerra en Ucrania, ya que ambos partidos han criticado duramente los suministros de armas alemanes a Kiev, así como las sanciones occidentales contra Rusia, y han pedido negociaciones para poner fin a los combates.
El resultado electoral muestra que, 34 años después de la reunificación alemana, una mayoría de personas en dos regiones del antiguo este comunista del país están profundamente desilusionadas con los partidos tradicionales del centro y frustradas con la forma en que se gobierna Alemania. Fuente: Financial Times.
Seguimos explicando: A lo largo de los siglos, Rusia fue atacada varias veces en su flanco vulnerable por Occidente. Las más recientes fueron las de Napoleón y Hitler. No sorprende que los rusos sean muy sensibles a esta sangrienta historia. ¿Han pensado los planificadores occidentales en esto?.
Se imaginaban que si la OTAN invadiera la propia Rusia, Putin se sentiría “desafiado” y que con un mayor empujón se retiraría y aceptaría un resultado “congelado” en Ucrania… quizás sí.
En última instancia, el mensaje enviado por la inteligencia occidental fue que Occidente (representado por la OTAN) viene por Rusia. Éste es el significado de la elección deliberada de Kursk.
En esencia, el mensaje de Bill Burns dice que los rusos deben prepararse para la guerra con la OTAN.
Para ser claros, este tipo de “narrativa ganadora”, en torno a Kursk, no es ni un engaño ni una ficción. Los acuerdos de Minsk fueron ejemplos de engaño, pero fueron engaños basados en una estrategia racional (es decir, fueron históricamente normales).
Los engaños de Minsk tenían como objetivo ganar tiempo para que Occidente fortaleciera la militarización de Ucrania antes de atacar el Donbass. El engaño funcionó, pero sólo a costa de una ruptura de la confianza entre Rusia y Occidente.
Kursk, sin embargo, es algo diferente. Occidente se percibe a sí mismo como en el proceso de ir hacia “el lado correcto de la historia”.
Sin duda, la estrategia de Kursk pareció inteligente y audaz en Londres y Washington.
¿Pero con qué resultado?. No logró ni el objetivo de tomar la central nuclear de Kursk ni el de retirar las tropas rusas de la Línea de Contacto en el Donbass. Y más temprano que tarde se eliminará la presencia ucraniana en la región de Kursk.
Sin embargo, lo que sí hizo fue dificultar seriamente cualquier perspectiva de un acuerdo negociado en Ucrania.
La desconfianza de Rusia hacia los Estados Unidos es ahora absoluta. La presencia visible de equipamiento alemán en Kursk despertó viejos fantasmas y consolidó la conciencia de las intenciones hostiles de Occidente hacia Rusia.
OCCIDENTE ATRAPADO
Occidente ha quedado atrapado en su propia narrativa de victoria. Los lemas vacíos y las declaraciones propagandísticas, si bien pueden obtener el apoyo de la población a corto plazo, corren el riesgo de exacerbar los conflictos en lugar de resolverlos.
Lo que Occidente ha subestimado es la profunda memoria histórica y la resiliencia cultural de Rusia, que reacciona no sólo a los movimientos militares sino también a los símbolos y signos percibidos como amenazas existenciales.
Lo peligroso es que esta estrategia, basada en la superioridad narrativa, puede conducir a una escalada no planificada, en la cual la realidad sobre el terreno se puede salir de control.
La obsesión por controlar la narrativa ha llevado a una simplificación excesiva de los conflictos, ignorando la complejidad histórica, cultural y geopolítica de las situaciones particulares. La paradoja es que la búsqueda de un control total sobre la narrativa global puede llevar a Occidente a perder de vista la realidad. La desconexión entre la narrativa y la realidad sobre el terreno puede dar lugar a graves errores de cálculo, que podrían convertir la guerra de información en un conflicto armado incontrolable.