La Piedra en el Zapato
Por Abraham García Ibarra
La teoría económica establece que un decrecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en dos trimestres consecutivos obliga a reconocer que la recesión está presente.
El cuarto trimestre de 2018 y el primero de 2019 se colocaron en esa tesitura. Las próximas doce horas serán indicativas: El Instituto Nacional de Geografía y Estadística presenta su reporte referido al segundo trimestre del año.
Previo a ese reporte, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco de México han venido recortando las expectativas de crecimiento tanto para 2019 como para 2020.
Con la “insospechable imparcialidad” que las caracteriza, las calificadoras extranjeras han decretado que la economía mexicana está ya en recesión técnica. A remolque de esas agencias foráneas, algunas instituciones bancarias y despachos de analistas domésticos se suman a ese pronóstico.
El gobierno pretende calmar calambres a los agentes económicos
Algo debe haber de certeza en esas revisiones, si el gobierno de la cuarta transformación se ha anticipado al Inegi anunciado medidas anticíclicas.
La Secretaría de Hacienda y Crédito Público, al alimón con la de Comunicaciones y Transportes salen al paso a los calambres de los agentes económicos, avisando que se adelantarán licitaciones de obras públicas previstas para 2020.
Según se explica, como para bajarle a la sensación de contingencia, los recursos presupuestales estaban ya etiquetados para el Fondo Nacional de Infraestructura. De otro lado, en las próximas horas se echan a andar las obras de la refinería de Dos Bocas, Tabasco.
El número mágico se da en estos términos: 485 mil millones de pesos para reactivar la economía.
El asunto es que la recesión no exorciza con el sólo discurso público. En tanto aterrizan aquellos anuncios, será el Inegi el que defina el curso del segundo semestre de 2019. Sólo existe un lubricante para ese motor: La restitución de la confianza del inversor y el consumidor. Es cuanto.