Por Diego Pappalardo
El suceso que, el mundo en general y los Estados Unidos en particular, vieron durante el día 6 de enero de 2021, en el Edifico del Congreso estadounidense, es un episodio más de la confrontación existente entre complejos de poder que pugnan entre sí por el control y el rumbo de la superpotencia norteamericana, así como también por el mantenimiento o transformación de la arquitectura política mundial.
Esta disensión y guerra dada entre clanes, tiene como epicentro al país que hoy dirige políticamente el Señor Trump, quien, por estas horas, está siendo acusado por los líderes y partidarios de su grupo enemigo, como cabeza, según la definición de ellos, de un terrorismo doméstico e instigador principal del asalto al capitolio.
Para nosotros, está claro que la toma del emblemático capitolio fue una operación de las herramientas de las formaciones de poder rivales de Trump, más exactamente, una elaboración de la estrategia de los arquitectos de la élite estadounidense de gestión global.
Nos parece ilógico que Trump haya organizado una insurrección, un intento de autogolpe, como aseveran los demócratas y republicanos enemigos suyos, porque la observación completa del cuadro contradice sin rebozo dicha incriminación.
Mientras se desarrollaba el suceso, en la tarde del día 6, comentamos, junto a Voces del Periodista, que, si bien había partidarios genuinos de Trump participando en el hecho, también estaban interviniendo en el episodio agentes conectados al bando clintonista/sorosiano, con la intención clara de encauzar dicho acontecimiento en beneficio suyo para, entre otras finalidades, obtener lo que llamamos una “foto final”.1
Esta “foto final” les sirve a los contradictores del Proyecto Trump para avanzar con el plan de acabar definitivamente con éste, de modo que el mismo no pueda tener injerencia influyente o cuasi directriz, tanto en el escenario local estadounidense, como en la arena mundial, considerando, como dijimos en otras ocasiones, la colisión que existe entre algunos procesos globales que están perdiendo fuerza hegemónica y, ende, resisten ser excluidos del futuro frente a otros procesos, igualmente globales, que empujan por instalarse en el futuro.
Al depender del Congreso, la policía del Capitolio tiene una relación de comunicación continua y estable con los dirigentes parlamentarios del bipartidismo imperante, cuya mayoría de miembros, recordamos, está nutrida por componentes de las facciones de la élite que quiere mantener el statu quo dentro de USA y la Pax Americana en el mundo, de ahí que sea una verdad incuestionable que Capitol Hill sirve mejor a los intereses de los cabilderos, corporaciones, bancos y señores de la guerra internacional que a las necesidades vitales y esperanzas del pueblo de los Estados Unidos.
Creemos que la seguridad del Capitolio, que es altamente efectiva en otros días y consistente en 2.300 efectivos y el asesoramiento o provisión permanente de informes de agencias de inteligencia y de seguridad competentes, no fue desbordada inocentemente por la marea trumpiana, sino que se instaló un operativo laxo para asistir al montaje o falsa bandera.
La propia conducción de la policía, inexplicablemente, rechazó, el día 3, el ofrecimiento de apoyo que el Departamento de Defensa le habría ofrecido, según declaró el Secretario del Ejército, Ryan McCarthy.2
Todas las estimaciones concienzudas previas hablaban de una multitud que congregaría el mitin de Trump y sostenían como probables las escenas que terminaron ocurriendo por lo que, para jefes policiales experimentados como Art Acevedo, de Houston, resulta increíble el operativo policial que diagramó el ahora destituido Steven Sund.
Esa respuesta policial frágil no lo podían desconocer los equipos de Nancy Pelosi y Charles Schumer y de tantos otros demócratas y republicanos adversarios de Trump quienes hoy posan de víctimas y que, bajo la Presidencia de los clintonista-sorosianos, van a aumentar la estigmatización, censura, persecución y criminalización contra los patriotas reales y verdaderos.
Subyamos que el Capitolio fue invadido por la gente cuando un grupo de senadores estaba objetando la decisión de otorgarle la victoria a Biden, interrumpiéndose de esa manera la sesión, la cual, posteriormente, se reanudó para ungirlo a Biden como el nuevo presidente, culminando con ello exitosamente otra etapa del plan del golpe de Estado ejecutado contra Trump, para que éste no asumiese un segundo mandato constitucional que, conforme a nuestra óptica, lo ganó popularmente en las elecciones del 3 de noviembre de 2020.
Cuando el Capitolio era tomado, Trump pidió la paz y que los manifestantes se fueran a casa, pedido que las redes sociales eliminaron.3
Trump no es un “lobo solitario” porque hay una concertación entre él y otras corporaciones de poder para continuar con el lineamiento que trazaron, tratando de resolver el conflicto agudo existente entre ellos y sus rivales por mantener y/o acrecentar sus posiciones y, sobre todo, quién será el que tendrá el control del Futuro.
A partir del 21 de enero próximo, se acelerará el proceso colapsante. Donald Trump y su corriente, con la movilización genuina y fervorosa de Los Deplorables, seguirán siendo un factor de poder porque, además de las élites que lo apalancan, Trump es el dueño de 60 millones de votantes, frente a los cuales el establecimiento del Partido Republicano poco y nada puede hacer. Creemos que es improbable que Trump, cuando deje el cargo presidencial, termine en la prisión o finalice como JFK.
Muchas situaciones dependerán de la voluntad personal y el cálculo político de Trump, sobre todo, la constitución de una nueva élite política y administrativa para los Estados Unidos.
Notas:
1-https://twitter.com/CelesteSaenzM/status/1346925880489119746
2-https://apnews.com/article/capitol-police-reject-federal-help-9c39a4ddef0ab60a48828a07e4d03380
3-https://tv.gab.com/channel/realdonaldtrump/view/we-have-to-have-peace-5ff62ceaf0a21cb861e2a3d2