Voces del Periodista Diario

No estamos aptos para profecías apocalípticas

Sinfonía Telúrica

Por Abraham García Ibarra

A nosotros los chairos -“puñeteros”, según voz de un mexicano académico de la Lengua- pocas veces nos está permitido estar en “el lugar de los hechos” en vivo en directo y a todo color. Quedamos expuestos al criterio y la indisputada autoridad de los mensajeros que ahora ostentan el título de líderes de opinión.

A la usanza del estilo populista en que, en la metrópoli, todas las verdades públicas emanaban de la vieja casona de Cobián, particularmente en estas estas semanas de emergencia nacional la comunicación se da en circuito cerrado, que tiene su origen y terminal en Palacio Nacional (PN).

Está tan erizada la relación del Estado con un segmento dominante  de comunicadores mexicanos y extranjeros, que no será sorpresa que un día se nos “descubra” que el inquilino de PN fraguó a control remoto el tsunami Sumatra-Andonám, que en diciembre de 2004 provocó más de 275 mil muertos y millones de desaparecidos. A ese grado la exacerbación.

Sabemos mucho de los muertos; poco de los recuperados

Desde el obligado aislamiento donde tecleamos estas líneas, pretendemos monitorear los reportes diarios de las secuencias de la pandemia de moda y sus impactos en México y el mundo.

Recogemos, desde luego, el número total de víctimas mexicanas. Sólo por excepción -a no ser por las gráficas diarias- se nos presenta la cifra de recuperados. El acento está puesto, como si se tratara de nota roja, en el número de muertos, que para anoche era de poco más de seis mil.

Fuera del circuito cerrado convencional, la gran mayoría de compatriotas sólo cuenta con las redes sociales, sometidas desde antes de la explosión del Covid-19 a un ético cuestionamiento por los mismos proveedores de servicios de asistencia tecnológica con fines mercadológicos y de información, cuyas matrices operan desde metrópolis extranjeras.

En abono de algunos administradores locales de servidores informáticos, hay que reconocer que con frecuencia alertan sobre la invasión de mensajes maliciosos infestados de virus.

Los profetas mediáticos locales nos ponen los pelos de punta

En una atmosfera de sicosis colectiva y de manipulación, a principios de marzo registramos la predicción de un líder de opinión mexicano. De acuerdo con cálculos matemáticos, el coronavirus provocará en el mundo 25 millones de muertes, según dejó escrito ese profeta mediático.

A mitad de semana, otra voz “especializada” anunció aquí que, por la proyección de la crisis sanitaria en el espectro económico, perderán su empleo 8 millones de mexicanos. Muerte y desocupación laboral, pues, son los signos de la época.

En general, en nuestro país ha pasado desapercibida la agenda de la ONU-OMS de las últimas semanas. Algunos medios electrónicos nacionales la han tratado  con sordina o como material de relleno en su segmento internacional.

Por supuesto, en la agenda de la ONU y su agencia para la Salud, en el centro de gravedad están las consecuencias catastróficas de la pandemia, en razón de la cual, además de las representaciones de los Estados parte, se ha dado tribuna a eminentes científicos, algunos merecedores del Premio Nobel en sus diversas disciplinas.

En dos de esos recientes foros multinacionales se ha dado asiento y voz a la embajada mexicana ante la ONU. Existe por ahí algún texto impreso debido al doctor Juan Ramón de la Fuente, para quien quiera informarse.

Es predecible una crisis humanitaria por traumas siquiátricos

Revisando la orden del día de la ONU, tratada preferentemente por serios medios europeos y algunas instituciones especializadas de los Estados Unidos, encontramos una alerta: El papel que en la exacerbación de la crisis han jugado los agentes y empleados de los grandes corporativos privados y estatales de la Comunicación y sus repetidores. Trataremos de abordarlo en próxima entrega, en su capítulo referido a las redes sociales.

El otro tema es de mayor dimensión y alcance: Los traumas siquiátricos latentes y futuros que desencadenarán eventualmente una crisis humanitaria de insospechables consecuencias.

En ese análisis científico, preventivo, concurren la pandemia per se y su propagación, de respuesta incierta cuando no será posible tener vacunas y tratamientos antes de dos años; el proceso de “información” de tintes terroristas, las medidas cautelares de aislamiento y encierro; la depresión generada por el confinamiento, la amenaza de desempleo y falta de ingresos, y la incertidumbre a que está sometido ahora mismo el Orden Económico Mundial.

Asuntos de primera jerarquía, en México hay que verlos desde dos ópticas: 1) La falta de maduración de la estrategia de la cuarta transformación y, 2) Sobre ese vacío, el anuncio de una nueva normalidad a la que le faltan aún explicadores convincentes. Estamos lejos de encontrarle la cuadratura el círculo. Es cuanto.

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