Por Mouris Salloum George (*)
Si la violencia es la partera de la historia, nuestra Historia nos enseña que de las grandes y desgarradoras convulsiones sociales y políticas es posible extraer rendimientos para la revisión y replanteamiento del entramado institucional y la reconstrucción del tejido social.
Vocación pacifista la de nuestro pueblo, sin embargo, ha tenido que pasar por múltiples alzamientos armados, cuartelazos, intervenciones extranjeras y tres revoluciones, cuyo producto han sido la Independencia como Nación, el diseño de una República soberana y la iniciativa de un Estado Social de Derecho.
Las tres aspiraciones populares se han quedado en la placenta, porque pusilánimes depositarios del poder político se han amilanado frente a la contrarrevolución que, dentro y desde fuera del territorio nacional, se resiste a entender que la soberanía nacional no es patrimonio de unos cuantos privilegiados, sino derecho inalienable de los de abajo.
Lo que nos ha dejado el neoliberalismo, es un Estado privatizado que responde a los constructores de Derecho corporativo global y del Nuevo Orden Feudal Mundial.
Lo que el Estado neoliberal no ha podido hipotecar, es la enorme fuerza moral de la que es depositario el pueblo mexicano.
Trasnochado al fin, este escribidor se queda con don Miguel Hidalgo, con una piedra para varios frágiles tejados: Abrid los ojos, americanos, no es dejéis seducir de nuestros enemigos; ellos no son católicos sino por política. Su Dios es el dinero y las conminaciones solo tienen por objeto de la opresión.
Vale para los neoliberales que se quieran poner el saco. Vemos a Hidalgo como fetiche de la cuarta transformación. Es cuanto.