Voces del Director
Desde Filomento Mata 8
Por Mouris Salloum George
Desde la primera mitad de la década de los setenta, cuando los medios electrónicos no desplegaban aún todo su poder anestésico y disolvente, y algunos concesionarios privados se declaraban soldados del Presidente, desde lo alto se expresaba la preocupación porque la televisión destruye en la tarde lo que la escuela construye en la mañana.
Algunos intelectuales progresistas, con acento ácido, aseguraban que la empresa televisiva dominante suplantaba la Secretaría de la Cultura del Estado mexicano.
Paralelamente, la propia comunidad docente advertía contra el proceso de transculturización a la que estaba siendo sometida la sociedad mexicana y, tanto corrientes ideológicas nacionalistas como la propia Iglesia católica compartían -dándole sentido a modo de su interés-, su inquietud por “la pérdida de valores”, particularmente entre los jóvenes.
El individuo, rey de la creación
Las reformas educativas, hasta los años ochenta, se diseñaban conforme los postulados doctrinarios del artículo Tercero de la Constitución.
Aun hoy, dicho artículo prescribe en su texto “el amor a la Patria, el respeto a los derechos humanos y la conciencia de solidaridad internacional, en la independencia y la justicia”.
Sin embargo, al sentar plaza el neoliberalismo tecnocrático en México, se percibieron los primeros signos de reorientación del modelo educativo, privilegiando, obviamente, el individualismo y “su derecho” a la libre iniciativa.
De hecho o de facto, se revisaron los programas de educación básica y se fueron sacando de cuadro las enseñanzas de Civismo y de Historia. En meses recientes, incluso en instituciones de Educación Superior se denunció la intención de suprimir la Carrera de Filosofía.
“De grande yo quiero ser sicario”
Hace unos cinco años, la Secretaría de Educación Pública de Sonora hizo una encuesta entre alumnos de secundaria. A la pregunta de ¿qué querrías ser cuando termines de estudiar?, un alto porcentaje de los consultados respondió: Sicario.
Huelga precisar que, en la actualidad, los sicarios son los asesinos a sueldo del crimen organizado y, en efecto, los cárteles los contratan entre adolescentes y jóvenes, porque algunas legislaciones estatales los consideran “no imputables” o “justiciables” a la par que los adultos.
Viene a tema el asunto porque a finales de 2017 el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación puso en circulación los resultados del Estudio Internacional de la Educación Cívica y Ciudadana 2106, aplicado a nivel secundaria.
En esas asignaturas -sobre todo en Civismo-, México está en los últimos lugares entre los países analizados.
Hay dos datos que llaman la atención por su sentido correlativo: 38 por ciento de los adolescentes considera “malo” que no se permita la crítica al gobierno y, en respuesta otra pregunta, no considera la obediencia a la ley en la definición de buen ciudadano.
La desconfianza en los partidos políticos
Desde esa óptica, se da una consecuencia: México es uno de los países donde menos se confía en los partidos políticos.
Si es así, como así y es, y si la vocación cívica tiene una de sus expresiones en la participación electoral, por ejemplo, ¿cómo esperar que esos futuros ciudadanos cambien el estado de cosas del que son las primeras víctimas?
De ello se colige que algunos experimentos que se ensayan en las cámaras del Poder Legislativo a modo de Parlamento de los Niños o los programas de capacitación cívica que aplica el Instituto Nacional Electoral, son meras simulaciones que no cambian la mentalidad de las nuevas generaciones. Grave asunto.
VP/Opinión/EZ