EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra
Vamos a ponerla de este tamaño: Según estudios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), tan bien recibidos por nuestros tecnócratas cuando dan masajes al ego, México está en el último sitio entre los países parte de esa institución en materia de recaudación fiscal.
Respecto del tamaño de su economía, que nuestros exegetas tienen aún anclado ilusoriamente en el lugar 14 en el ranking mundial, México, a un corte de 2015, sólo capta 10.5 del Producto Interno Bruto (PIB) para sus requerimientos fiscales.
Esa magra captación tiene como soporte los impuestos a las personas físicas en sus modalidades de gravámenes al Valor Agregado (IVA) y Sobre la Renta (ISR).
Comparación obliga: Chile acredita una captación hasta de 19.8 por ciento respecto del PIB para satisfacer sus gastos fiscales.
De acuerdo con evaluaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal/ ONU), las desproporciones en la distribución del ingreso en México profundiza las estructuras de la desigualdad.
Ahora bien: La deficitaria y discriminatoria operación del régimen fiscal mexicano, ha conducido a que las finanzas del gobierno federal traten de salvar su insolvencia echando mano a la deuda pública, que las calificadoras neoyorkinas están colocando ya en luces rojas.
Esa deuda pública tiene ya entre sus acreedores involuntarios a los trabajadores y empleados que desde hace medio siglo vienen ahorrando para su retiro; va a hacer 20 años, que sus fondos se administran al través de cuentas individuales.
¡Viene! ¡Viene! Otro zarpazo sobre la clase trabajadora
La comparación continúa: En Chile, el porcentaje de las cotizaciones en algunas de sus modalidades está por encima del 10 por ciento del salario. Pero sus rendimientos han sido históricamente muy superiores a los que se abonan a los fondos mexicanos, cuyas cotizaciones han fluctuado entre el tres y cuatro por ciento.
En Chile, la clase trabajadora está sublevada en demanda de revisión del régimen jubilatorio, exigiendo la mejoría de las prestaciones pensionarias.
En México, entre la insaciable rapacidad de las administradoras e inversoras de los fondos de retiro privadas y la insolvencia del Erario Público, agotado por el peso de la deuda, se trama un incremento al porcentaje de las cotizaciones tanto obligatorias como voluntarias.
Pero se ataca sesgadamente el efecto (la crisis de las finanzas públicas, que no es responsabilidad de los contribuyentes cautivos), y se pretende ignorar las causas, a saber: 1) el desempleo y los topes salariales, que han disminuido en automático el monto y el volumen de las cuotas para Seguridad Social, y
2) Sobre llovido, fregado: Ese fenómeno se ahondó cuando deliberadamente empezaron a erosionarse los Contratos-Ley y los Contratos Colectivos de Trabajo con el ariete de los contratos de protección empresarial, cuyo principal beneficio es escamotear el pago a la Seguridad Social.
El aumento a las cuotas para el retiro de los trabajadores es cuestión de días y de Luis Videgaray. En la contraparte, está la resistencia del gobierno al incremento, al menos, de los salarios mínimos, exigencia esgrimida ya hasta por los líderes charros del sindicalismo domesticado.
Está escrito en las fachadas del neoliberalismo: Privatizar las ganancias, socializar las pérdidas. Es cuanto.