Voces del Periodista Diario

Las ganancias de la droga

VOCES OPINIÓN Por : Daniel Estulin

(Exclusivo para VOCES DEL PERIODISTA)

La cantidad de ganancias que genera anualmente el negocio de la droga está en torno a los novecientos cincuenta mil millones de dólares al año. El dinero de la droga se convirtió en una parte esencial del sistema bancario y financiero mundial, ya que proporciona la liquidez necesaria para realizar los pagos mensuales mínimos de las enormes reservas y de las burbujas de derivados e inversiones de Estados Unidos y Gran Bretaña.

Es fácilmente demostrable que los EE.UU. y la elite financiera mundial son los más grandes beneficiarios del negocio vil de la droga. Déjenme que les demuestro como.

El valor de las acciones de todas las empresas que cotizan en Wall Street está basado en los ingresos anuales netos. Conocido con el nombre de price to earnings (PER), este efecto multiplicador de la equidad de los accionistas puede ser, como mucho, de un factor entre treinta (30/1).

De esta forma, para que las empresas más grandes, como el Banco Chase Manhattan, General Electric o Brown Brothers Harriman, tengan unos ingresos adicionales de diez millones de dólares provenientes del comercio de la droga, el incremento neto de la equidad de la empresa debería ascender a 300 millones de dólares.

 

Datos precisos

Estas y otras grandes empresas han sido accionistas mayoritarios de los cinco principales medios de comunicación de Norteamérica (ABC, CBS, NBC, Fox, CNN), que tienen miles de emisoras filiales por todo el país. ¿Por qué esos medios no proporcionan datos precisos acerca del comercio de la droga y de la implicación en él de la CIA?

Otra cosa que habitualmente se pasa por alto del lucrativo comercio ilegal de la droga es la fantástica cantidad de dinero que las empresas pueden ganar recibiendo préstamos a un tipo de interés más bajo de traficantes de drogas y de naciones que trafican con narcóticos y blanqueándolos para conseguir beneficios astronómicos. Cuando 100.000 millones de dólares ilegales e inútiles se prestan a una empresa gigante al cinco por ciento, el dinero, a cambio, se vuelve legal y líquido.

Ahora, el negocio de las drogas tiene mucho poder porque está subvencionando las inversiones de las empresas más grandes del mundo. Subvenciona a políticos. Ha enganchado a los gringos de Wall Street, cuyos propios hijos mueren a veces por culpa de esas drogas. Wall Street no se puede permitir que caigan los magnates de los narcóticos.

¿Por qué? Porque la economía estadounidense piramidal, controlada por un 1 %, no puede asumir el riesgo de dejar que la competencia (en los negocios o en la política) cuente con la ventaja de usar el dinero procedente de la droga. Y por cada millón de dólares de incrementos en ventas o de incrementos en ingresos procedentes de una compra total, la equidad de acciones del 1 % que controla Wall Street aumenta entre veinte y treinta veces.

 

Sistema operativo

Christian de Brie y Jean de Maillard, en un escandaloso artículo titulado El crimen, la empresa libre más grande del mundo que se publicó en el número de abril de 2000 de Le Monde Diplomatique, describieron un sistema operativo tangible de flujo de capital internacional proveniente de las drogas: “Al permitir que el capital fluya sin restricciones de un extremo del mundo al otro, la globalización y el abandono de la soberanía han fomentado juntos el crecimiento explosivo de un mercado financiero ilegal. Se trata de un sistema coherente íntimamente ligado a la expansión del capitalismo moderno que está basado en la asociación de tres compañeros: los gobiernos, las empresas transnacionales y las mafias.

Los negocios son los negocios: el crimen financiero es, ante todo, un mercado próspero y estructurado, gobernado por la oferta y la demanda. La complicidad de los grandes negocios y el laissez-faire político son los únicos métodos gracias a los cuales el crimen organizado a gran escala puede blanquear y reciclar las fabulosas ganancias generadas por sus actividades. Y las transnacionales necesitan el apoyo de los gobiernos y la neutralidad de las autoridades reguladoras para consolidar sus posiciones, aumentar sus beneficios, resistir y aplastar a la competencia, sacar adelante el trato del siglo y financiar sus operaciones ilegales. Los políticos están involucrados de forma directa y su habilidad para intervenir depende del respaldo y la financiación que los mantengan en el poder. Esta confluencia de intereses es una parte esencial de la economía mundial, el lubricante que hace girar las ruedas del capitalismo.”

Y por mucho que nos quieren hacer creer lo contrario en EE.UU., la CIA esta íntimamente involucrada con el negocio de la droga. Con solo citar a Jack Blum, que ocupó el puesto de investigador principal del subcomité Kerry sobre narcóticos y terrorismo en los años 80. No tenemos que investigar. Hay más pruebas en el informe Kerry de las que cualquier tribunal del mundo necesitaría jamás para acusar a alguien.

En el mejor de los casos, podríamos limitarnos a citar una entrada del diario de Oliver North, fechada el 5 de julio de 1985, en la que se decía que catorce millones de dólares utilizados en comprar armas para los contras “procedían de las drogas”. No sería necesario que mencionara las otras 250 entradas de su diario que se refieren a los narcóticos.

 

Historia Vieja

El comercio de la droga como forma de asegurarse una ventaja económica se remonta a la Compañía Británica de las Indias Orientales y al primer contrabando de opio desde la India hasta China en los últimos años del siglo XVII.

Se dedicó a ello durante trescientos años.

Hoy dia, el comercio de la droga es ilegal. Por eso, antes de que el dinero que genera se pudiera usar en negocios legítimos, es necesario esconderlo y blanquearlo. 950.000 millones de dólares al año es mucho dinero para esconder en un calcetín. Se requiere mucha experiencia y pericia para mover tal cantidad de fondos a hurtadillas. Los capitales que se transfieren de forma electrónica, a menudo de manera confusa, se mueven tan rápidamente que tan sólo los que controlan los ordenadores y el software son capaces de rastrearlos.

Es hora de reconocer lo obvio: la guerra contra las drogas es una farsa. Existen razones históricas para que esto suceda. Históricamente, se puede unir el comercio organizado de drogas con el desarrollo del capitalismo. El origen del monopolio está íntimamente ligado al tráfico de drogas. La existencia del monopolio redundó en la concentración de enormes bolsas de riqueza en manos de un grupo de gente relativamente pequeño. La riqueza desembocó en la acumulación de poder. La acumulación de riqueza y poder creada a partir de una sucesión de comercios de la droga históricos se ha contado entre los cimientos fundamentales del capitalismo global y de la nación-Estado moderna.

Con el tiempo, las drogas llegaron a convertirse en un elemento básico en las finanzas de toda estructura criminal desde los imperios europeos del siglo XVI hasta el presente. De hecho, todo el ascenso de Occidente, desde 1500 a 1900, dependió del comercio de narcóticos. Durante el proceso, los europeos se convirtieron en los productores y proveedores de estupefacientes más importantes.

 

La primera droga adictiva

El opio fue la primera droga adictiva que se impuso a la fuerza a una población. Se vendía para obtener beneficios. Esas ganancias fueron a parar, en primer lugar, a las instituciones que promovían y protegían el tráfico.

Entre ellas, las más destacadas eran las Compañías de las Indias Orientales británica y holandesa, su sucesor —el gobierno colonial británico de la India— y la comunidad de mercaderes holandeses; y, más adelante, el grupo de británicos que estableció la base de la economía imperial. El comercio del opio no fue tan sólo una aberración del Imperio británico. Fue uno de sus componentes cruciales. El Imperio británico, el tráfico de opio y el crecimiento del capitalismo se dieron al mismo tiempo.

Cuando el comercio del opio finalizó a principios del siglo XX, el Imperio británico comenzó a decaer.

El opio fue fundamental para la expansión del Imperio británico a lo largo de los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX; sin él, quizá ni hubiera existido. Las ganancias provenientes de la droga pagaban las facturas y proporcionaban una fuente regular de ingresos de alta calidad que hacían posible que la colonia india siguiera adelante. Además de ser una fuente trascendental de ingresos, también fue el producto de importación más relevante durante los primeros setenta años del siglo XIX. El negocio de los narcóticos también creó una concentración de capitalistas y una estructura financiera global sin la cual no habría sido posible nada de lo que ocurrió a continuación. Esta situación se dio primero en Londres y luego en Boston y Nueva York.

Todas las grandes casas mercantiles, los bancos y las compañías de seguros que tenían sus raíces en el comercio asiático surgieron a partir del opio. El comercio de esta sustancia produjo montañas de dinero, así como un mercado de masas, y alimentó las instituciones bancarias, de seguros y de transportes que se formaron durante aquella época.

 

El primer narco-Estado se dirigía desde Londres

Asi que, el capitalismo siempre ha estado ligado de forma íntima a la droga, porque necesitaba capital rápido y oculto para financiar la explotación y la “defensa”, y todo ello amparado por el “comercio libre”. Quizá hoy en día, cuando nos referimos a los “narco-Estados” —como Colombia o Afganistán—, deberíamos recordar que el primer “narco-Estado” se dirigía desde Londres.

Es hora de reconocer que el dinero de la droga es parte inherente de la economía norteamericana y mundial.

¿Cómo pueden 950.000 millones de dólares en beneficios ilegales atravesar el sistema bancario internacional ante los ojos de las autoridades legales? La respuesta está detrás de las salas de juntas de las empresas y de los intercambios de metales preciosos y nos lleva hacia los sanctasanctórum de algunas de las personas más ricas del mundo: Entre ocho y diez generaciones de hombres que construyeron sus imperios en torno al comercio de opio. Podría parecer ficción, más que realidad. Pero es la realidad.

Comenzó en el siglo XVII e involucró a toda una serie de “levantadores” de imperios que incluyó a Robert Clive y Warren Hastings en el siglo XVIII y a Alexander Matheson, David Sasoon, los Perkin y los Codman, los Russell y los Appleton, los Boyleston y los Cunningham, entre muchos otros, en el siglo XIX. El opio representaba dinero, fantásticas cantidades de dinero, más dinero del que nadie podría soñar. No hizo falta que alguien recordara a los levantadores de imperios que el dinero hacía girar el mundo. Fueron levantadores de imperios en los pasillos del poder y sucios traficantes de droga en los anales de la historia.

Lo más sorprendente es la falta de vergüenza con la que trabajaban los dirigentes de la droga. No se escondían. Para los británicos, el comercio de opio no era un asunto de callejón sórdido, sino un honorable instrumento de política de Estado, el sostén del Tesoro y un motivo de alabanza por parte de los más destacados partidarios del “comercio libre”, Adam Smith, Thomas Malthus, James y John Stuart Mill. El envenenamiento del mundo no los conducía a la cárcel; al contrario, les permitió obtener títulos nobiliarios, y el gobierno les otorgó cargos importantes. Y hoy en día todo continúa igual.

Nos estamos refiriendo a la maquinaria política mejor organizada y más jerárquica del mundo: disfruta del apoyo logístico de un cártel internacional de 950.000 millones de dólares al año y de la protección de varias entidades políticas creadas por Gran Bretaña y Estados Unidos gracias a esas enormes e invisibles ganancias. Al igual que sucede con el terrorismo internacional, dondequiera que se esté refugiando, no se puede simplemente acabar con esta organización, ya que algunos de los nombres más importantes de los círculos reales y de la oligarquía y la plutocracia internacional son los titiriteros, aunque se haga a través de intermediarios que ocultan las identidades de los que mueven los hilos.

Crear capital líquido invisible

Tampoco debemos olvidar los gigantescos recursos de apoyo de los mercados oficiales de crédito del mundo, ni tampoco el comercio mundial de oro y diamantes, el manejo “práctico” de la distribución al por menor y el crimen organizado que se encarga de la operación. Todos derivan de Drogas Sociedad Anónima. Uno de los propósitos del comercio de los narcóticos es crear capital líquido invisible y ponerlo a disposición de aquellos que deseen obtener una ventaja injusta en el mercado.

Ese capital debe circular a través de canales nominalmente legítimos en unos volúmenes tan alucinantes que no puede haber forma de que esos canales, principalmente bancos y otras insti- tuciones financieras, no estén al tanto de su origen. Que la mayor parte de ese flujo de capital sea de temporada, ya que se da durante los dos meses que siguen a la cosecha de amapolas de marzo, tan sólo puede acrecentar nuestro estupor. Que los bancos aleguen desconocimiento —No lo sabíamos— no es una opción.

Si aún no se creen que las instituciones están realmente implicadas en el comercio de los narcóticos, les resultará sorprendente oír que a finales de junio de 1999 varias agencias de noticias, incluida Associated Press, informaron de que Richard A. Grasso, el presidente de la Bolsa de Nueva York, había volado hasta Colombia para reunirse en la jungla con el portavoz de Raúl Reyes, de las FARC. El propósito del viaje era “llevar un mensaje de cooperación por parte de los servicios financieros de Estados Unidos” y debatir las inversiones extranjeras y el futuro papel de Estados Unidos en Colombia.

¿Qué tiene Colombia que pueda querer Norteamérica? Dinero; dinero procedente de la droga, más de un billón de dólares en patrimonio que se ha ido acumulando en el país a lo largo de hace ya más de treinta años. Son unos recursos casi ilimitados que hacen que Wall Street salive sólo con pensar en canalizarlos a través de sus mercados financieros.

Le Monde Diplomatique, la fuente de información más destacada para los diplomáticos internacionales, realizó un reportaje de investigación en profundidad en el que situó en la cima de una enorme red global de crimen organizado y blanqueo de dinero a los servicios de inteligencia estadounidenses, a bancos y a otras empresas multinacionales. Citaba “cárteles, tráfico de drogas interno y especulación, hojas contables fraudulentas, malversación de fondos públicos, espionaje, chantaje y traición, entre otra gran cantidad de prácticas sórdidas. Pero todas esas actividades no podrían sobrevivir sin que los gobiernos estuvieran dispuestos a mantener al mínimo las regulaciones restrictivas, a abolir o anular tales normas cuando existen, a paralizar las investigaciones… y a reducir o garantizar la amnistía de cualquier tipo de pena.”

Una encrucijada

En otras palabras, la droga es un gran negocio dirigido, controlado y protegido por gente muy poderosa que trabaja junto con destacadas instituciones bancarias a ambos lados del Atlántico, miembros de varios gobiernos y empresas importantes cuyas acciones cotizan en las bolsas más relevantes del mundo.

Hacer creer al mundo, como lo está hacienda Donald Trump que Mexico es el epicentro del negocio de la droga mundial es un cinismo sin límite de un Imperio en decadencia. Nos encontramos en una encrucijada. Y del camino que tomemos ahora dependerá que vivamos en el siglo XXI como repúblicas de estados-nación o como un montón de esclavos subyugados, diezmados, dominados y deshumanizados. No compete a Dios salvarnos, sino a nosotros mismos. Jamás encontraremos las respuestas correctas si no somos capaces de formular las preguntas adecuadas.

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