VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George
En el transcurso de los últimos aciagos días, se ha evidenciado el principal escollo para construir un plan de salvación nacional con el cual enfrentar la crisis de las relaciones bilaterales entre México y los Estados Unidos: El desplazamiento de la sociedad civil del centro de la convocatoria para diseñar los compromisos en el que converjan todos los sectores políticos y sociales del país.
La semana pasada, en la presentación que hizo el presidente Enrique Peña Nieto de la estrategia administrativa y diplomática ante el fenómeno Trump, sólo se le dio presencia y voz a la desvencijada Confederación de Trabajadores de México (CTM). Su contraparte clasista en el evento, fue el Consejo Coordinador Empresarial (CCE).
Para colmo, el dirigente cetemista Carlos Aceves del Olmo provocó cierta urticaria entre los ocupantes del presídium cuando, si bien declaró la adhesión de su central al llamado presidencial, hizo hincapié en que la clase trabajadora no ha recibido beneficios del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Aceves del Olmo, así sea involuntariamente, coincidió con voces autorizadas que antes han señalado que los exégetas del TLCAN abogan por este instrumento en nombre de los beneficiarios; no de los afectados.
Pero el tema es la ausencia de la sociedad civil en los actos en que se discuten los impactos de las agresivas iniciativas del nuevo inquilino de la Casa Blanca respecto de México y se bosquejan respuestas particulares y dispersas que, ni por asomo, se acercan a la construcción de una eficaz Política de Estado.
Son actos en circuito cerrado en cuya mesa únicamente se sientan los miembros del establishment o, dicho con más propiedad, los agentes de la burocracia pública y privada y los de la partidocracia.
Verbigracia: Anoche, una cadena de televisión instaló un panel –México en la encrucijada– en el que se dio voz a los ex presidentes de la República panistas, Vicente Fox y Felipe Calderón, hostiles a Trump desde su campaña electoral. Con esto está dicho todo.
Se hizo notar que, frente a la agresividad del magnate republicano contra México, los ex presidentes priistas Carlos Salinas de Gortari (firmante del TLCAN) y Ernesto Zedillo Ponce de León, han adoptado la actitud del avestruz.
En esa mesa de pretendido análisis sobresalieron dos que tres intelectuales orgánicos (mutantes, los bautizó en su oportunidad Salinas de Gortari) con otras bocas de ganso del régimen y enlaces con al menos dos dirigentes nacionales de partido, así como dos voceros de los hombres de negocios. Hubo exclusiones muy ostensibles.
El tema fue la convocatoria a un pacto de unidad nacional. Paradoja: Ahí mismo, en tono enardecido, al menos dos debatientes exacerbaron sus discrepancias y otro construyó su opinión con lenguaje que envidiaría un estibador de La Merced.
En el mismo lugar y con la misma gente
Hoy, en Los Pinos, la orden del día de todos los días, tuvo como convidados a los mismos representantes de los partidos ante el Congreso de la Unión, cuyo parlamento estuvo plagado de lugares comunes marcados por el exabrupto y la acotación: No estamos girando un cheque en blanco al Ejecutivo. “Los intereses de los mexicanos están primero, sobre todo los de los que laboran en los Estados Unidos” y están amagados con la expulsión.
En la agenda desarrollada en todo enero, no ha sido escuchada la opinión los académicos especializados en relaciones internacionales; por el contrario, ha surgido la crítica al hecho de que el Peñismo ha quedado expuesto a la voluntad de cuadros egresados de centros de estudio superior privados, con posgrados en los Estados Unidos, y subrayada mención a los egresados del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
Lo que señorea en ese tipo de encuentros y se confirma contrario sensu, es que los dirigentes de los partidos políticos nacionales no están dispuestos a privilegiar el interés de las nuevas generaciones, sino las próximas elecciones; para el caso, las de cuatro estados de la República en 2017 y la sucesión presidencial de 2018. ¿Unidos para defender a México y desunidos en la pugna por el poder? No cuadra.
La observación de rigor: ¿Pueden ser confiables los partidos políticos que convocan a la unidad nacional, cuando la generalidad de las encuestas les asestan hasta un 80 por ciento de reprobación social? Lo mismo ocurre con el Poder Legislativo y del propio Ejecutivo, cuya figura está en 12 por ciento de aceptación.
No se pueden pedir peras al olmo si, como está comprobado reiteradamente, no hay autentica voluntad de rectificación en las maneras de hacer política, ni siquiera en el interior mismo de esas formaciones electorales.
Si de encrucijadas se habla, en éstas se bifurcan diametralmente la sociedad civil y la sociedad política. Así no se llega a ningún lado.