Voces del Periodista Diario

PRI: Sin Echeverría; tampoco con Salinas ni Zedillo

El lecho de Procusto

Por Abraham García Ibarra

En apariencia, el título de esta entrega condensaría la ruptura generacional que explicaría la ausencia de tres ex presidentes de la República priistas vivos en el 89 aniversario de la fundación del Partido Nacional Revolucionario, que en su hora de gestación se presentó como la alianza de facciones militares triunfantes y una federación de partidos civiles nacionales y regionales.

En el diseño de la convocatoria fundacional, el impulsor del PNR, Plutarco Elías Calles llegó a decir que los reaccionarios también son mexicanos, para darle sentido incluyente a la nueva formación que se formalizó el 4 de marzo de 1929, siete meses después del asesinato del presidente reelecto, Álvaro Obregón.

De ese magnicidio, siguió que Calles declarara llegada la hora de dar fin al poder de los caudillos para dar el paso a un México de instituciones y de leyes.

En el 89 aniversario del PNR-PRM-PRI, el candidato presidencial del tricolor, reclutado simpatizante y autodenominado el domingo ciudadano, José Antonio Meade Kuribreña quiso separar las líneas del mensaje callista, sólo para asegurar que “no permitirá” el retorno de los caudillos y los mesías.

Ruptura generacional en apariencia, repetimos, el evento del pasado 4 de marzo fue más bien de liquidación definitiva del proyecto nacional revolucionario fundacional, ya remoto.

No fueron invitados los impulsores del Estado neoliberal

Por eso, en el “festejo” PRI-89 no podía estar Luis Echeverría Álvarez, vivo pero enfermo, tipificado como el último mohicano del populismo, caracterizado éste ahora como oscura caverna.

Pero tampoco se quiso contar con la presencia de Carlos Salinas de Gortari ni de Ernesto Zedillo Ponce de León, impulsores del Estado neoliberal; falta de cortesía que no fue explicada públicamente.

Entre ambas antípodas, sin embargo, en su mensaje como orador único, el ex secretario de Hacienda describió al PRI como histórico, fundacional y determinante para la vida de México. ¿Es que ya dejó de serlo sólo porque vive una irreversible decadencia?

Ignoramos si el discurso de Meade fue asistido por algunos redactores del partido del gobierno. Es de sospecharse que no, porque el candidato simpatizante se describió como un ciudadano con ideas propias.

Con sus “ideas propias”, Meade anunció que el futuro de México es de la una potencia. Si no es con el partido en el poder como soporte y operador, ¿con qué otras fuerzas electorales cuenta el candidato presidencial para hacer verdad tanta belleza?

Indígenas, ¿folclor o militancia verdadera?

Meade previno a sus escuchas -que no correligionarios, pues no ha pedido su alta en el PRI- contra saltos al vacío, retrocesos y demagogia.

¿Demagogia? En el ritual priista de la jornada dominical las cámaras de televisión panearon insistentemente sobre un núcleo al que el estrella del acto le dio señales de deferencia: Una nutrida representación presuntamente de pueblos aborígenes mexicanos.

Que recordemos, es la primera ocasión en que el PRI subraya la existencia de nuestros pueblos originarios. Es la primera vez, también, que en la contienda presidencial se inscribió una aspirante indígena: María de Jesús Patricio, quien se quejó, por cierto, de discriminación por el INE y su comitiva fue objeto de hostilidades en sus jornadas de proselitismo por algunos estados.

Como sea, tanto el PRI como su candidato figuran entre el tercer y cuarto lugar de las encuestas sobre la intención de voto para julio. Meade se dijo seguro de exorcizar tres leyendas urbanas derivadas de candidatos presidenciales adelantados en los sondeos y al final del día resultaron derrotados; uno de ellos, del propio PRI, Francisco Buenaventura Labastida Ochoa.

Las matracas callaron

No se escucharon el domingo las viejas matracas ni los ensordecedores silbidos de la locomotora ferrocarrilera. Sólo se escuchó la voz del oráculo en turno.

Desde otros espacios, el dirigente nacional del partido, Enrique Ochoa Reza, continuó su incesante embestida contra los candidatos opositores. Si no son árboles caídos, ¿vale seguir haciéndolos astillas? Es cuanto.

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