Ojo Público
Por Norberto Hernández Montiel
Para millones de mexicanos, nacidos después de 1999, el acrónimo Conasupo es una referencia muy vaga y las siglas CEIMSA representan un verdadero misterio, a pesar de que ambas se referían al delicado tema del costo de los productos básicos, tan encarecidos ahora, en estos tiempos de inestabilidad económica mundial.
Ambos organismos, puestos en marcha con la finalidad de regular los precios de las mercancías indispensables para la población que recibía menos ingresos en nuestro país, tienen como antecedente al Comité Regulador del Mercado de las Subsistencias, fundado por el presidente Lázaro Cárdenas del Río, en 1938, a quien preocupaba que la mayoría de los mexicanos tuvieran acceso a los bienes necesarios para vivir.
La sucesora de este comité, cuyo nombre era Compañía Exportadora e Importadora Mexicana (CEIMSA) y la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo) eran empresas estatales, cuya finalidad, además de la mencionada, era evitar que los precios de los productos se dispararan, a causa de problemas de escasez, real o ficticia, originada por conflictos de mercado o acaparamiento.
Ambas empresas contribuyeron a dar una gran estabilidad a México, no sólo en el ámbito económico, sino también en el político. Centrémonos en la Conasupo, que funcionó desde 1961 hasta 1999. En cuanto a la economía, comercializó, a través de Distribuidora Conasupo (Diconsa), leche, huevo, pan y hasta ropa y calzado, entre muchas otras mercancías, a precios bajos, lo cual evitaba el descontento social, si vemos los hechos con frialdad política.
Además de la existencia de tiendas Conasupo en numerosos sitios del país, operaban trailers como tiendas móviles y también, aprovechando el pomposo nombre de Supermercado que caracterizó a una cadena de tiendas de la década de los sesenta, se construyeron grandes centros comerciales denominados Conasuper, en los cuales era posible hallar, inclusive, excelentes títulos de literatura, a precios muy bajos.
En mi experiencia personal, la responsable de una de estas tiendas, ubicada en la Colonia Roma, era afable con toda la clientela. Es indudable que muchos de sus clientes la conocieran por su nombre propio, pero la gran mayoría la identificábamos únicamente como “la señora de la Conasupo”.
Los mayores de sesenta años deben recordar muy bien estos centros comerciales y posiblemente abunden las anécdotas sobre lo que se podía hallar en ellos, pero fundamentalmente en lo cotidiano estos lugares dejaron huella muy palpable, inclusive en el cine.
Los nostálgicos de la “Época de oro” del cine mexicano, por ejemplo, recordarán que en “A toda máquina”, el momento en el cual a Pedro Chávez, personificado por Pedro Infante, al estarle revisando su registro de multas, le mencionan una camioneta de reparto de “Pan Roll”, que se vendía en forma de chapatas en las tiendas Conasupo y era crujiente y delicioso.
Hasta en la industria cinematográfica estadounidense hay referencias. En la película “Under fire”, estrenada en 1983, estelarizada por Nick Nolte, Joana Cassidi y Gene Hackman, aparece repetidamente el logotipo de las tiendas Conasupo, debido a que, a pesar de que se filmó en locaciones de Chiapas, se supone que la acción se desarrolla en Nicaragua, poco antes de la caída del dictador Anastasio Somoza. Conocida en México como “Bajo fuego”, es una cinta muy recomendable, pero no es el tema.
Volviendo a la extinta empresa estatal Conasupo, como reguladora de los precios en el mercado nacional, trascendió esta función, y se convirtió, como hemos visto, en un referente cultural muy sólido en México, durante décadas, pero estorbaba a los grandes consorcios y las cadenas de tiendas de autoservicio.
A fines de la década de los ochenta, con la consolidación del neoliberalismo, ya encabezado por Carlos Salinas de Gortari como presidente, comenzó a saberse de una serie de corruptelas que detonaron en un escándalo: la distribución de leche afectada por radicación causada a través del siniestro en un reactor de la planta nuclear de Chernobyl, ocurrido en 1986, en Rusia.
El lácteo llegó desde Irlanda, donde se contaminó, a nuestro país a través de otra empresa relacionada con Conasupo: Leche Industrializada Conasupo (Liconsa) y la compra de este producto se le atribuyó a Raúl Salinas de Gortari, quien en el año de 1987, cuando se adquirió la leche dañada, era director de Conasupo.
Durante el sexenio de Ernesto Zedillo Ponce de León, Carlos Salinas de Gortari se autoexilió, precisamente en Dublín, la capital de Irlanda, mientras su hermano Raúl estaba preso, pero no por la compra de la leche contaminada, sino como responsable intelectual del asesinato del ex gobernador de Guerrero y líder de la bancada priísta en la Cámara de Diputados José Francisco Ruiz Massieu.
El crimen fue perpetrado el 28 de septiembre 1994, antes de que Zedillo tomara posesión como presidente.
Con todos estos antecedentes de por medio, y con el pretexto de que las 22 mil tiendas Conasupo que había ya en toda la República, eran “deficitarias”, el 24 de mayo de 1999, Zedillo emitió un decretazo y ordenó la extinción del organismo, sin tomar previsión alguna para regular los precios de los productos básicos.
El complejo de tiendas que distribuían una gran cantidad de mercancía no había sido ideado con el fin de tener ganancias. De ninguna forma tenía el lucro como objetivo, sino la regulación de los precios, mecanismo que hace mucha falta en estos días aciagos.
Esta es otra deuda enorme del neoliberalismo con la mayoría de los mexicanos, y es necesario que lo sepan nuestros compatriotas menores de 60 años, quienes tal vez por alguna referencia ambigua han escuchado el acrónimo Conasupo, sin saber de qué se trata, o lo relacionan con Liconsa, ajenos al contexto.