Voces del Periodista Diario

T-MEC, Ave César, los que van a morir te saludan

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

En los regímenes capitalistas, como el de los Estados Unidos, es ciencia comprobada que la economía tiene como soporte más dinámico el consumo. Este factor ha sido clave en la curva de crecimiento que la economía estadunidense ha logrado en la reciente década.

No son todas buenas noticias, sin embargo: Una encuesta promovida por la Universidad de Duque a mediados de 2019 tuvo como resultado que 48.1 por ciento de líderes financieros estadunidenses consultados se preparan para una recesión en 2020. Un alto porcentaje, 69 por ciento, otea la recesión a finales del próximo año, justo cuando se decidirá la próxima elección presidencial.

Los expertos en ciclos económicos suelen advertir sobre los riesgos de lo que tipifican como recalentamiento de la economía, que se origina cuando la capacidad de productiva no puede seguir el ritmo de la demanda agregada. Una mera acotación.

La economía mexicana, anexada a la de los Estados Unidos desde 1994, no logró, sin embargo, aprovechar los años de vacas gordas por los que ha cruzado la economía del vecino país. El PIB mexicano no sólo no se estabiliza. En 2019 está amenazado con crecimiento cero. En los primeros nueve meses de este año se han perdido unos 150 mil empleos.

Ahora, el gobierno de la cuarta transformación ha puesto todos los huevos en la canasta del T-MEC. Se esperan tantas y tan voluminosas inversiones extranjeras que no sabemos si México se verá obligado a levantar una cortina de nopal para contener el enorme flujo de capitales, como el que se anunció en el sexenio pasado con las reformas transformadoras, entre ellas la contrarreforma petrolera.

No nos queda clara la causa de tanto optimismo: Si Donald Trump mandó al diablo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) por considerarlo injusto para la economía estadunidense y asesta una política arancelaria para obligar a las empresas a retornar a su país, ¿cómo es que, ahora sí, dejará a sus inversionistas instalarse en México? Lo dejamos como acertijo para los negociadores de este lado del T-MEC. Cambio de página.

Al diablo con el Acuerdo de París, el G-7 y todo lo demás

El Acuerdo de París es reputado por los defensores de la Naturaleza como el instrumento más importante en la historia de los esfuerzos de protección global del Medio Ambiente. En junio de 2017, desde la Casa Blanca, Donald Trump anunció el retiro de los Estados Unidos de dicho acuerdo, en cumplimiento de su promesa electoral de 2016.

Un año después, en Canadá, se reunió el G-7. Al abordarse los temas ambientales y específicamente el asunto de los plásticos de un solo uso, los cronistas denominaron el encuentro como el del G-6. Trump se retiró argumentado que tenía asuntos más importantes que atender.

Ahora se sabe que el gobierno de los Estados Unidos puede exponer a empresas mexicanas a controversias y penalizaciones cuando, a su juicio, incurra en prácticas lesivas al medio ambiente.

Ese derecho de Washington ha sido concedido por los negociadores mexicanos del Protocolo modificatorio del texto original del T-MEC; adendo en el que se estipulan 7 puntos que obligan al gobierno mexicano.

Así sea a cuentas gotas, los especialistas que tienen acceso parcial al texto modificado, van desagregando los compromisos asumidos por el Estado mexicano, particularmente con el inquilino de la Casa Blanca, que el Parlamento de Canadá todavía no dice su última palabra respecto de dicho instrumento.

De cómo nos adherimos a la noción de “la casa compartida”

Nos llama la atención un texto editorial impreso apenas unas horas después del ritual escenificado en Palacio Nacional en la primera quincena de diciembre, bajo el título: “Tenemos acuerdo”. Es la fórmula en primera persona del plural que suelen utilizar algunos publicistas que la giran de líderes de opinión, sin consultar al prójimo.

Dice el autor que la apertura comercial de México ha sido uno de los grandes logros del proceso de modernización del país: Los beneficios van más allá del intercambio de mercancías; lo más importante es que se abre espacio a un sentido de casa compartida entre naciones que se unen a una idea de futuro común.

El TLC signado en 1994, sostiene ese editorialista, “representa un antes y un después de la economía nacional entre los pueblos de Canadá, Estados Unidos y México. El balance es altamente positivo para los tres socios comerciales”. (Dos Premios Nobel en Economía estadunidenses tienen otra opinión.)

Lo que no tiene desperdicio es la siguiente afirmación: Por la puerta de atrás, México lleva al gobierno estadunidense a cumplir acuerdos internacionales en cuidado del medio ambiente, un logro global de mayor trascendencia.

Es la imagen del pequeño David sometiendo al Goliat anaranjado. Tamaña hazaña no la habían logrado ni los miembros del G-7, ni los poderosos firmantes del Acuerdo de París para enfrentar el cambio climático.

Y eso que no hay letras chiquitas en el T-MEC

Será porque el texto completo del T-MEC modificado no está al alcance de todos, aún después de aprobado por la Cámara de Representantes de los Estados Unidos el pasado fin de semana, los neófitos estamos ante zonas oscuras sobre los compromisos reales asumidos por México. Lo que sabemos es que el Senado gringo no lo ha aprobado todavía. La Cámara alta no es una instancia benefactora.

Falta claridad, verbigracia, en la descripción de los mecanismos para forzar la aplicación de las obligaciones laborales de México, según declaración del representante Richard E. Neal, presidente del Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara baja, quien habla de nuevos recursos para garantizar que el gobierno estadunidense supervise de manera efectiva esas obligaciones, entre los que se menciona la creación de un comité interinstitucional de supervisión.

¿Qué implica, además, eso de las sanciones sobre bienes y servicios que no se producen de conformidad a la libertad de asación y las obligaciones de negociación colectiva, así como la presunción de que las violaciones ambientales afectan al comercio y la inversión? ¿Quién, con autoridad bastante, monitoreara leyes, regulaciones y prácticas ambientales de México?

Del lado mexicano se acepta que, en materia de exportaciones, después de dos violaciones al acuerdo, a México se le impondrán bloqueos temporales hasta que se corrija la falta. En fin.

Lo de más de 50 tratados comerciales resultó jarabe de pico

En la cascada de lecturas en blanco y de opiniones triunfalistas, estamos en un ambiente casi rural: Únicamente el primer perro sabe a qué le ladra; el resto de la manada reproduce el eco del ladrido.

Quien sí parece saber de lo que habla es el coordinador del Consejo Consultivo Estratégico de Negociaciones Internacionales encabezado por el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Moisés Kalach.

Explica Kalach: México tiene tratados comerciales con más de 50 naciones. Sin embargo, el intercambio de productos con los Estados Unidos se da por naturalidad pues, además de la cercanía, es la mayor potencia económica del mundo. Es una de las fortalezas económicas de la economía mexicana. El acuerdo continuará siendo piedra angular para México.

A confesión de parte, relevo de pruebas: México seguirá uncido al yugo económico imperial. De lo que se colige que la firma de más de 50 tratados con otros países fue una cortina de nopal para taparle el ojo al macho. Las cosas como son. Es cuanto.

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