Voces del Periodista Diario

Caballo que alcanza, gana

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

 

Caballo que alcanza, gana, dice la conseja popular. La semana pasada, se descubrió desde lo alto en México que la realidad nos alcanzó.

Sólo los miopes no alcanzaban a ver que la realidad llegaba a paso veloz. Según ellos, era mero asunto de percepción. Por eso, no quisieron tomar providencias para salir al paso a la devastadora  competencia. Se creyeron el cuento de la tortuga y la liebre.

Desde los gobiernos populistas, bautizados así por los tecnócratas, sólidas investigaciones concluían que el proceso de acumulación capitalista más temprano que tarde exacerbaría la lucha de clases. ¡Ah! es que eso lo sostenían sólo los profetas del desastre.

El padre del neoliberalismo a la mexicana, Carlos Salinas de Gortari, so capa de combatir el corporativismo social, lo sustituyó por un nuevo corporativismo empresarial.

Ya para 2000, Vicente Fox declaraba que el suyo sería un gobierno de empresarios, por empresarios y para empresarios.

Esta semana circula un reporte de la organización civil Oxfam, que evalúa el reparto de la riqueza en el mundo.

De su lectura en México, surge el dato de que el 10 por ciento de la población con mayores ingresos absorbe el 67 por ciento de la riqueza nacional.

En ese segmento se nombra cuatro nombres-corporaciones que se embuchacan el 50 por ciento. Ya es fama pública que Carlos Slim Helú es uno de ellos.

Pero ese proceso se inició en la década de los noventa, al ponerse a caballo la política de reprivatización del patrimonio nacional.

Desde entonces, la realidad venía a galope. Sólo en el agreste llano se veía la tolvanera.

Saqueo de la renta petrolera, deporte nacional

En los noventa también, con la firma del TLCAN, quedó marcada la suerte del petróleo mexicano. En el periodo de La docena trágica, el saqueo de la renta petrolera se convirtió en deporte nacional. La realidad galopaba sin vara, para volver al símil del caballo.

En la segunda mitad de los noventa, vale la retrospectiva, se intentó la rehabilitación de la planta refinadora de Pemex. Según algunos expertos, las licitaciones se hicieron en forma fraudulenta para favorecer a una firma coreana. Se prescindió de la experiencia de técnicos mexicanos que habían probado su eficacia en esos menesteres.

Como sea, en los siguientes años, hasta 2004, Pemex aparecía todavía como la tercera empresa en el rating mundial.

Cuando en el sexenio pasado hubo señales de que el barco de gran calado naufragaba, se propuso la construcción de una nueva refinería en Tula, Hidalgo.

El petróleo seguía siendo la tabla de salvación antes de que “la realidad nos alcanzara”. Entre sexenios, Pemex cayó en el tobogán rumbo al octavo lugar de la tabla mundial.

La refinería de Tula fue suspendida. La onerosa inversión de miles de millones de pesos, fue echada al sesto de la basura. Se disparó la importación de derivados del petróleo, especialmente desde los Estados Unidos.

Llegaron finalmente los gasolinazos. Quienes los perpetraron, apenas hace unos días se dieron cuenta de que la realidad nos alcanzó. Sólo para los ciegos, todas las cosas son súbitas. Es cuanto.

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