Voces del Periodista Diario

Diez millones de trabajadores en situación precaria

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

En abono del mexiquense Enrique Peña Nieto, no puede acusársele de la perversa correlación demográfica y productiva entre la ciudad y el campo, devastando a la sociedad rural. Sólo la profundizó.

De ese fenómeno socioeconómico dio cuenta en el primer cuarto del siglo XIX la novia del pretenso emperador Agustín de Iturbide, la mestiza María Ignacia Rodríguez de Velasco de Osorio Barba y Bello Pereyra.

A la ricachona citadina –La Güera Rodríguez para los igualados- se le atribuye haber acuñado la expresión: Después de México, todo es Cuautitlán, un antiguo y desolado paraje del Estado de México.

Los días pasados, desde la Torre Latinoamericana no podía otearse más allá de 200 metros de distancia. No podían observarse, pues, los dos municipios conurbados Cuautitlán, Edomex.

Lo mismo da: Cruzados dos siglos, después de la Ciudad de México todo sigue siendo Cuautitlán.

Aquellos días en que comíamos y exportábamos

No siempre fue así, sin embargo: Después de la Revolución y particularmente durante el reparto agrario decretado por Lázaro Cárdenas y el desarrollo de infraestructura hidráulica acometido por los gobiernos posrevolucionarios, la gran masa campesina mexicana tuvo motivos para permanecer arraigada en sus lugares de origen.

Los estudiosos del campo mexicano, con pruebas al canto, han documentado que, durante al menos medio siglo, los ejidos y comunidades agrarias produjeron bastante para alimentar a la población nacional y exportar excedentes de productos agrícolas.

Si bien había tendencias de la transferencia de población campesina hacia los suburbios de las metrópolis mexicanas, el Día D lo marcó la inauguración del Estado Neoliberal.

Contrarreforma agraria y Tratado de Libre Comercio

Previamente, permanente aún la simulación de la pequeña propiedad, los latifundistas fueron favorecidos con políticas gubernamentales para privilegiar la agricultura de exportación en los grandes valles del noroeste. Ay, el espejismo de La revolución verde.

Dos actos de autoridad de Carlos Salinas de Gortari aceleraron los flujos migratorios “del rancho a la capital”: La contrarreforma agraria y el Tratado de Libre Comercio, ambas operaciones en menos de 24 meses.

Por la primera reforma constitucional, los productores rurales del sector social, expuestas su posesión o propiedad de la tierra a terceros, en millones pasaron a la condición de jornaleros agrícolas y, en no pocos casos, a formar el ejército de reserva del crimen organizado o a dar el salto de la muerte hacia los Estados Unidos.

Por el TLC, la mayoría de los mexicanos quedó condenada alimentarse con productos agropecuarios importados, subsidiado sus granjeros por el gobierno de los Estados Unidos. ¿Quién habla de dumping?

Ahora, la pobreza extrema, según codifican los estadígrafos la miseria, señorea no sólo sobre los territorios indígenas, sino en los mismos distritos de riego, cuya administración fue obsequiada por los tecnócratas neoliberales a los grandes capitalistas de México y del extranjero, que hacen fortuna a costa de la mano de obra india.

Las multimillonarias remesas, para comprar alimentos chatarra

Timbre de orgullo de las últimas presidencias de la Republica es que, año con año, establecen máximos históricos las remesas que envían nuestros transterrados a los Estados Unidos con destino a las familias huérfanas de padre.

Cruel paradoja: En las zonas rurales y en la periferia de las ciudades de estados rurales, las carretadas de billetes verdes se agotan en las llamadas tiendas de conveniencia, en la adquisición de despensas de alimentos chatarra.

Esa dieta le ha merecido a México el campeonato mundial en niños obesos y, según la Organización Mundial de la Salud, la incontenible incidencia en males provocados por la diabetes: Hipertensión como detonante de infartos cardiacos.

Herencia histórica y maldita, ¿que podrá hacer para revertirla un Plan Nacional de Desarrollo, que ni a sexenal llega?

Los peores indicadores de Desarrollo Humano

La ONU, el Consejo Nacional de Evaluación de las Políticas de Desarrollo Social y el Instituto Nacional de Geografía y Estadística ilustran nuestro optimismo cuando tratan el asunto del desarrollo humano. Pero, ¿quién los lee o los escucha?

Con números de la semana pasada del Inegi: El empleo de la población ocupada cayó en el rango de 17.8 por ciento en condición crítica, medida ésta por magros salarios versus jornada laboral más prolongada. El desempleo se elevó a 3.2 por ciento.

La ecuación desemboca en una cifra absoluta: 10.2 millones de mexicanos laborantes en situación precaria. El terrible balance, ¿es imputable a seis meses de la nueva administración federal?

Los oráculos de la oposición, desde donde sea que ésta se ejerza, afirman que sí: Su dictamen es infalible. Qué le vamos a hacer.

No hay que mirar de noviembre de 2018 hacia atrás: Para entonces, ya se había exorcizado la leyenda de que, después de México, todo es Cuautitlán. Es cuanto.

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