Voces del Periodista Diario

Donald Trump, ¿El retorno de los brujos?

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

Aun cuando el Partido Acción Nacional (PAN), con vistas a 2018, procura actualizar su confuso padrón de miembros activos, cuyo registro exige el Instituto Nacional Electoral (INE), algunos datos indican que su nómina podría rondar sobre los 300 mil azules verdaderos.

Arrimar la sardina al fogón de la movilización nacional México vibra convocada para el 12 de febrero, no es mal recurso táctico. Sus organizadores calculan que responderán a su llamado tres millones de individuos.

Será por eso que el ex presidente Felipe Calderón, quien puja por la candidatura presidencial de su esposa Margarita Zavala, se ha convertido en fervoroso simpatizante de la manifestación dominical.

Por asociación de ideas -dado el calendario electoral federal  que arranca dentro de siete meses-, algunos observadores recuerdan La marcha blanca que en junio de 2004 animó la organización civil México Unido contra la Delincuencia.

En aquella ocasión, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) denunció que dicho evento tuvo móviles político-electorales, habida cuenta que el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, se perfilaba ya como candidato a la sucesión de 2006.

Ni son todos los que están, ni están todos los que son

Esta vez, la convocatoria a la segunda Marcha blanca tiene como vocero a Claudio X. González Guajardo, hijo del ejecutivo de Kimbelrly Clark del mismo nombre, ex consejero y ex vicepresidente de Televisa, y ex presidente del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios.

González hijo es patrocinador, entre otras asociaciones, de Mexicanos contra la Corrupción y Mexicanos primero, a la que se atribuye gran influencia en el diseño de la Reforma Educativa y acusador implacable de la ex lideresa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo, hoy encarcelada,  procesada por varios delitos.

Entre otros convocantes a la movilización, están la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), disidente del Consejo Coordinador  Empresarial (CCE) en el acuerdo gubernamental para enfrentar la crisis económica; y, en lo individual, la señora Isabel Miranda de Wallace, presidenta de Alto al secuestro, y ex candidata panista a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal.

Intelectuales publicistas de México vibra

Como pocas veces, concurren casi unitariamente al llamado de México vibra intelectuales orgánicos, mutantes y anexos, cuyo discurso mediático está permeado por un acento antimperialista, que encaja en el móvil de la marcha: Incitar a la beligerancia al gobierno de Enrique Peña Nieto, de cara a las acciones que contra México está asestando el presidente Donald Trump.

No es excesivo, ni por nuestra parte arbitrario, el término “beligerancia”. Con este término se emplazó ayer en la tarde, en una barra electrónica, al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, no obstante la insistencia del funcionario de encauzar el diferendo bilateral por la vía institucional, de gobierno a gobierno.

El uso antimperialismo no lo empleamos discrecionalmente, ya que nos remite a otro enfoque del asunto. Con ese uso se signaron los llamados de algunas formaciones de la izquierda mexicana, antes de que la tecnocracia colocara a México en el camino correcto del modelo neoliberal globalizador.

En aquellas movilizaciones, que entre otros lemas voceaban el de ¡Yanquis go home! se distinguía la presencia activa de renombrados académicos mexicanos. Su contraparte intelectual motejaba a los participantes en esas marchas como marchistas-leninistas, tratando de  significar el abandono del marxismo. Después, la etiqueta fue la de comunistas pronasol.

Trump, sorpresas te da la vida

¿A qué nos conducen esas referencias y la identificación de ciertas tendencias de la intelectualidad mexicana?

Nos conducen a lo siguiente, que nos permite sospechar que el arribo de Trump a la Casa Blanca cogió fuera de base a algunos representantes de dichas tendencias intelectuales mexicanas.

Los detractores del magnate republicano, aun sus connacionales, lo caracterizan como fascista. Algunas capillas europeas lo presentan como el restaurador del nacionalismo estadunidense, con el santo y seña del proteccionismo económico.

¿El fin de las ideologías?

Vamos al ejercicio memorioso: En septiembre de 1955, tuvo lugar en Milán, Italia, un cónclave internacional de intelectuales para discernir sobre El futuro de la libertad en la ruta de la posguerra.

Entre los convocantes e invitados a la conferencia (150) citaremos sólo dos: Friedrich A. Hayek, archiconservador y reputado ahora como uno de los padres del neoliberalismo, y Raymond Aron, quien en cierto momento participara en el movimiento degaullista y se encaminaba por la derecha contra el Estado.  

En la orden del día se colocó la cuestión sobre si el aumento del control estatal concluiría o no en la restricción de la libertad democrática.

De aquella conferencia hizo cita el pensador estadunidense Seymour Martin Lipset, en su obra El hombre político (1960). Sobre aquella cuestión, el autor tituló el capítulo final del libro con la pregunta: ¿El fin de toda ideología?

Dos décadas después, el politólogo estadunidense de origen japonés, Francis Fukuyama -servidor de la corporación Rand, formadora de los miembros de las Fuerzas Armadas norteamericanas, después asesora comercial y gubernamental- rescató, acaso involuntariamente, la pregunta de Lipset y la sustanció en su obra El fin de la Historia y el último hombre.

La tesis de Fukuyama es que la Historia, como generadora de ideologías, ha terminado para dar curso a la historia del mundo libre.

Los fonógrafos mexicanos

Era 1992. México era encarrilado en el esquema neoliberal. Los intelectuales a que hemos hecho mención tomaron a título de fe las proposiciones de Fukuyama.

El gobierno neoliberal de Carlos Salinas de Gortari decretaba el fin de la Revolución mexicana, apenas un sexenio después de que Miguel de la Madrid había incluido entre sus siete tesis de campaña y en su Plan Nacional de Desarrollo (PND), la idea-fuerza del nacionalismo revolucionario.

En lo sucesivo, los publicistas del régimen dieron por concluido el periodo de las ideologías y de la lucha de clases, e incitaron a los partidos políticos a recorrerse al centro.

Del viejo Partido Comunista Mexicano (PCM) aledaños y sucesores, sólo quedaban residuos. El PAN, como representación de las derechas, había sido alineado en la Alianza estratégica, pactada en 1988 con el priista Salinas de Gortari.

Las ideologías no habían muerto…

Ya de por si resquebrajado el modelo neoliberal globalizador, surge de las catacumbas Donald Trump, amenazando con la ruptura del sistema de libre comercio y compadres.

Lo que descubre la inesperada emergencia del magnate republicano, es que las ideologías no habían muerto. Para decirlo coloquialmente, andaba de parranda. De ello resulta que los mexicanos pagan la cruda de una borrachera que no se pusieron.

Para decirlo con una simplificación: La gestación de una dictadura fascista en el seno mismo del sistema capitalista, pone en predicamento la suerte de la libertad democrática.

Frente a esa realidad hasta hace meses insospechada para algunos, ahora “todos” van codo con codo a remolque del México vibra.

En términos llanos -y alguno de los publicistas de la marcha del 12 de febrero lo han al menos insinuado-,  estamos ante la expresión de un imperialismo recalentado en la Casa Blanca, bajo un signo ideológico que prefigura un régimen fascista.

Si la marca de la casa es la del antimperialismo, nos sumamos a la marcha blanca, a condición de que algunos oportunistas no quieran acarrear agua a su molino electoral. Es cuanto.

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