Voces del Periodista Diario

Las tribulaciones de la “diplomacia” mexicana

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

Los funcionarios peñistas y sus cajas de resonancia parlotean a la primera provocación, como si Donald Trump fuera un modelo único, armado en 2015 en un laboratorio de androides.

Aunque en México tenemos acreditados internacionalistas que tienen especialidades en la formación y desarrollo de movimientos y fuerzas políticas en los Estados Unidos, y los fundamentos históricos de su política exterior, la burocracia de la cancillería no tuvo el comedimiento de consultar a esos expertos desde el mismo momento en que arrancaron las elecciones primarias para la sucesión de Barack Obama.

Consumados los hechos y con Trump en la Casa Blanca,  las reacciones a bote pronto de la diplomacia -de algún modo hay que llamarla- mexicana, se expresan como si todo lo dicho y hecho por el magnate anaranjado se hubiera inaugurado el 21 de enero de 2017.

Se nos ocurre, por ejemplo, que si el actual gobierno dispusiera de un diseño de Diplomacia de Estado, hubiera tenido el tino de hablar sin prejuicios con el ex canciller Bernardo Sepúlveda Amor o el también ex titular de la SRE, Jorge Castañeda.

Sepúlveda Amor, egresado de la UNAM, con posgrado por la Universidad de Cambridge y actual miembro de la Corte Internacional de Justicia, fue canciller durante el sexenio de Miguel de la Madrid.

Citamos el expediente, porque Sepúlveda Amor supo lidiar con los perros de presa de El Capitolio y del Departamento de Estado durante los mandatos del republicano Donald Reagan, un periodo crítico en las relaciones bilaterales México-Estados Unidos.

Humillar el orgullo de México

Hemos recordado en otras entregas que durante ese periodo se escuchó la consigna en el Salón Oval de la Casa Blanca: ¡A humillar el orgullo de México!

La tensión de aquellos días fue motivada por el reconocimiento de los gobiernos latinoamericanos al liderazgo de México, por su gestión en el Grupo Contadora para pacificar América Central.

El contexto amplio de ese conflicto tuvo en su centro de gravedad la Operación Irán-Contra autorizada por la Casa Blanca para derrocar al gobierno sandinista de Nicaragua. Y que quede claro en qué consistió esa operación: Trasiego de armas por drogas para financiar a la contra nicaragüense.

Trump no surgió de generación espontánea

Volvemos a la entrada de estas notas: El surgimiento electoral de Trump  no se dio por generación espontánea ni nació por cesárea: Se incubó en la placenta de los movimientos históricos  más radicales de la derecha que han acompañado al Partido Republicano: Recursos financieros y equipaje doctrinal para la campaña del magnate provinieron de esas fuentes.

Cualquier estudiante de primer semestre de Relaciones Internacionales pudo prevenir las consecuencias para México del triunfo del republicano. La batería de ejecutivos de la SRE peñista, en cambio, no tuvo más “estrategia” que la tratar de mojarle la pólvora, adhiriéndose a la candidatura de la demócrata Hillary Clinton.

Resultado: El nuevo inquilino de la Casa Blanca se gratifica chamaqueando a los representantes mexicanos ante Washington.

Trump no es un androide de última generación, por supuesto: Él mismo y los integrantes de su tanque pensante abrevaron en las más acedas aguas de los postulantes del Destino manifiesto.

En el último medio siglo de la historia de los Estados Unidos, las campañas electorales  del Partido Republicano han contado con la colaboración de las más agresivas sectas fundamentalistas que abogan por La supremacía blanca.

En un ejercicio a vuelo de pájaro, vemos que el discurso de Trump carece de toda novedad vis a vis con el de otros republicanos contendientes por la Presidencia de los Estados Unidos. Verbigracia, John McCain y Ross Perot. Éste, un rabioso opositor al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

El prototipo representativo de la vocación racista de la ultraderecha norteamericana es el célebre senador Jesse Helms. Entre sus iniciativas estuvo amurallar  los campus universitarios con mayoría de población negra.

Panistas: Nosotros somos la contra mexicana

Helms condenó movimientos por los derechos civiles, de los que culpó a “negros degenerados”. Incluso, se opuso a la institución del Día Nacional de Martin Luther King. Como ahora lo hace Trump, Helms se lanzó a la yugular de la prensa liberal norteamericana.

Helms se declaró partidario de la vesánica dictadura filipina de Ferninand Marcos (imputado de saqueo del erario por más de 10 mil millones de dólares; la fortuna familiar, 35 mil millones de dólares).

Cuando finalmente Marcos convocó a elecciones en 1986, a la vista del fraude, la Casa Blanca brindó su apoyo a los movimientos de resistencia. “Como si nosotros estuviéramos rechinando de limpios”, expectoró Helms, haciendo referencia a la presidencia del demócrata John F. Kennedy, después asesinado en el ejercicio del poder.

Desde la Comisión de Relaciones Exteriores y del subcomité para Asuntos del Hemisferio Occidental del Senado, Helms mantuvo una permanente actitud hostil hacia México.

Tratando de capitalizar esa hostilidad de Helms, militantes del Partido Acción Nacional no tuvieron reparo para visitarlo en El Capitolio a fin de solicitar patrocinio a la oposición azul: Nosotros, le dijeron esos delegados oficiosos, somos la contra mexicana. Querían reproducir el modelo nicaragüense, tentativa que Helms acogió con beneplácito.

Como lo hicieron sus correligionarios en 1986, ahora la presidenciable panista Margarita Zavala de Calderón anda en oficios prelectorales ante prominentes republicanos estadunidenses en activo, compañeros de partido de Trump: John McCain no es el único.

Para decirlo pronto, en plena convocatoria a la unidad nacional, la “diplomacia” mexicana no sólo anda por las calles de la amargura en Washington. Se percibe la sensación de que está durmiendo con el enemigo en casa. Como diría aquel expulsado a la economía informal: Todo por no estudiar. Es cuanto.

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