Voces del Periodista Diario

México y El descenso al Maelstrón

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

Como en las “notas de color” de los grandes sucesos humanos, iniciaremos esta narrativa con dos alegorías:

  • En el pedestal de un antiguo reloj europeo, su constructor quiso inscribir una leyenda, a saber: Todas las horas hieren, la última es la que mata.
  • La segunda es más extensa y más ilustrativa a efecto de este tema: La recuperamos de la lectura de El descenso al Maelstrón, del genial Edgar Allan Poe. Es la narración de un dramático episodio vivido por tres hermanos marineros frente a un excepcional y devastador fenómeno de la naturaleza. Se anuncia así: “Habíamos alcanzado la cumbre más alta del despeñadero…”. En el ojo del huracán, en su esfuerzo por salvar su nave, los tripulantes arrojan al mar todo el lastre. Todo resulta inútil. La tempestad no cede y el riesgo se potencia. En un momento dado, el contador de la historia, que ha venido dando horarios puntuales de la crisis, se da cuenta de que el reloj se ha detenido. Lo arroja al mar.

En una de sus magistrales obras, el estudioso de la Comunicación, Marshall MacLuhan retoma aquel cuento de Poe y deduce de la actitud del marinero narrador: En medio del implacable e ingobernable  torbellino, se pone a especular sobre el origen y la magnitud del fenómeno. Hasta aquí MacLuhan.

La actitud de aquel personaje imaginario frente a la potencia de la naturaleza, es metafísica. Termina por acreditar a la Providencia un designio incuestionable. Lo que sigue, es resignarse y confiar su salvación a la magnanimidad del Altísimo.

De como se llega a dominar el timón

Un marinero, aquí y en los mares de China, a final de cuentas es un obrero del mar que vela hasta el último momento por la seguridad de la nave. Suele verse en algunos cuadros verídicos al templado capitán ordenando la evacuación: Primero las mujeres y los niños… Es simbólica la orden de mando: Las mujeres, como dispensadoras de vida; los niños, como continuidad de la Humanidad.

Un jefe de Estado no puede reducirse a la condición de aquel marinero sorprendido azarosamente. Un jefe de Estado ha sido formado para dominar el timón en la calma y en las horas de peligro. En su ascenso al gran poder, el hombre de Estado  ha sistematizado las respuestas posibles a cada desafío. En política, sobre todo la de altura, dicen los que de esto saben, no hay casualidades… Hay sabiduría y autoridad.

Vienen estos ejercicios periodísticos a tema, porque México vive en estas horas una suerte de Descenso al Maelstrón. La crispación y la alarma colectivas surgen por todos lados. Hielan o calientan la sangre, según cada temperamento individual.

En el ojo del huracán, Enrique Peña Nieto ha tratado de catalizar la unidad nacional apelando a la metafísica: Unir      las mentes,  los pensamientos, incluso las oraciones, para superar las adversidades que nos impone la realidad viva, e hiriente. En la sicología del poder, esto es mero voluntarismo.

Las acciones del poder se miden por la eficacia y los resultados; entre más tangibles, más convincentes. El voluntarismo, es una apuesta por el Retorno de los brujos.

En la línea inicial del cuento de Poe, se lee, repetimos: Habíamos escalado la cumbre más alta del Despeñadero… (El despeñadero acaba en la sima). Es cuanto.

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