Voces del Periodista Diario

Periodismo, “Atalaya de la Libertad de Expresión”

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

“El ejercicio periodístico sirve para formarnos, informarnos, crear, disentir, dialogar y llegar a acuerdos; replantear nuestras posiciones e ideas originales para corregir y enfatizar posturas…”.

Una función -la periodística- para conjugar en positivo diez verbos que debieran primar la lucha de los contrarios en México como en China. El periodismo, en síntesis, “es la atalaya de la Libertad de Expresión”.

Si quienes ejercemos el oficio periodístico valoramos en los términos anteriores nuestra misión, quien nos lea podría sostener, no carente de razón: Alabanza en boca propia, es vituperio.

Otra cosa muy diferente, es que la tesis con la que iniciamos estas líneas la asuma un académico, el rector de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), Jorge Olvera García.

La declaración de Olvera García es una voluntaria respuesta contra la intolerancia cerril. Se produjo días después de que el obispo titular de la diócesis de Toluca, Francisco Javier Chavolla Ramos acusó a los periodistas de mentir, de engañar al pueblo.

“Lo suyo es puro engaño”, insistió el prelado para que no quedara duda del sentido de su anatema.

Peña Nieto pide perdón

No se trata -ese asunto- de un mero tópico. Lo abordamos por dos motivos: El sistema de relaciones políticas en México se caracteriza porque hombres del poder (político o económico), que se creen intocables por la opinión pública, sienten lastimada su delgada piel cuando desde los medios de comunicación se cuestionan sus conductas que afectan al conglomerado social.

La hostilidad hacia los informantes y opinantes libres ha llegado a tal extremo que se inventó la figura del Círculo rojo para confinar en él a los periodistas remisos y, en consecuencia, tratar de invalidar en automático sus críticas. O simples opiniones disidentes.

De otro lado, la voz del educador Olvera García se escuchó desde Toluca, lo que nos permite suponer que entre sus escuchas podrían  estar no pocos funcionarios actuales del gobierno federal provenientes del Estado de México, que en el desempeño de sus responsabilidades son poco inclinados a la tolerancia, actitud que los hace reacios al diálogo y al replanteamiento de sus ideas.

Leímos los comentarios del rector de la UAEM, precisamente cuando el mexiquense Enrique Peña Nieto, al recapitular sobre el escándalo de la Casa blanca, hizo este acto de contrición: “En carne propia sentí la irritación de los mexicanos. La entiendo perfectamente. Por eso, con toda humildad, les pido perdón. Les reitero mi sincera y profunda disculpa por el agravio y la indignación”.

Todo acto de rectificación, si es auténtico, requiere ser acompañado por un acto de reparación: El tema de la Casa blanca hizo crisis cuando la periodista Carmen Aristegui lo puso en el escaparate después de una acuciosa y documentada investigación.

Aristegui, los integrantes de su equipo de investigación y toda la batería de comentaristas de su barra en MVS, fueron puestos en la picota y retirados del aire por un patrón que temía represalias gubernamentales relacionadas con su carácter de usufructuario de una concesión de Estado.

Aristegui no es de aquellas personas que se arredran frente a los poderosos. En su reacción cabe aquello de que, lo que no te mata, te fortalece. Permanece como un invaluable activo de la actividad periodística. ¿No merece que la disculpa presidencial se haga extensiva a ella y a sus colaboradores? Seamos congruentes.

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